Con las Seis noches... —imaginarias funciones de títeres que constituyen una hilarante crítica a los primeros años del México independiente— el IISUE inaugura su interés por la difusión y el estudio de fuentes para nuestra historia cultural, en la perspectiva de la trasmisión de saberes no formales, o bien no institucionales. Tras la crisis de las historigrafías hegemónicas, resulta imprescindible explorar fuentes poco conocidas: documentos emitidos por grupos populares o marginales, actas penales, comedias y representaciones de barrio... Se encontrará aquí una mina de oro para explorar la plaza pública de la ciudad de México, entrever contactos entre clases populares y letradas, escuchar el habla marginal y su sentir, e indagar en torno a la variopinta mixtura sociopolítica de la capital mexicana como lugar representativo de intercambio de saberes y disputa de proyectos nacionales.

ESTA FICHA CATALOGRÁFICA CORRESPONDE A LA VERSIÓN IMPRESA DE ESTA OBRA

PN6222

M4

S45

Seis noches de títeres májicos en el callejón del Vinagre:

[Juan Camilo Mendívil] (1823) / Juan Leyva, Rosalina Ríos, editores; Alejandra Sánchez, colaboradora. – México, D.F.: UNAM, Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, 2013. 82 p. (Cuadernos del Archivo Histórico de la UNAM;23)

ISBN 978-607-02-4187-1

1.Sátira política mexicana. 2. México-política y gobierno – 1821-1861 – Humor I. Leyva, Juan, ed. II. Ríos Zuñiga, Rosalina, ed. III. Sánchez Archundia, Alejandra,

colab. IV. Ser.

Edwin Rojas Gamboa

ISBN: 978-607-02-5731-5

ÍNDICE

ESTUDIO INTRODUCTORIO

SEIS NOCHES DE TÍTERES MÁJICOS EN EL CALLEJÓN DEL VINAGRE

Noche primera

Maromas

Noche segunda

Noche tercera

Noche cuarta

Noche quinta

Noche sexta

Advertencia

Fe de erratas

…no señor, no soi autor de eso: yo nomás menio los monitos;

pero cuanto platican y cantan en el tiatro

lo tengo escrebido por dos astudiantes de san Alifonso

que van todos los días a la Universalidá…

—Titerero de las Seis noches…

ESTUDIO INTRODUCTORIO

Cierta mañana de 1823, un empleado de las oficinas de gobierno camina desde la catedral hasta las afueras del Parián (extremo sur de la plaza), en busca de superar su mal humor, luego de salir de misa en la iglesia céntrica de la todavía muy novohispana capital. Los días anteriores ha venido asistiendo a funciones de títeres, pese a su inicial resistencia, dadas las condiciones marginales y, a su juicio, peligrosas en que tienen lugar aquellas animadas comedietas, a cargo de artesanos y maromeros, por el rumbo de lo que hoy son las calles de Corregidora y San Marcos, a unos pasos de la iglesia de La Soledad y la zona de abasto conocida como La Merced.1

Ahora se sitúa frente al Parián, el conjunto de tiendas en la plaza central de la ciudad, signo del poderío mercantil y político del colonizador: lujo, especulación, mercancías orientales y europeas…, todo lo opuesto al sector de artesanos, cada vez más afectado por las importaciones que ahí se comercian.2 En las afueras del Parián y en el portal de Mercaderes —tal como ahora en los de Santo Domingo— se asientan escribanos de paga (“evangelistas”) prontos a redactar la carta, representación, oración o copla que al cliente se le ofrezca; se trata de estudiantes de probable extracción popular que de esa manera se ayudan a ir pasando, incipientes letrados de carrera trunca, tránsfugas de San Ildefonso y otros colegios; en fin, gente de pluma y tinta que asiste al común de la población en sus afanes comunicativos.3

Al acercarse al Parián, nuestro personaje se encuentra con Prunela, un titerero a quien ya conoce. Se saludan y, al mismo tiempo, Prunela le presenta a un escribano. La escena que tiene lugar encarna —incluso más allá de las posibles intenciones del narrador de las Seis noches de títeres májicos…— la confluencia y escisión entre cultura letrada e iletrada, élites y clases populares. Cinco años después, al calor de los conflictos electorales donde Vicente Guerrero se dijo ganador de la presidencia (oficialmente perdedor debido a intervenciones ilegítimas en el proceso electoral por parte de sus adversarios), una multitud enardecida por el resentimiento y la memoria de los agravios, así como desconfiada y reivindicatoria, saqueará e incendiará el Parián.4

Nuestro personaje narra él mismo cómo se inclina ligeramente para saludar al titerero, pero, al hacerlo, el peso y simultáneo intento de este último por ponerse de pie (en señal de respeto y cortesía), al tiempo que se dan la mano, hace perder el equilibrio al paseante, al grado de caer sobre el escribano y mancharse el rostro de tinta, a más de casi ser picado en un ojo por la pluma del evangelista. Éste y el titerero se hallaban, al parecer, sentados en el piso, en el umbral de un establecimiento:

Poco despues de las once se acabó la Misa, y pensando que rumbo tomaria, me dirijí maquinalmente al parian por el lado de la plaza de toros: yo estaba de mal humor, pero se me puso bueno, por que me encontre con Prunela sentado en el umbral de la puerta de un cajoncito de fierro, hablando con uno de los escritores â quienes el vulgo, y el no vulgo, llama evangelistas; y luego que me vió, con el mayor comedimiento me presentó su mano; le di la mia creyendo que su // [p. 73] demostracion era solo señal de cariño: no me equivoqué en esto, pero como tambien trató de ponerse en pié, y yo no estaba prevenido, cuando hizo esfuerzo para pararse no pude resistir el tirón que me dió y caí sobre el escritor: metió este las manos para contenerme, teniendo la pluma entre los dedos, y poco faltó pará que me dejàra tuerto, pues me picó el parpado bajo el ojo derecho. / Prunela se pudo incorporar agarrandose del candado de la puerta en cuyo umbral estaba sentado, y me quitó de encima de aquel hombre que â mayor abundamiento me pinto involuntariamente unos vigotes con sus dedos entintados. Prunela como causa, aunque inculpable de este fracaso, exclamo afligido ¡valgame Señor San Antoño el milagriento que está en la parroquia de mi tierra! y yo me eché à reir sin hacer caso del ardor que me ocasionaba el piquetito.

El personaje-narrador cae pero no cae; experimenta una tensión entre dos mundos de la que procurará hacerse cargo en la organización de su relato. Es hombre de ciudad, de esferas burocráticas, letrado (cita el Quijote, usa espada, escribe, tiene criada, vive en calle céntrica…); en cambio, el evangelista que ahí se gana el pan se halla a la espera de clientes, entre la calle y los interiores del Parián: un intermediario entre la escuela, la universidad y la colectividad ayuna de letra o necesitada de formalizar un escrito. Nuestro narrador, en cambio, es un intermediario con sueldo (aunque casi nunca lo reciba) y estatus en aquella sociedad todavía estamentaria, donde lo criollo y lo español reúnen privilegios especiales. Se ríe con simpatía, pero desaprobación, de las dificultades verbales de Prunela, a quien admira por su amabilidad, bonhomía, actitud respetuosa y habilidades de oficio. Se mancha de tinta y adquiere bigote, se disfraza, pues, con la materia prima de la letra, como si recibiera el espaldarazo de la oralidad y la escritura desde abajo (el suelo mismo). Pero, a diferencia de ellos, su visión incluye los problemas de una sociedad y una opinión pública nacientes. Esta escena constituye la base metafórica que construirá la tensión entre el sentido literal y figurado de las palabras que dan cuerpo a toda la obra.

El autor-narrador de Seis noches… discute con esa opinión pública y la desaprueba. Se plantea una nueva forma de encauzar el país, se halla abrumado por sus circunstancias: ocho hijos, escasez de insumos, falta de paga y ambiente de privilegios en beneficio de peninsulares. Y escribe las Seis noches de títeres májicos en el callejón del Vinagre a modo de conjura contra esos males. Juan Camilo Mendívil —autor del relato—5 recrea funciones de títeres que denuncian un conjunto de calamidades propias de la época, en las que inserta su propia crisis familiar. Se trata de una reflexión crítica y festiva. Su significado y valor no se limitan, sin embargo, a su agudo registro de aquellas circunstancias y aquel retrato subjetivo y personal, sino que alcanzan magnitudes sólo discernibles a la luz de las tendencias críticas de la folletería de la época —escrita y estampada bajo alta presión en su lucha por guiar la opinión pública y abrirse paso en un mercado de pocos pero ávidos lectores (de posiciones encontradas)— y una producción lastrada no sólo por un mercado precario e inestable, sino incluso por la dificultad de vigilar la calidad de las imprentas y actualizar tipos, como se puede apreciar en algunas discusiones del texto y en su propia condición tipográfica. La importancia de las Seis noches…, además, aumenta cuando nos percatamos de su lugar histórico en la creación de una voz que vincula cultura letrada e iletrada con el propósito de erigir una crítica política capaz de fundir en un modo de enunciación —que es en sí mismo un acto político— los puntos de vista de ambas culturas en un llamado al gobierno a dirigir mejor al país. Con esta solución, a un tiempo retórico-poética y de orden sociopolítico, el autor busca deslindarse del maniqueísmo y la agresión en que a menudo se sumía la folletería de la época. Desde luego, la obra busca el éxito de recepción y venta (parece haberlo tenido, a juzgar por los comentarios que el autor hará en el prólogo de la continuación de las Seis noches… impresa cinco años más tarde), pero, al mismo tiempo, busca un éxito pedagógico en su afán de plantear una nueva manera de opinar y de situarse frente a la crisis inmediata a la caída de Iturbide.

