Miguel Alejandro González Ledesma[1]
29.09.25
Tras el homicidio del estudiante Jesús Israel Hernández, el 22 de septiembre en el plantel Sur del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la CDMX, la violencia volvió a colocarse en el centro del debate educativo, junto con la exigencia de estudiantes y padres de familia de contar con condiciones de seguridad en los centros de estudio. A una semana del ataque cometido por el alumno identificado como Lex Ashton, que también hirió al trabajador Arturo N., 12 planteles de la UNAM suspendieron parcial o totalmente sus actividades: las facultades de Filosofía y Letras, Trabajo Social, Enfermería y Obstetricia, Música, Artes y Diseño, Ciencias, Ciencias Políticas y Sociales, la FES Aragón, los CCH Oriente y Azcapotzalco, y las preparatorias 2 y 5.[2]
El CCH Sur permanece cerrado,[3] mientras su comunidad estudiantil ha sostenido un diálogo con las autoridades universitarias, donde ambas partes coincidieron en reforzar la seguridad mediante medidas como solicitar credencial al ingresar, instalar cámaras y verificar el funcionamiento de los botones de pánico[4]. Otras medidas de control y vigilancia planteadas son usar torniquetes en los accesos, hacer revisiones aleatorias de mochilas y utilizar detectores de metal.
Pero, ¿qué tan útiles son estos protocolos si la violencia se gesta al interior de la comunidad? La notoriedad mediática del caso no se debe únicamente a que Ashton estudiaba en el plantel, sino a su pertenencia a la cultura incel (involuntary celibate o celibato involuntario)[5] y a su plan de asesinar a seis personas[6] inspirándose en la matanza realizada por el universitario Elliot Rodger, en Isla Vista, California, en 2014.[7]
Ashton, según trascendió en los medios, encontró respaldo en una de las múltiples comunidades incel que agrupan, a través de internet, a hombres que se sienten rechazados por las mujeres y cuya ideología les hace creerse con el derecho de disponer de sexo y afecto sin consentimiento.[8] En estas redes, el resentimiento –con sus propios códigos, símbolos y terminología– se convierte en discurso de odio y, en algunos casos, en justificación de la violencia. Un grupo incel en Facebook glorificó la agresión en el CCH Sur y ha promovido nuevos ataques,[9] lo que llevó a suspender actividades presenciales en la Facultad de Química y el desalojo de la Preparatoria 8 por una falsa amenaza de bomba.
En un país como el nuestro, el episodio nos escandaliza por su novedad. Es lo inédito de esta forma de violencia lo que nos hace sentir vulnerables, puesto que ya hemos aprendido a normalizar el horror, a medirlo y jerarquizarlo según el momento, el lugar, la tipología, la clase social, el género o el color de piel de las víctimas, con el magro consuelo de que las víctimas son siempre las otras y los otros.
Justamente, en esta coyuntura, el 26 de septiembre se cumplieron once años de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural “Raúl Isidro Burgos”, en Ayotzinapa, Guerrero. Un crimen que cimbró a la sociedad, provocó indignación muldial y puso en entredicho la legitimidad del entonces presidente Enrique Peña Nieto, pero que hoy, todavía sin acceso a la verdad ni a la justicia, parece haber perdido atención en algunas franjas de la sociedad, quizá por resignación, cansancio o necesidad de olvidar.[10]
Sin embargo, hay quienes todavía se organizan, protestan… y no olvidan[11] y otros, en el río revuelto que hoy es la UNAM, que ponen mucha atención para convertir el miedo y la paranoia en dividendos políticos. Buena parte de esa inconformidad ha sido cultivada por los mensajes antiderechos de una fracción que ha sabido apuntalar una narrativa contra las mujeres, sus conquistas y su autodeterminación. Frente a ello, interesa, sí, una administración universitaria que se muestre cercana y demuestre saber conducir a la institución en situaciones donde las palabras serán siempre insuficientes. Pero donde la eficacia de las acciones y la claridad del rumbo marcan la diferencia entre contener la crisis o dejar que se profundice. Interesa, además, una comunidad universitaria y una sociedad que sepan identificar, denunciar y aislar los discursos de odio en los que naufragan jóvenes como Lex Ashton.
[1] Investigador del IISUE, UNAM.
[2] “Crece el paro en la UNAM: ya son 12 planteles en suspensión de actividades”, https://www.excelsior.com.mx/comunidad/escuelas-unam-paro-violencia-cch-sur/1741965
[3] “Ataque en CCH Sur: Lex Ashton confesó que quería asesinar a seis alumnos” https://www.infobae.com/mexico/2025/09/25/ataque-en-cch-sur-lex-ashton-confeso-que-queria-asesinar-a-seis-alumnos/
[4] “‘No queremos regresar con miedo’, dicen alumnos en mesa de diálogo”, https://www.jornada.com.mx/2025/09/26/politica/016n1pol
[5] Artículo “Incel” en Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Incel
[6] “Ataque en CCH Sur: Lex Ashton confesó que quería asesinar a seis alumnos”, https://www.infobae.com/mexico/2025/09/25/ataque-en-cch-sur-lex-ashton-confeso-que-queria-asesinar-a-seis-alumnos
[7] “Identifican al atacante que mató a seis personas en California”, https://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/05/140524_ultnot_california_tiroteo_men
[8] “El caso de Lex Ashton ‘abre puertas’ a la cultura incel en México y es síntoma de los antiderechos”, https://efe.com/mundo/2025-09-29/caso-lex-ashton-mexico-cultura-incel-antiderechos/
[9] “Grupo “incel” en Facebook planea más ataques como los del CCH Sur”, https://www.proceso.com.mx/nacional/2025/9/27/grupo-incel-en-facebook-planea-mas-ataques-como-los-del-cch-sur-359567.html
[10] “Los 11 años de preguntas sin respuestas por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa”, https://elpais.com/mexico/2025-09-26/los-11-anos-de-preguntas-sin-respuestas-por-la-desaparicion-de-los-43-normalistas-de-ayotzinapa.html
[11] “Los 43 no se olvidan: protestas en los estados exigen justicia”, https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/09/26/estados/cnte-exige-en-chiapas-regreso-de-los-43-de-ayotzinapa-bloquea-autopista-a-san-cristobal