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Los estudios sobre la incidencia de la imprenta, con todas sus manifestaciones —libros, periódicos, folletería—, en la formación de una cultura política moderna —donde funcionara un espacio y opinión públicos, y existieran ciudadanos y mecanismos políticos como la representación—, fueron inaugurados a principios de los años noventa del siglo xx por el historiador francés François-Xavier Guerra, con su famoso libro Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas,6 en el que postula profundas transformaciones experimentadas a partir de 1808 en todo el mundo hispánico gracias a esos nuevos mecanismos de comunicación y formas de hacer política. La creación de aquella escena pública permitió, de acuerdo con Guerra, que triunfaran una nueva legitimidad y una nueva política, con ciudadanos y no súbditos como actores principales. A partir de sus propuestas se abrió un buen número de discusiones e investigaciones en torno a los diversos tópicos que Guerra puso en juego, relacionados con dos vertientes: a) una renovada historia cultural y social, y b) una renovada historia política.

En el primer caso hablamos de aquella interesada en abordar el estudio de la imprenta mexicana, y que pasó de mirar los libros, la prensa y la folletería sólo como fuente, a verlos como objeto de estudio en sí mismos y, sin duda, como parte fundamental en la creación del espacio público y la nueva cultura política. Gracias a esfuerzos como los emprendidos por Laura Suárez de la Torre, quien coordinó un par de libros: Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860)7 y Constructores de un cambio cultural. Impresores-editores y libreros en la ciudad de México. 1830-1855,8 así como a los representados por la obra en tres volúmenes editada por Belem Clark y Elisa Speckman, La república de las letras: asomos a la cultura escrita del México decimonónico,9 conocemos ahora diversas facetas y alcances de la cultura letrada de aquel siglo, sobre todo en lo que atañe a los sujetos que hicieron posible los grandes logros de la imprenta en la ciudad de México. En particular, las indagaciones de Suárez de la Torre han girado en torno al conocimiento e identificación del papel de los libreros de la ciudad de México en la difusión de la modernidad. En esa misma dirección del mundo del libro, su circulación y los lectores, destacan también los trabajos de Cristina Gómez, quien se ha ocupado especialmente de analizar el paso de libros de Europa a América.10

El desarrollo de la prensa y el circuito de la comunicación han recibido también gran atención en los últimos veinte años.11 Interesa destacar los trabajos realizados por Laurence Coudart, “Difusión y lectura de la prensa”, y “En torno al correo de lectores de El Sol (1823-1832)”, pues si bien la mayoría de quienes se han acercado al estudio de tan importante medio de comunicación toman en cuenta el circuito que se establece entre sus distintos elementos, esta autora es una de las que más han insistido en la importancia de la recepción y no sólo en la difusión.12

En lo que se refiere propiamente a folletería, el examen de la enorme cantidad de panfletos producidos en el siglo XIX ha sido un rasgo de la historiografía sobre dicho siglo; sin embargo, a partir de las nuevas perspectivas se le ha dado un impulso sin precedentes. Del trabajo de su identificación y localización emprendido por Nicole Girón y presentado en su primera etapa en disco compacto,13 se transitó a un trabajo más sistemático de interpretación y análisis, lo que ha venido a ofrecer interesantes giros a la historia política decimonónica.

En ese sentido, destaca la investigación de Rafael Rojas en La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión pública en México,14 donde consideró no sólo el cuerpo documental que representan los folletos sino también a los sujetos que los escribieron, a fin de darnos una perspectiva novedosa sobre la política moderna en México, pues se abocó a problematizar el surgimiento de la opinión pública mediante el análisis de diversas sociabilidades y discursos de la época. Siguiendo los pasos de Rojas, casi una década después se ha agregado a ese creciente corpus historiográfico que ha hecho uso de la folletería una obra más, la escrita por María Eugenia Vázquez Semadeni, La formación de la cultura política republicana,15 en la que la autora busca seguir el rastro de las logias masónicas precisamente en la folletería de la primera década después de la independencia, haciendo énfasis en cómo en esos escritos se construyeron las imágenes de “los otros”, no siempre correspondientes con su actuación en la realidad de la época, y que, no obstante, fueron las que definieron y quizá tergiversaron las interpretaciones posteriores.

En la obra de Elba Chávez Lomelí, Lo público y lo privado…,16 podemos asistir a las dificultades legislativas y políticas habidas a lo largo de gran parte del siglo XIX para hacer posible la libertad de imprenta, proceso que permitió o limitó la posibilidad del espacio público y la renovación de la cultura política.

Otros estudios se han orientado a la explicación del tránsito hacia las nuevas prácticas en la cultura política, como son la representación, la ciudadanía o las elecciones. Alfredo Ávila ha sido muy fértil en ese campo, pues profundizó en la formación del gobierno representativo y ahora ha comenzado a investigar el republicanismo radical, siempre desde una perspectiva amplia, continental. Sus análisis han tomado en cuenta, además, la política popular,17 interés presente también en aproximaciones como las de Peter Guardino y Richard Warren.18

A este punto, puede advertirse un claro avance en el conocimiento de la incidencia que tuvo la imprenta en el desarrollo de la política moderna, con el funcionamiento de un espacio y una opinión pública, y ciudadanos formados gracias a una pedagogía política que difundía, desde distintos ámbitos pero particularmente la imprenta, la nueva cultura en torno a formas de gobierno y participación social en la administración del poder.19

Si bien parecen cubiertos muchos de los aspectos y problemáticas relacionados con dichos temas, creemos que existe un sesgo que casi no ha sido explorado: la vena sarcástica, humorística, el uso de la ironía y lenguaje popular de que se valían los publicistas decimonónicos, particularmente los folletinistas, para lanzar sus críticas, diatribas, quejas y propuestas para el país. Quizá ésa fue la manera más lúdica y eficaz en que algunos de ellos lograron establecer el vínculo entre una minoría letrada de políticos y élites con la población mayoritaria de iletrados, relación que si bien ya ha sido mencionada por algunos autores como Rojas, no ha sido realmente examinada. Eso ha llevado a dejar fuera del análisis folletos como el que aquí nos hemos propuesto introducir, las Seis noches de títeres májicos en el callejón del Vinagre…, junto con las diversas problemáticas socioculturales y políticas que entraña.

Así, la identificación de folletos con características como las apenas señaladas, enmarcadas en la problemática del contacto entre cultura letrada e iletrada, ofrece una nueva veta de investigación que puede revelar otros elementos, o reafirmar algunos ya explorados, para la comprensión del tránsito de la sociedad mexicana, de formas tradicionales a formas modernas de hacer política; y también, de la relación existente, pero no siempre tomada en cuenta en esos procesos, entre los sectores letrados e iletrados de la sociedad. Al editar las Seis noches… hemos, pues, tenido en cuenta este panorama historiográfico y, al mismo tiempo, nos proponemos abrir un enfoque distinto cuyas características se irán apreciando a lo largo de esta introducción, a fin de situar la obra y ponerla a disposición de un público amplio, en cuyas manos sin duda se convertirá en un generador de nuevas hipótesis y temas de investigación.

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Situar el tiempo que produjo las Seis noches… y el devenir que las enmarcó implica toda una década: 1821 a 1831. El momento define en muchos sentidos el proceso de adecuación en todos los órdenes del recién independizado México. Sucesión de cambios en el régimen de gobierno y desajustes en la economía que incidieron también en la sociedad y la cultura. En los procesos abiertos confluyeron también fuertes cuestiones de clase, que en términos simbólicos quedaron signadas en las firmas estampadas en el Plan de Iguala —con respaldo de diversos grupos— por Agustín de Iturbide —un criollo que había sido general realista— y Vicente Guerrero —un mulato y ex general insurgente.20 Esa dicotómica realidad, encarnada por estos dos personajes, marcó toda la década, cuyo examen requiere una breve semblanza de cómo inició México su vida independiente en aquellas facetas que nos permitan explicar los motivos que dieron pauta a las Seis noches...

En el territorio que vino a llamarse México había alrededor de siete millones de habitantes; era una población mayoritariamente rural compuesta de españoles, criollos, castas, negros e indígenas,21 que al declararse la Independencia vio desaparecer (si bien sólo en el papel) tales distinciones, pues se decretó la ciudadanía, que otorgaba la misma calidad a todos frente a la ley, como mexicanos y ciudadanos, aunque con caprichosos e interesados matices que no dejaron de tener consecuencias. La mayor parte de la población se concentraba en el centro y sur del país, mientras que las regiones áridas del norte permanecían casi deshabitadas.

Pese a los cambios, la vida en general seguía en curso, pues los contrastes continuaron debido principalmente a que la pirámide social evidenciaba desigualdades que provenían de la injusta distribución de la riqueza: en la punta, el pequeño grupo de españoles y criollos dueños de haciendas, empresas mineras y otros negocios que les garantizaban no sólo poder económico sino político (aquí debe contarse a los militares de alto rango); en el medio, españoles y criollos, y aun mestizos de menor nivel socioeconómico, muchos de ellos con el poder de la letra y que por su tipo de ingresos conformaban la incipiente clase media que aspiraba a ascender en la escala social y, hasta abajo, la gran mayoría de la población, integrada por mestizos, criollos pobres, negros e indígenas: artesanos, campesinos o prestadores de servicios que vendían su fuerza de trabajo en campo y ciudad.

Dentro de esas mayorías estaban aquellos situados en la marginalidad social e incluso fuera de la ley. Debemos pensar en los artesanos, quienes padecían desde principios de siglo el ataque a sus gremios debido al interés de las autoridades por insertarlos de nueva manera en el mundo de la producción y el mercado, como venía ocurriendo en Europa.22 De hecho, el ataque sobre los gremios desde antes de la Independencia, sumado al desorden económico derivado de las luchas de independencia y a la introducción de bienes procedentes de Inglaterra una vez iniciado el camino republicano, ocasionó la falta de mercado para lo producido por el gran número de artesanos que componían la población, y los orilló al desempleo; y de ahí a la pobreza o miseria, y la consiguiente caída en una marginalidad que fácilmente los convertía en vagos o, peor aún, en individuos sin oficio o trabajo, ni lugar conocido para vivir.

En el caso de los indígenas, sobre todo para aquellos que vivían todavía en comunidades, desde fines del siglo XVIII, si no es que desde antes, había tenido lugar un paulatino desmoronamiento de su mundo. La pérdida de tierras debida a la fuerza de los hacendados, la llegada a las comunidades de gente extraña a ellas, el propio deseo de algunos sujetos de trabajar fuera, habían constituido un cúmulo disgregador que se acentuaría en el siglo XIX y produciría una notable masa de indios calificados de vagos que no podían pagar sus tributos y terminaban viviendo fuera de sus comunidades, migrando a las ciudades, rompiendo tradiciones, amestizándose, sumándose a las filas de la marginación urbana.

Otro sector que también padeció los cambios que trajo consigo el reacomodo del mercado fue el de operarios mineros. En primer lugar porque, tras la guerra, muchas de las minas quedaron deshabilitadas o destruidas, además de carecerse por completo de capital para su reactivación, lo que dejó sin trabajo a muchos. En segundo, en un emplazamiento como Zacatecas, fue posible comenzar a trabajarlas con capital inglés; sin embargo, ello introdujo también una administración extranjera, circunstancia que generó transformaciones en las condiciones laborales, principalmente en el nivel de ingresos y la extensión de la mano de obra, que disminuyeron (con el lógico descontento de los trabajadores y su continua movilización).

La precaria situación económica y política que, como veremos, no conseguía resolverse, intensificaba la desigualdad social, ya de por sí aguda desde la etapa colonial, convirtiendo a la población mayoritaria en grupos vulnerables al juego del poder, pero también en agentes de crítica y oposición, puesto que asumían un punto de vista no siempre pasivo frente a los sucesos de su entorno. El sentir de los sectores populares frente a una realidad política y económica que veían cambiar y afectarlos profundamente los llevaba, en momentos coyunturales, a una respuesta inesperada mas no por ello inexplicable, como en el caso del motín del Parián, que ya mencionamos, o alguna otra movilización ocurrida en la época,23 que evidenciaba profundas contradicciones sociales, no resueltas ni entre las mismas élites.

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La independencia política abrió la gran discusión sobre qué forma de gobierno elegir: una monarquía o una república. La elección no fue sencilla, pero finalmente se optó por la monarquía constitucional. No obstante, la firma del Plan de Iguala obligó a cumplir ciertos compromisos con quienes lo habían apoyado, como fue el respeto a per-sonas y propiedades, conservar las potestades y fueros de los cleros regular y secular, y los derechos de gobierno y ejército. Decisiones todas que mantendrían el statu quo. Otros procesos se abrieron hacia la instalación de la monarquía. Quizá parezca excesivo señalar algunos detalles, pero nos ayudarán a entender los hilos del gran escenario en el que se movían las élites.

En principio, se creó una corte mexicana y se formó una Soberana Junta Provisional Gubernativa, y se eligió una regencia destinada a gobernar hasta la llegada de un monarca, que tendría que ser, en primera instancia, un Borbón. Por supuesto, tales condiciones anulaban toda posibilidad de que alguno de los líderes, Iturbide o Guerrero, asumiera el poder. No obstante, el primero terminaría haciéndose con él.

De hecho, Guerrero aceptó el cargo militar que le dieron en la comandancia del Sur, su zona de origen, dejando el campo libre a Iturbide para quien, como se sabe, el rumbo fue muy diferente y diversas circunstancias le abrieron el camino para coronarse emperador, entre otras, la amenaza latente de una eventual reconquista por parte de España, que no reconoció de manera inmediata la independencia mexicana.

El consenso no sólo se alcanzó entre las élites sino, según algunos autores, sobre todo entre las “masas populares”, pues el plan se convirtió en un núcleo irresistible que combinaba la euforia del triunfo con el clamor popular; luego se sumaría la imposibilidad de que viniera un candidato español a ocupar el trono, lo que abrió paso a las ambiciones de Iturbide y lo llevó finalmente a ser coronado.24 Pero más condiciones eran necesarias.

La Soberana Junta Provisional Gubernativa, compuesta en general por miembros de las élites comerciante y terrateniente, recibió el encargo de convocar un congreso que terminó formado por diputados cuyo origen representaba, según Iturbide, los intereses de los distintos sectores sociales del imperio;25 sin embargo, dada la forma de selección de los integrantes, se impidió una representación equitativa de las provincias, circunstancia que a nadie pasó inadvertida, con el consecuente malestar.26 Tal congreso se reunió por primera vez el 24 de febrero de 1822, cuando ya Iturbide tuvo ocasión de mostrar su vena autoritaria.27

La situación se volvió frágil y tirante y a esto se añadió un factor tan temido como esperado: el movimiento de las tropas españolas que aún permanecían en suelo mexicano. Iturbide envió a Anastasio Bustamante para detenerlas, lo que finalmente se logró. Se habló de una posible conspiración para restablecer el dominio peninsular, pero, más allá de la veracidad de tales datos, a partir de ahí el emperador pugnó por facultades extraordinarias.28 Incluso se apersonó en el congreso con tal fin, presentando documentos en que inculpaba a varios diputados de colusión con los españoles; sin embargo, la acción tuvo un efecto contrario al esperado, porque se le imputó tener tratos con españoles, quienes, según él mismo, le habían proporcionado los papeles que evidenciaban la conspiración de reconquista (todo muy conveniente para sus facultades, como parece haber sospechado el congreso). En vista de ello, el 11 de abril de ese 1822 el congreso decidió disolver el Consejo de Regencia y nombrar otro, lo que significó un enfrentamiento directo con Iturbide y su ejército, de modo que los diputados decidieron esperar y se le sostuvo un tiempo más. La ruptura estaba planteada. No pasó mucho tiempo para que se alzara una ola a favor de que el legislativo declarara emperador al presidente de la regencia. Por eso se hizo una campaña por parte de sus seguidores, a fin de que el movimiento tuviera éxito, presionando a los miembros del congreso, y, además, “la presencia de hombres armados amedrentó a los pocos legisladores de oposición que se habían presentado” a votar en contra.29 El apoyo a Iturbide provino sobre todo de congresistas de provincia ayunos de la experiencia de Cádiz, y seguramente guiados por su afán de privilegios y el de quienes los sostenían en el congreso.30

Iturbide recibió más votos a favor que en contra,31 y se convirtió en emperador. Se desató desde entonces una gran controversia sobre ese hecho, que aún afecta las interpretaciones sobre el imperio porque terminan calificando la elevación de Iturbide como obra de sus propias maquinaciones y de su ambición.32 Sin duda todo ello tuvo peso; no obstante, no debe descartarse que el nuevo emperador contaba con apoyo auténtico y que su acción finiquitó la dependencia política de España, para entonces todavía en la atmósfera.

Poco después se produjo el golpe de Estado que permitió la ascensión de Iturbide a la realeza,33 en medio de un boato que hoy se antoja caricaturesco. De acuerdo con Alfredo Ávila, Iturbide contaba con un proyecto patriota34 que lo impulsaría hacia lo que, de todos modos, no se logró en su imperio: los puntos finales de la constitución. El 21 de mayo hizo el juramento; en julio de 1822 fue coronado. A partir de entonces, la pugna principal se situó entre el emperador y el congreso, sobre todo por cuestiones de soberanía y hacienda. Sin embargo, el problema más grave era financiero pues, como veremos, las arcas continuaban vacías y, al no haber manera de pagarle a la burocracia y al ejército, se corría peligro de insubordinación. La negativa del legislativo a hacer algo al respecto estiró más la cuerda entre ambos poderes.

Debido a la resistencia del legislativo a las peticiones de Iturbide, éste envió hacia septiembre un escrito descalificatorio del congreso. Para el 31 de octubre de 1822 las desavenencias llegaron a su fin, pues Agustín I decidió la clausura del cuerpo legislativo y lo sustituyó con una Junta Nacional Instituyente, integrada por miembros del extinto cuerpo, excepto, claro, los enemigos. Su única misión: convocar a un nuevo congreso.

El ambiente político se agravó debido a los once años de guerra que habían dislocado la base material de Nueva España: centros mineros y acuerdos comerciales a la deriva; fuga de capitales;35 ingresos del tesoro, ya de por sí parcos desde antes de la guerra, nulos… Todo hizo prácticamente imposible contar con recursos para aquel Estado en cierne. Algunos señalan incluso que Iturbide “…se vio literalmente obligado a rogar, pedir prestado y robar”,36 para satisfacer sus necesidades (al parecer, nunca modestas).

Al principio el gobierno carecía de datos confiables sobre la actividad productiva; sin embargo, hubo quienes pensaron que el nivel del comercio e ingresos anteriores a la guerra se restauraría, pero los ingresos obtenidos resultaron menores a la mitad de lo proyectado, porque, además, entre las primeras medidas fiscales de Iturbide estuvieron la supresión de las contribuciones extraordinarias de guerra, la disminución de la alcabala del 16 al 6 por ciento y la sustitución de los impuestos mineros (diezmo real) por una contribución de 3 por ciento sobre toda la plata producida en el imperio. Con ello, no consiguió más que una disminución de los ingresos en 57 por ciento con respecto al monto de años anteriores.37

Otros ingresos fueron obtenidos de préstamos voluntarios solicitados a particulares o a la Iglesia. En febrero se informó de la transferencia de dinero del consulado de la ciudad de México, de la casa de moneda y de las donaciones de las obras pías, para sostener al ejército; Iturbide ordenó también la apertura de la casa de moneda en Zacatecas y declaró abiertos al tráfico los puertos de Guaymas y Mazatlán.38

Al parecer pensó que se podía restablecer la vieja estructura fiscal de la colonia; sin embargo, no contaba con la actitud de las élites —comerciantes y terratenientes—, que buscaban evitar las contribuciones a las que habían estado obligadas a lo largo del antiguo régimen. Y si el congreso constituyente de febrero de 1822 las representaba, obviamente se iba a oponer a la política hacendaria de Iturbide.

Ante ello vinieron medidas por parte del emperador que afectarían, como se dijo arriba, a la burocracia, asunto que nos interesa sobremanera por el contexto que originó las Seis noches... Así, Iturbide ordenó a la regencia no conceder empleo ni pensión de retiro bajo ningún pretexto, lo que constituyó una obvia congelación de contrataciones “… y fue parte de una serie de intervenciones políticas en lo que anteriormente había sido una burocracia estatal profesional autorregulatoria”.39 La situación se deterioraba con celeridad.

Entonces se buscó una salida en préstamos extranjeros, principalmente de ingleses, pero todo fue inútil.40 Otra vía fueron los impuestos. El informe de 1822 del secretario de Hacienda señalaba la necesidad de aumentarlos o crear nuevos. Propuso también préstamos voluntarios, pero observó que México no contaba con recursos para pagar la amortización ni los intereses sobre ellos. Por lo demás, hizo un análisis de cada categoría fiscal heredada de la colonia; empero, los problemas reales se complicaban, los gastos del Estado crecían y aun eran impredecibles. De hecho, Iturbide sabía que mientras el congreso continuara sesionando y se rehusara a ejecutar las medidas necesarias para obtener ingresos no sería posible reducir el déficit. El congreso e Iturbide avanzaban en sentidos opuestos: uno se preocupaba por el mantenimiento de la confianza crediticia nacional; Iturbide, por gastos operativos cotidianos.

Así, al ser disuelto el congreso y comenzar a funcionar la Junta Nacional Instituyente, su prioridad fue sanear la hacienda. El primer decreto, el 5 de noviembre de 1822, fue para solicitar un préstamo forzoso de 2.8 millones de pesos. Algo más importante fue que autorizó al gobierno a tomar 1 297 200 pesos retenidos en Perote y Jalapa, de personas que estaban abandonando el país. Ese embargo, según Alamán, “fue un golpe mortal al crédito de Iturbide e inició la separación de la gente sensata, es decir, la gente con propiedades, del emperador”.41

La Junta Nacional Instituyente continuó trabajando y a principios de diciembre tenía un plan para reorganizar la hacienda, obra de Lorenzo de Zavala. El paquete se decretó el 20 y 21 de diciembre de 1822, previa aprobación de Iturbide. Consistía en cuatro puntos: a) emisión de 4 millones de pesos en papel moneda; b) impuesto directo tasando a cada provincia de acuerdo con su población (tanto hombres como mujeres pagarían un impuesto de 4 reales al año); c) gravación de 40 por ciento sobre el valor de la renta de toda propiedad, excepto la de la Iglesia, que se gravó con un cinco por ciento, y d) el presupuesto para 1823, sobre el cual se proyectaba todo lo demás.

Tales disposiciones levantaron protestas en todo el país, aun cuando la única medida que se puso en marcha fue la emisión del papel moneda. Sólo se aprobó otro decreto importante relacionado con la hacienda a fines de enero de 1823, ante solicitud urgente del gobierno: la acuñación de pesos en moneda de cobre y aleaciones de zinc, un intento por crear “algún medio de circulación que, a diferencia del papel moneda, tuviera valor intrínseco”.42

Todo fue inútil, pues Santa Anna lanzó en diciembre de 1822 el Plan de Veracruz, de carácter republicano.43 En febrero de 1823 los militares anunciaron el Plan de Casa Mata, con la voz de no estar contra el emperador, sino a favor de un nuevo constituyente. Un artículo de aquel plan llamaría la atención de las élites provinciales, pues dejaba resquicio para su posible autonomía. Militares cercanos a Iturbide se adhirieron al plan y éste, dada la circunstancia, no tardó en abdicar, precisamente ante el congreso que había disuelto meses antes y que ahora decidía reunir, aun con muchos de sus antiguos integrantes. Acto seguido, fue obligado a salir del país. Las Seis noches… aluden a todos estos hechos sin la suficiente imparcialidad hacia Iturbide. Al respecto no hace el menor comentario, si bien tampoco asume nunca una defensa de su mandato.44

Éste era el conflictivo entorno político y económico de esos años del imperio; sin embargo, lo que ocurría en el terreno de la cultura también explica el marco que originó nuestro folleto.

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Muchos aspectos culturales estaban en proceso de cambio, de transición hacia formas seculares, pero, al igual que en el ámbito social, las cosas ocurrían de manera lenta. Si bien existían rasgos culturales de orden general, como la religiosidad, en otros aspectos cada uno de los niveles de la pirámide social definía cuál era su cultura, con especial raigambre en las tradiciones. Esto es, mientras un grupo pequeño de la población era letrado y ocupaba los puestos de la burocracia civil y eclesiástica, escribía libros o colaboraba en los periódicos o los leía, con fuertes ligas a la cultura europea, la gran mayoría de la población, ya sea en el campo o en la ciudad, era analfabeta, con escasas posibilidades de acceder a la letra y sus beneficios, y pocas posibilidades, también, de entender la orientación nacional buscada por la minoría letrada.

El arribo de ideas nuevas sobre educación, así como la mayor importancia que cobró la imprenta, incluso desde la época de la guerra, hicieron llegar otros cambios. En el primer caso, una idea de la época era que el gobierno impulsara la educación general, por lo que hubo esfuerzos para contrarrestar la condición analfabeta de las mayorías. No siempre fueron llevados a la práctica; sin embargo, uno importante fue el de la Compañía Lancasteriana, cuyo modelo de enseñanza de primeras letras se extendió por el país desde 1822. Además, los gobiernos buscaron reformar sus instituciones educativas dedicadas a construir los cuadros burocráticos civiles.45

En cuanto a la imprenta —como ya adelantamos—, se convirtió en hito.46 Durante la lucha de independencia comenzó su uso más fuerte, pero sobre todo se hizo muy notable al finalizar el conflicto. Permitió una guerra de papel sin precedentes: innumerables periódicos, panfletos o folletos reunieron todo aquello que para la época era necesario comunicar o debatir.47 La libertad fue amplia, y hacia 1827-1830 tuvo lugar el ejercicio de prensa más libre y activo de mucho tiempo, quizá sólo recuperado en los años cuarenta de aquel siglo.

La estampación de la palabra no sólo fue un medio para manifestar posturas políticas, sino un instrumento para educar; es decir, los periódicos y otro tipo de impresos se convirtieron en arma pedagógica crucial en la forja de ciudadanos. Si bien no sabemos todavía a ciencia cierta cuán grande era la difusión y acceso de los impresos entre la población en general, sí sabemos que, además de lectura directa, la hubo en alta voz, a cargo de aquellos que sí sabían leer y estaban en condiciones de prestarse, de modo organizado o espontáneo, a compartir su lectura con oyentes iletrados, ya fuera en la casa, la pulpería, el taller, los cafés, librerías, pulquerías y vinerías, y hasta los llamados “gabinetes de lectura”, tanto privados como públicos,48 lo que permitió a la prensa cumplir su papel trasmisor de ideas, costumbres, anuncios y demás informaciones, como los preceptos nuevos de la política, aun entre sectores populares.

Además de la prensa y la escuela, durante esa primera década de independencia surgieron otro tipo de manifestaciones culturales, no todas nuevas, sino mezcla de prácticas añejas y requerimientos de una cultura cívica republicana, como fueron las ceremonias conmemorativas de la Independencia, o el creciente número de formas de asociación o sociabilidades que, con base en la tradición de las cofradías y los gremios coloniales, comenzaron a proliferar, permitiendo a los individuos integrarse a grupos de diversa naturaleza, donde no sólo se apoyaban legal, laboral y económicamente, sino que llegaban hasta compartir la lectura, procurando apartarse, para sus fines, de la integración orgánica a esferas políticas o religiosas.

En una visión global del modo de vida que rodeaba a nuestras Seis noches… podemos incluir también algunas de las diversiones que se disfrutaban en la época; por ejemplo, el teatro, ya de títeres ya de obras montadas por compañías de actores; la ópera, muy gustada; las corridas de toros, concurridísimas; la asistencia a cafés o pulquerías; los viajes a lugares de campo vecinos a la ciudad, como Chimalistac, San Ángel, Tlalpan o el Paseo de la Viga. No faltaban tampoco las fiestas religiosas en honor del santo patrono, en las que se disfrutaba desde la misa hasta juegos pirotécnicos y puestos de antojitos. No podemos dejar fuera al mercado o al tianguis, lugar de reunión, de encuentro y diversión de toda la población, como se aprecia en innúmeros cuadros y litografías de entonces, y donde todo mundo había encontrado, durante siglos, una manera de conocer, recuperar o cultivar tradiciones, muchas de ellas mal vistas, aunque toleradas, primero por el conquistador y más tarde por las nuevas élites criollas y mestizas.49

La cultura de estos primeros años después de la Independencia era diversa, guardaba muchas de las características de la época novohispana —incluida su religiosidad—; también era jerárquica, pero sus niveles no eran excluyentes. No obstante, se vislumbraban cambios que poco a poco transformarían al país; cambios en los que la tarea intelectual y política serían motores sustanciales, como apunta ya la agitada opinión pública de tiempos de Mendívil.

Así pues, los años entre la firma del Plan de Iguala y el fin del imperio de Iturbide fueron en extremo complejos y contrastantes en diversos aspectos, tanto que se prestaban fácilmente a la caricatura. Este primer episodio se cierra cuando, una vez lanzado el Plan de Casa Mata, el desarrollo de los acontecimientos fue vertiginoso. Los debates sobre la forma de gobierno se fueron inclinando al republicanismo e incluso hubo legislaturas estatales que, antes de que el centro declarara la república federal, la asumieron tal cual y erigieron la independencia de sus estados. Ése es el momento que explica el origen de las Seis noches...

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Se trata de la narración de sendas representaciones en un teatro de barrio ubicado en el ya citado callejón del Vinagre. En cada una de esas noches el autor, por voz de personajes humanos y animados, muestra el precario estado socioeconómico y la ebullición política y militar imperantes. A esa coyuntura habría que sumarle la animadversión entre los europeos y los americanos; lo endeble y fugaz de las posiciones ideológicas, cuyas alianzas políticas se creaban de manera personalista; el aspirantismo de ignorantes e instruidos —de los últimos, la mayoría desempleados—, y la todavía enorme influencia de los españoles en los negocios públicos.

La forma en que el autor expone este contexto responde a una compleja articulación, donde diferentes sujetos y espacios se entrelazan de continuo (si bien impera la realidad del autor-narrador). Se trata de una representación de la realidad en tres diferentes planos, sobre los cuales se proyecta la “realidad real” (histórica) del autor-narrador, circunstancia que les da unidad y genera una influencia mutua entre ellos. El primer plano es el mundo del narrador, que si bien se constituye en una representación del autor, por sí solo encarna un personaje con funciones independientes y específicas dentro de la obra, pues, por ejemplo, funge como enlace entre la realidad histórica (la del autor) y los otros dos planos; el segundo plano es el mundo de la ficción teatral, o sea, el espectáculo de títeres (que es verosímil, es decir, pudo haber existido, pero no exactamente como nos lo refiere el narrador, que lo manipula para sus fines), donde personajes como el titerero generan otra “realidad” en un tercer plano constituido por el mundo de los títeres, es decir, el que se produce en el argumento de las funciones mismas, donde, en un complejo juego especular se entrecruzan la realidad histórica del autor, la “realidad ficticia” del narrador que asiste al teatro y conoce al titerero, y el mundo mágico de la ficción titeresca, que guarda la apariencia de estar representando una realidad histórica, para alterarla y reacentuarla hasta su transfiguración en una apariencia grotesca: el mundo de la exageración y de la risa que autores como Gógol le confieren a la realidad de todos los días, como una vía para tomar conciencia a ritmo de carcajada.

Este complicado andamiaje le permite al autor de nuestra falsa crónica conservar el anonimato y emplearse a fondo en su tarea pedagógica: corregir vicios de modo divertido; al mismo tiempo, ello le da margen para un juego de espejos a partir del cual sugiere significativas mezclas entre el mundo del narrador-espectador y el del escenario mismo. Entre estos mundos se mueven el propio autor y sus contemporáneos, quienes, según el punto desde el que miren, llegan a convertirse en personajes del relato y de la ficción teatral, donde los títeres cobran dimensión humana y los humanos aparecen como seres pendientes de la voluntad y las manos ajenas. El único que se mantiene siempre fuera, como controlador de todo el entramado, es el autor (con excepción del juego especular que revela su identidad en la última noche).

Juan Camilo Mendívil, fiel de la fábrica de puros y cigarros de la capital mexicana50 y partícipe, al menos desde 1795, de la administración pública, era dueño incluso de dotes poéticas, como en 1810 traslucen los versos de su pluma dedicados al virrey Venegas.51 En las Seis noches… Mendívil, al parecer liberal, subraya una de las problemáticas principales del siglo XIX: el desempleo y la falta de pago a los empleados públicos. Al desajuste que provocó la Independencia se le sumaron algunas medidas de Agustín I orientadas a evitar nuevas contrataciones, y suspender el pago de indemnizaciones a los empleados anteriores y del sueldo a los que estaban en funciones. En ese clima, no es de extrañar que las Seis noches… sea, entre otras cosas, una protesta contra las veleidades del gobierno y el incumplimiento en sus deberes como patrón.

La realidad histórica se hace presente, por ejemplo, cuando comprobamos que, además de instituciones como el congreso y el triunvirato —o supremo gobierno—, se incluye a personajes como Iturbide, Victoria y Guerrero, o se menciona a compañeros de trabajo del autor, como Benito José de Cuéllar, contador de la aduana, o Juan María de Vergara, fiel del almacén de la fábrica de puros y cigarros.52 Esa misma realidad se hace presente en la referencia a publicaciones, ya sea periódicos como El Noticioso o El Águila Mexicana, o la folletería de la época,53 aunque a veces no se digan sus títulos completos o se deformen apenas (como ocurre con otros aspectos de esa realidad histórica). Por ejemplo, la discusión política que recoge el autor a través de los impresos está basada en algunos que circularon en 1823, como el que se cita en la segunda noche, en el escenario de la “casa de recreación social” y dentro de la plática de varios títeres:

En esta concurrencia se hablaba del Soberano Congreso, del Supremo Poder ejecutivo, y de todo funcionario público [...]. // [p. 27] Despues que los concurrentes hablaron, sacó uno de ellos porcion de papeles impresos que leyó en alta voz un títere que precia de ilustrado, segun se díjo allí. Comenzó la lectura por el impreso títulado: si no ahorcan á D. Antonio perecen los liberales: de todas sus materias ninguna está mas sostenida que la referente al sr. Director general del tabaco, de quien se escribieron primores abriendolo en canal; y aunque la especie disgustó á pocos, agradó á muchos.

La mención del triunvirato y del congreso es fidedigna a la circunstancia histórica. Lo que no es tan evidente es el cambio en el título del original: Si no ahorcan a D. Antonio, perdieron los liberales, publicado en 1823. A primera vista, el cambio de verbo nos podría llevar a un descuido del autor o un error del cajista. Sin embargo, gracias a varios indicios podemos afirmar que el autor cuestionaba, con esta deformación, la manera de proceder de los llamados liberales. Por lo demás, don Antonio es, sin duda, la personificación del poderío e influyentismo español. Y de paso se aprovecha para hacer una crítica a la actuación del director del Tabaco (Unzueta, mencionado por su nombre en otro lugar del folleto), máximo superior de los empleados del ramo al que pertenecía el autor.

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Vayamos ahora a algunos acontecimientos políticos de la primera república federal, pues la situación discutida en las Seis noches…, así como la publicación de la Función extraordinaria... cinco años más tarde por parte de Mendívil, permiten valorar de una manera distinta la primera obra, sobre todo porque en ella el autor parece anticiparse a los hechos —no mucho mejores que los del imperio—, cuando habla de un futuro incierto y desastroso, y se urge a sí mismo a tratar de impedirlo, aunque sea con la modesta participación de su pluma (no cabe menospreciar esta motivación previsora del autor, sobre todo por la comprobación lamentable del desorden público que los años siguientes significarían). Extenderse en algunos datos es necesario para comprender la magnitud de los sucesos a fin de mantener la idea de la realidad dicotómica de la que antes se habló y, sobre todo, enfocar la participación de Vicente Guerrero y el apoyo popular que recibió en ese nuevo escenario. Cabe señalar que para los años de la Función extraordinaria... las posiciones se habían consolidado y la disputa por un gobierno central o uno federal polarizaba la lucha entre conservadores, realistas o escoceses (denominación derivada de la logia masónica escocesa, de corte proespañol, en que se habían agrupado),y los partidarios del cambio, agrupados en la logia masónica de York, quienes se inclinaban por un gobierno republicano y federal, un agudo sentimiento antiespañol, la eliminación de castas o discriminaciones de orden racial para acceder a la ciudadanía y una creciente apertura de la opinión pública. Ambos grupos trataban de acercar a distintos sectores masivos a sus posiciones, mediante diversas estrategias, entre ellas una modelación de la opinión pública operada por sus órganos difusores: El Sol y El Águila Mexicana.54

Meses después de que Iturbide dejara el poder, por fin, en febrero de 1824 se juró la constitución federal, que garantizaba un gobierno republicano con autonomía para los estados. Guadalupe Victoria, antiguo insurgente que entre sus méritos máximos contaba no haberse rendido nunca, ni aun al momento de la jura de independencia, fue electo presidente. Su llegada, junto con la proclamación de la república y la jura de la constitución, parecía inaugurar una era. Desde una postura “amalgamadora”55 que terminó por molestar a muchos y desembocó en el insuperado problema financiero que, como a Iturbide, le impidió resolver los conflictos con el ejército y la burocracia, más temprano que tarde el presidente hubo de afrontar otros problemas que también condujeron al fracaso de su gestión. Le tocó poner en marcha la primera ley de expulsión de peninsulares en 1827 y enfrentó la conspiración pro española encabezada por el fraile dieguino Joaquín Arenas.

No todo, sin embargo, dependía de los azares del poder; a lo largo de toda la década la economía fue un factor de gran peso. Depuesto Iturbide, en los años siguientes el gobierno republicano intentó mejorar la situación. Para ello ordenó tres medidas: suspendió la emisión de papel moneda y los préstamos forzosos, e intentó reducir los gastos del Estado. De ese modo, el gobierno federal decidió sostenerse con los impuestos ordinarios, el producto del monopolio del tabaco y un impuesto a las entidades —el famoso contingente, que era un sistema de rentas públicas compartidas por los estados y el gobierno federal—,56 con excepción del de México. También el clero aceptó pagar la novena parte de los diezmos, que antes pertenecía a la corona, pero en 1824 el congreso decidió que esa parte sería para los estados y no para el gobierno federal.

No obstante, las medidas no fueron suficientes para ayudar a amortizar la deuda y pronto hubo necesidad de pedir nuevos préstamos a los agiotistas nacionales o internacionales para pagar al ejército y la burocracia.57 Hasta 1827 México pagó los intereses de los bonos, después los poseedores de los bonos se organizaron en un comité para exigir sus pagos. El comité, finalmente, hizo un arreglo con Anastasio Bustamante en 1831, mediante el cual se logró volver a pagar ese año y con ello se restauró el crédito mexicano.

En suma, los préstamos sirvieron sólo para aplazar la solución a la falta de capital y la desorganización de la hacienda pública. “A partir de 1827, el gobierno fue entregado en brazos del agio.”58

De esta manera, sin más pena ni gloria transcurrió la presidencia de Victoria. Como estaba previsto por la constitución, su mandato concluiría en marzo de 1829, así que meses antes se organizaron las elecciones. Junto con ellas también se realizarían las del congreso y algunas gubernaturas. Prevalecía un ambiente distinto al de los años inaugurales de la república, pues para estos momentos se sumaban una mayor efervescencia de la prensa, la encarrilada actividad de las facciones políticas y los problemas sociales generados por la crisis económica, que no habían ofrecido ninguna mejora a las vidas de los empleados públicos, artesanos y población en general. Con ese fondo vendrían las segundas elecciones presidenciales, en una contienda bifronte: Manuel Gómez Pedraza —antiguo yorkino convertido en escocés— y Vicente Guerrero —uno de los personajes que han guiado nuestro análisis y que reapareció en estos momentos—, con respaldo del Partido Popular o yorkino.59

Durante gran parte de 1828 se desarrollaron campañas a favor de uno u otro, sobre todo en la prensa. Recordemos que la Función extraordinaria de títeres... salió de la pluma de Mendívil en julio de ese año, sin duda como parte de la contienda política que estaba en su apogeo. Y, como afirma Costeloe, incluso hubo maniobras por debajo del agua, particularmente de Gómez Pedraza, quien aprovechó su cargo en el ministerio de Guerra para inclinar la balanza a su favor. Entre sus acciones se cuenta el otorgamiento de ascensos militares a individuos que le eran proclives, y la destitución de mandos yorkinos o el movimiento de tropas intimidatorias en lugares estratégicos del país.60

El 1 de septiembre de 1828 se llevaron a cabo las elecciones y, pese a la intensa campaña que habían desarrollado los miembros del Partido Popular, la mayoría de las legislaturas estatales, que eran las que emitían los votos, se inclinaron por Gómez Pedraza, con 11 contra 9.61 Aun con este escaso margen, los grupos de élite habían preferido, como en otros momentos, la seguridad que parecía garantizarles alguien contrario al Partido Popular. Sin embargo, ese triunfo no fue reconocido por los partidarios de Guerrero,62 quienes a fin de cuentas lograrían que este último tomara la presidencia.

Otro de los personajes centrales de todos estos acontecimientos hizo su entrada a escena al momento de conocerse el resultado de las votaciones: Antonio López de Santa Anna. Desde su natal Veracruz lanzó un pronunciamiento con cuatro puntos: anulación de la elección de Pedraza, promulgación de una nueva ley de expulsión de españoles, reconocimiento del triunfo de Guerrero y celebración de nuevas elecciones en las legislaturas que no habían votado por el caudillo insurgente, “en conformidad con los deseos del país”.63 Todo ello carecía de bases sólidas.

Otros movimientos estratégicos fueron hechos por Pedraza, Guerrero, Zavala y Santa Anna en los siguientes meses, que llevaron a una crisis tremenda a la república e hicieron surgir los odios de clase. Gómez Pedraza destituyó a miembros del gabinete que por su ascendiente yorkino pudieran resultar peligrosos, como José María Tornel y Mendívil, quien tenía a su cargo el gobierno del Distrito Federal. Guerrero, por su parte, continuaba en libertad aliado con Lorenzo de Zavala. Sobre éste se decía que mantenía una postura sospechosa, que “suscitaba dudas y temores, pues, aunque no había pruebas que los justificasen, circulaban rumores de que estaba ligado a Santa Anna, y sólo esperaban el momento oportuno para dar el golpe.”64 Incluso tuvo una cita con Gómez Pedraza, quien le pidió colaborar, para sólo recibir una negativa. Según Zavala, salieron más enemistados que antes de la entrevista. Lo que se sabe de cierto es que Guerrero mantuvo correspondencia con oficiales de baja graduación y amigos que tenía en el ejército, a fin de que apoyaran su campaña de no reconocer las elecciones,65 campaña que también promovía Zavala, pese a una fachada de neutralidad. En efecto, el gobernador del Estado de México, Zavala, preparaba su propia revuelta, como ocurrió finalmente, y parece claro que no quería compartir poder con Santa Anna. Se aliaba así a la desconfianza de Guerrero respecto al militar veracruzano, debida quizá no sólo a las veleidades de este último, sino al carácter criollo de su estirpe. Con ello, Guerrero habría manifestado un explicable resentimiento de clase —¡y otra vez aparecían estas cuestiones!—, que permitiría entender, al menos en parte, lo que estaba reivindicando con su empeño en hacerse con el poder: tres siglos de segregación étnica y privilegios para los europeos alcanzaban así uno de los puntos más críticos en la historia del país.

Por otra parte, hacia noviembre de 1828 el movimiento de Santa Anna, pese a la lentitud del gobierno en reaccionar, estaba casi arrinconado. Entonces vino el golpe de Zavala. De hecho, parece que Victoria se enteró el 30 de ese mes de las acciones preparadas para el día siguiente, pero ya era tarde para impedirlas. El mismo día tropas rebeldes marcharon hacia el edificio de la Acordada (cárcel paupérrima como pocas, borde occidental de la ciudad de México, al final de la Alameda) y lo ocuparon, pronunciándose contra el partido de Gómez Pedraza y su elección. Dentro de los rebeldes también se presentaron disensiones, sobre todo luego de la aparición del general José María Lobato, súbitamente nombrado jefe de la rebelión, con disgusto de los primeros pronunciados. Fue en este punto que, el 1 de diciembre, arribó Zavala porque, según él, se le llamó apelando a su influencia y popularidad.66 Pero ninguna intervención calmó las hostilidades y, después de dos días de escaramuzas, apareció por fin Guerrero, que se unió a los rebeldes en la Acordada.67 Entonces ocurrió lo inexplicable, o lo que al menos hasta hoy ha quedado sin entenderse a cabalidad: Gómez Pedraza renunció a defender su cargo y el 3 de diciembre salió de la ciudad de México (posteriormente su argumento sería que había preferido no derramar más sangre: el 27 de diciembre dimitiría y el 29 de marzo de 1829 abandonaría el país).

Ante el retiro —todavía no renuncia— de Pedraza, la reacción de los rebeldes fue de júbilo y, saliendo de sus posiciones, comenzaron a marchar hacia el Palacio Nacional, donde ya ondeaba una bandera blanca. Victoria, pese a la inconstitucionalidad en la que así caía la república, trató aún, el 3 de diciembre, de negociar con Lobato, jefe militar, y con Zavala, quien permanecía en la Acordada (Guerrero se había marchado a Chalco), pero la mayoría de los diputados había salido huyendo de la capital los días previos a este suceso culminante, lo que dejaba a Victoria, de hecho, sin sustento. Mucha gente estaba en sus casas sin salir. Todo parecía en anarquía. De improviso, el 4 de diciembre por la tarde una multitud variopinta de individuos de los sectores tanto populares como marginales de la sociedad comenzó a congregarse en el centro. No se sabe si por órdenes o consentimiento de Guerrero, Zavala o Lobato, pero artesanos sin trabajo, soldados, vagos, léperos, mendigos y ex presidiarios se dirigieron hacia el edificio del Parián, lo saquearon y destruyeron, dejando en la ruina a muchos comerciantes, tanto españoles como criollos.68

Parecería una revancha en torno a viejos y renovados resentimientos, pero no sería la única, pues también entre los propios rebeldes de la Acordada empezó la eliminación de adversarios políticos y personales. Uno de los blancos principales fue precisamente el grupo de españoles. El marqués de Vivanco fue asesinado, así como otros oficiales, además de saqueadas sus casas; personajes como José Ignacio Esteva y Ramos Arizpe se escondieron, temerosos de perder la vida. Además, en otros lugares del país ese mismo fin de año e inicios del siguiente hubo amotinamientos, algunos de ellos vitoreando no a Guerrero sino a Santa Anna.69

El país llegaba así a una crisis profunda que volvió a colocar en la escena central a los sectores populares e hizo resurgir el temor de las élites ante la posibilidad de que la movilización popular se extendiera. De ahí las palabras de personajes como José María Bocanegra en torno a que el edificio social se estaba derrumbando, o José Ignacio Esteva, a propósito de que los sucesos de Sombrerete tenían espantados a todos.70 La inestabilidad y los conflictos eran innegables, pero no habían surgido de manera espontánea: la visión temerosa de las élites se resistía a admitir el origen de una polarización enraizada en siglos de explotación y despojo, y una muy discutible exacción de recursos. Se temía a las masas cuando se amotinaban; se les despreciaba por su ignorancia y desfogues “irracionales”. La mala distribución del ingreso, la infraestructura o la educación, eran causas de fondo que podían ser utilizadas como banderas.71

Para colmo, como en años anteriores, las medidas puestas en marcha para mejorar la hacienda tampoco funcionaron en esta ocasión, pues el contingente no fue pagado por varios estados y el producto del tabaco no dio los ingresos que se esperaban, tanto que hacia 1829 se tuvo que pedir préstamos forzosos a las entidades. Este mismo año, Zavala, a la sazón ministro de Hacienda, se vio orillado a poner en venta los bienes de la Iglesia que se hallaban en manos del gobierno, pues la situación era desesperante en vísperas de la invasión española.72 No sólo eso: también hizo descuentos a sueldos de militares y civiles, y creó nuevos impuestos sobre propiedades, oro, plata e importaciones, medidas impopulares que, desde luego, contribuyeron a la caída del entonces presidente Guerrero.

Con todo, y a fin de cuentas esto es lo que más nos importa resaltar, el segundo de los líderes que habían signado el Plan de Iguala en 1821, Guerrero, si bien reivindicando varias cuestiones de clase y a favor de los sectores populares, había llegado también a la presidencia mediante una violación a las normas, esta vez de la república, y había tomado posesión en abril de 1829. En la protesta que presentó al congreso hizo saber que garantizaría la soberanía de los estados, pero, por encima de cualquier cosa, su compromiso sería con el pueblo que lo había apoyado. Prometió un régimen de austeridad, no sólo porque así correspondía a una república, sino porque la hacienda estaba exhausta. También señaló que trataría de mejorar el ángulo financiero para recuperar la confianza de los contribuyentes y prestamistas, lo que era de primera importancia, dado su plan de procurar el beneficio de los productores y agricultores mediante la prohibición de las importaciones. Otro sector favorecido fue el de los artesanos, ya entonces muy afectado por la entrada de las mercancías británicas, que Victoria se había visto orillado a admitir, en vista de las deudas contraídas con Inglaterra.

Así, el mandato de Guerrero dio inicio en medio del descontento opositor de las élites, que, de hecho, comenzaron a atacarlo incluso por su condición étnica, para unos de mulato, para otros, de indio, así como por su falta de educación; todas, sólo maneras de esconder el verdadero conflicto. Sin embargo, más importantes fueron las escisiones dentro de su propio equipo. Por ejemplo, José María Bocanegra, secretario de Relaciones, y José Manuel de Herrera, secretario de Justicia, no descansaron hasta echar de Hacienda a Zavala, y a José María Tornel y Mendívil, del gobierno del Distrito Federal. El primero de éstos, acorde con el programa del Partido Popular, había tratado de emprender una reforma fiscal que beneficiaría al gobierno federal, lo que fue mal visto por los estados.73 Pero, teniendo como presidente a uno de los suyos, el Partido Popular perseguía varios otros objetivos.

En principio, quería poner en marcha lo que llamaba “el sistema americano”, que consistía en un orden republicano, representativo, de procesos electorales, ataque a las corporaciones y los privilegios, fomento a la educación popular. Se trataba de atender la problemática social, algo que difícilmente iba a ser tolerado por los grandes propietarios y demás sectores capaces de incidir en el sendero económico, ávidos de reposicionar su visión inmediatista.

Ahora bien, ya que algunos miembros del propio Partido Popular traicionaron sus principios, no tardaron en hallarse ante el ojo de la crítica, entre ellos algunos iturbidistas que habían abrazado la bandera republicana. Éstos encarnaban las mayores contradicciones, ya que pretendían obtener legitimidad de un “pueblo” que no era nunca el pueblo real que solían levantar contra sus enemigos, pues a éste lo despreciaban por “ignorante, fanático y, sobre todo, por mantener valores corporativos”,74 como sucedía con artesanos e indios. Tales contradicciones, pero también el conjunto de intereses de la llamada “gente de bien”, condujeron a la crisis y al fracaso. En cuanto a Guerrero, al no aceptar la derrota y apelar a la soberanía popular y la rebelión para imponerse, traicionó, junto con el resto de sus seguidores, parte de lo que defendía. Fue así como los líderes del Partido Popular perdieron sus bonos de crédito y legitimidad.75

El punto final del mandato de Guerrero fue un pronunciamiento iniciado en diciembre de 1829. El reclamo de las fuerzas oponentes era la inconstitucionalidad de los poderes extraordinarios que el presidente se había atribuido debido a la invasión de Barradas a Tampico.76 Los principales comandantes del país pronto se adhirieron a la causa en contra de Guerrero, y los gobiernos estatales, que además no habían votado por él, no lo apoyaron, cobrándose así lo hecho por Guerrero y el Partido Popular.

En el mismo diciembre, el general Luis Quintanar, comandante de Guadalajara, se pronunció a favor de los rebeldes, y junto con Pedro Vélez y Lucas Alamán formaría parte del Poder Ejecutivo interino que se integraría en espera de que el vicepresidente, Anastasio Bustamante, se hiciera cargo. Así, el gobierno de Guerrero concluyó en febrero de 1830, cuando el congreso lo declaró “imposibilitado para gobernar”, en una actitud de tinte personal, más que atenta a las implicaciones de su gobierno. (De cualquier modo, ya desde enero, Bustamante se había hecho cargo del ejecutivo.)

La respuesta de Guerrero fue la guerra civil, que comenzó en el sur y duró casi todo el año, hasta que el ejército federal se fue imponiendo. Todavía un triunfo de Nicolás Bravo, que apoyaba al antiguo caudillo insurgente, antecedió a la captura de éste. El gobierno había hecho un arreglo con un marino genovés, Francesco Picaluga, quien capturó a Guerrero y con artimañas lo condujo a Huatulco, donde lo entregó al capitán Miguel González. Escoltado hasta Oaxaca, a fin de ser juzgado por conjura y rebelión, Guerrero fue fusilado el 14 de febrero de 1831.77

Su muerte cerró un ciclo que, pese a dificultades, podría calificarse de esperanzador, como lo hace Fowler:78 la esperanza de que la recién constituida nación saliera adelante y pudiera tomar su lugar “en el concierto de las naciones”, según expresión de la época. La misma esperanza que el autor de las Seis noches… refleja en su pedagogía política. En realidad, se daba el primer paso hacia otro ensayo de gobierno, pero, sobre todo, se afianzaba una forma de “hacer política” basada en los pronunciamientos; Santa Anna, su mayor signo.

Esa nueva etapa se gestaría con la toma del poder por parte del general Bustamante, respaldado no sólo por conservadores, como solía llamarles la historiografía, sino por una coalición de militares y élites regionales, interesada en recuperar un conjunto de privilegios que, según sus líderes, les habían sido arrebatados. En otro sentido, puede decirse que se iniciaba el declive de la primera república federal.

La reflexión a la que induce la primera década de gobierno independiente no puede eludir el fracaso de dos hombres: Iturbide y Guerrero, firmantes del Plan de Iguala, pues tan opuestos fueron sus regímenes como cercanas las vías de su ascenso al poder. De ninguna manera podemos decir que fueron iguales; sin embargo, en las circunstancias ilegítimas que los rodearon y en el apoyo popular tan fuerte que recibieron encontramos dos puntos de contacto. Paradójico. Tenían prestigio entre la población —ya fueran élites o sectores populares— que les garantizó popularidad; tenían también extensas clientelas construidas a partir de su imagen y hazañas, pero incluso sus seguidores terminaron por retirarles la confianza. Cada uno de estos aspectos los acerca, pero, sobre todo, importa decir que su actuación marcó el devenir de México: enorme dificultad, incluso de los mejores, para ser fieles a sus banderas y grupos de apoyo, y no menos dificultad de éstos para encauzar a sus líderes y hacerles respetar las demandas populares.

Esos fueron los acontecimientos de los años subsecuentes a la publicación de las Seis noches…, e importaba conocerlos para poner en perspectiva lo que en dicho folleto se nos narra. Regresemos ahora a ese mundo que dio lugar a las funciones de títeres.

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Aquel donde vivía nuestro autor era un mundo de voces: el pregón callejero, la charla, el sermón, la arenga y consigna política, la oratoria oficial, los gritos en la plaza y el mercado, la broma y el chiste, la comunicación cotidiana. Era también un mundo corporal: la caminata, el paseo, la alimentación, el sexo, el baile, el espectáculo teatral, los trabajos que hoy día realizan parcial o totalmente máquinas… Desde luego, la letra tenía una presencia importante y, sobre todo, un carácter restringido como saber especializado; pero letra y voz confluían a menudo, especialmente en el teatro, donde la danza y la expresión gestual afinaban su vínculos mediante la representación en vivo de la palabra escénica. En el lado opuesto, la plaza: donde la cultura letrada quedaba reducida al mínimo ante el caos de la mercancía y la alimentación: vivos y muertos, frutas y carnes, precios y pregones, hábitos letrados y, sobre todo, hábitos ancestrales del gesto y la oralidad (las señas, el estilo del grito, el léxico popular, los juegos de palabras, el regateo, las formas de convencer), la broma a flor de piel, la alusión sexual, escatológica o de rebajamiento, la vida y la muerte en convivencia. Para hacerse oír, la palabra, en ese ambiente a cielo abierto, se emitía a voz en cuello y se estilizaba, o se dulcificaba en la seducción, a menudo graciosa, del regateo. Y no faltaban tampoco, en plazas y mercados, los bailes y manifestaciones teatrales y parateatrales.

El deslizamiento hacia la caricatura y la expansión corporal que da la apertura y la variedad de formas y discursos que confluyen en plazas y mercados cobraba rango de especialización en una forma singular de teatro: la farsa titeresca. Se dice, por ejemplo, que Leandro, uno de los Rosete Aranda, titereros de nuestro siglo XIX, portaba consigo siempre un estilete y algunos trozos de madera:79 bastaba un momento para que empezara a esculpir la imagen de su interlocutor o de algún personaje que hubiera llamado su atención. Así, aquel titerero legendario se nutría de calles y plazas, cafés y vinerías, mercados y expendios de pulque, para los personajes de su elenco. No menos debe de haber sido el caso con respecto al lenguaje. El titerero es hábil no sólo en el trazado de figuras y en la coreografía que debe caracterizarlas, sino en el acento exagerado de los giros lingüísticos. Sabe oír y sintetizar para un estilo cómico que emite verdades, señala defectos, enfatiza bonhomías y elogia virtudes. En el teatro de títeres, como en la plaza o en la fiesta, si aparece la risa, cualquiera puede ser envuelto en ella, pues basta reírse de otro para exponerse a su propia risa. De ahí el carácter expansivo e igualitario de ésta, que en tareas colectivas funciona como un relajamiento natural entre labores, donde risa y trabajo se ven reforzados a la hora, por ejemplo, del almuerzo o los errores en la faena: se celebra la vida y la comida, se celebra incluso el error y se critica sin encono. Tal plataforma estilística es uno de los rasgos de la cultura popular al que Mendívil, autor de las Seis noches… se vio inclinado.

Nuestro autor tenía un problema por encima de todos: cómo deslindarse de una opinión pública que no aprobaba, aun cuando le veía ciertas virtudes, y cómo generar un estilo distinto de opinar. Se trataba de hacer circular verdades sin ofender, de no gastar la tinta en descalificaciones del enemigo ni venganzas personales (como era común entre los panfletistas de la época,80 de los que busca deslindarse). Mendívil no hallaba en la opinión pública del momento —nutrida de folletería y publicaciones de todo cuño— la mejor fórmula para sus fines. Necesitaba hablar por extenso y con verdad, pero, además, se proponía una solución de carácter ético y político, y hacerla llegar de manera que fuera fácil de aceptar: con diversión. Quería quejarse de sus problemas individuales y denunciar los horrores de la vida nacional. La voz del teatro de marionetas le ofrecía una solución, porque brindaba modos de decir y actuar, pero, además, de integrar equilibradamente la relación crítica con la cosa pública en la interacción entre autor, texto y lectores. Ese teatro era una tradición importante en Nueva España, y al pasar a la vida independiente había conservado su fuerza. El mundo marginal y popular de la caricatura grotesca en movimiento ofrecía un sustento a sus creadores, pero también un vehículo de diversión y examen en torno a la vida: era el grito permitido de la comicidad, relativamente aislado por su condición de espectáculo de barriada y su lenguaje soez, pero sólo en apariencia distante de lo letrado y del centro urbano, pues hasta a los arrabales se hacían conducir o se internaban personajes como nuestro autor, a fin de divertirse.

Oralidad y escritura se hallan, pues, en continua divergencia y convergencia: para una, lo escrito es ajeno o distante, pero eleva y fija, confiere una elegancia o un buen decir de los que a menudo se burla aunque no deja de admirar ni de, en ocasiones, necesitar, si bien en su recurso a lo letrado incurre en una ambivalencia que le impide pronunciar correctamente o le impulsa, de modo irresistible, a la burla de las palabras ajenas. Para la otra, la letrada, lo oral y callejero es divertido pero vulgar, jocoso pero bajo y elemental, limitado para la sutileza y las complejidades; y sin embargo la informalidad, lo inestable, lo libertario y gritón, lo colectivo e hilarante, lo directo, breve y aun duro de la palabra callejera es también un modo de decir y aceptar aquello de lo cual la palabra culta se avergüenza o teme más que nada: lo corporal y las grandes verdades, así como el destronamiento o la crítica constante a las jerarquías y a toda autoridad, sobre todo la oficial.

De modo que Mendívil afilaba su pluma en el teatro de marionetas, a su pesar, nada ajeno en ello a la tendencia de los folletinistas de la época, cuyo sarcasmo e ironía combinaban lo culto y lo popular en un afán correctivo y polémico que por momentos alcanzaba la crueldad y el escarnio más directo. Ahora podía —pluma universitaria seguramente— gritar desde el escritorio, reírse desde la íntima formulación de una falsa crónica. Integraría así refranes, fábulas, baile, canciones, charlas de café y cantina, reflexiones teatrales, alusiones al Quijote, folletería de la época, habla popular y habla culta, parodia de acentos extranjeros y formas dialectales, en una estructura textual que evoca la alucinación especular de Las meninas o los prólogos manieristas de Cervantes, donde el autor-narrador se ve a sí mismo describiendo el teatro donde él mismo se encuentra observando una obra titeresca que, a su vez, lo incluye. Desde luego, la decisión de no firmar la obra se debe a que el anonimato —semejante a las voces de la plaza o el grito callejero entre la multitud— confiere una libertad que de otro modo quedaría comprometida. El autor no firma y sí, pues él mismo se hace identificar cuando indica en una escena clave que el títere que denuncia su condición laboral le es conocido, y se solidariza del todo con su discurso, segmento algo fuera de tono con respecto al resto del espectáculo (y del folleto mismo), como reconoce el propio narrador.

A juicio de Maravall, “el hombre del Barroco piensa que disfrazándose se llega a ser uno mismo; el personaje es la verdadera persona; el disfraz es una verdad. En un mundo de perspectivas engañosas, de ilusiones y apariencias, es necesario un rodeo por la ficción para dar con la realidad”.81 Si el Barroco nos parece ahora muy distante, no era así para los años que inauguran el México independiente. A ese rodeo por la ficción, además, nuestro autor añade una pedagogía teatral que la Ilustración acentúa, ávida de superar los estigmas oscurantistas del Siglo de Oro español y la edad novohispana.

La voz popular, así, tonifica la protesta seria e individual del empleado gubernamental, pues en un contexto de bromas, risa, baile, refranes, gritos, maromas alusivas al oportunismo de la clase gobernante y juegos verbales de todo tipo —en donde además los grupos populares acentúan su dimensión ética— aun lágrimas o quejas son tolerables y superadas. La conciencia ilustrada del individuo otorga densidad a una cultura popular inmersa en la sobrevivencia y la confianza en la vida; distante, por ello, de una crítica elaborada o discursiva, pero, a cambio, atenta a la acción reivindicatoria basada en la memoria oral.

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Hemos hablado al principio de una tensión entre cultura letrada e iletrada que se manifiesta en la escena del saludo entre el narrador, el titerero y el escribano que tiene su negocio en las proximidades del Parián. La presencia del titerero ahí no era infrecuente, y la motivaba un mismo tipo de negocio: que el escribano le pasara al papel unos versos, ahora para el baile de títeres destinado a representarse esa noche —al parecer alusivo a las especulaciones a que daba lugar, incluso en las oficinas de gobierno, la escasez de mercancías. Prunela, pues, no escribe, aunque ejerce los rudimentos del verso.82 Por otro lado, cuando un amigo del narrador le pregunta, en la tercera noche de marionetas, si él mismo es autor de los argumentos, aclara: “no señor, no soi autor de eso: yo nomás menio los monitos; pero cuanto platican y cantan en el tiatro lo tengo escrebido por dos astudiantes de san Alifonso que van todos los días a la Universalidá”. También, a lo largo de todo el relato, se hace notar la peculiar maestría de Prunela en el manejo de títeres. De modo que a su arte manipulador y coreográfico se alía la destreza crítica de dos universitarios abocados a la criba de males y defectos nacionales. Y con ella se enriquece el mismo Prunela. Letra, voz y corporalidad se asocian; inteligencia culta e inteligencia tradicional confluyen incluso en el canto, aunque en otros ámbitos diverjan; por ejemplo, cuando el narrador y el evangelista del Parián intercambian miradas sonrientes ante la prosodia y el léxico del titerero, salpicados de palabras propias de capas socioculturales distintas a la de Prunela, y cuya correcta pronunciación y grafía desconoce (el narrador advierte, en algún pasaje, que a menudo no es Prunela el creador de los disparates que emite, sino las voces de quienes, por ejemplo, discuten en las “casas de recreación social”). Narrador y escribano, versados en la letra, observan con amistad a Prunela, y evitan censurarlo, ya que es más fuerte la admiración y el reconocimiento a su trabajo y sus calidades humanas. Por su parte, el amigo del narrador y este mismo no aprueban la música o algunos de los hábitos de “la casa de las lechugas”, donde tienen lugar las representaciones, no muy lejos, por cierto, del callejón de Titiriteros.83

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La recepción de este tipo de obras no era siempre fácil porque, además de la inestabilidad nacional y las probables consecuencias para sus autores —pese a una libertad de prensa muy debatida—, debemos considerar el alto porcentaje de analfabetos (9.9 de cada 10 habitantes), los costos de impresión y venta, y la discrecionalidad con que parecían circular al menos al momento de dejar las manos de sus emisores. Más que de un secreto, se trataría de no exhibirse como autor y, sobre todo, como suscriptor. Mendívil nos dará indicios de ello al publicar la Función extraordinaria…, hacia julio de 1828, firmada sólo con iniciales, aun cuando la libertad de prensa era mayor que en casi todo el siglo. Por otro lado, en sus páginas iniciales y finales el autor advierte de la necesidad de suscribirse al tiraje de algunas obras que planea, y de cómo los confidenciales patrocinadores serán notificados, a su tiempo, del lugar de entrega de los ejemplares. Desde luego, otra cosa era cuando las copias andaban ya entre los papeleros de toda edad. Los papeles se voceaban aun contra toda prohibición,84 porque ése era un medio imprescindible para su venta al picar la curiosidad del lector.

La circulación de esa folletería fue prolongada y fecunda. Las diversas colecciones que se conservan son muestra de aquella nutrida imprenta, así como la preocupación constante por la libertad de prensa y la opinión pública. Mendívil la reflejaría en una nota al pie de más de 8 páginas, al final de la Función extraordinaria… Censura a falsos patriotas y a aquellos que se extravían en elogios surgidos de la opinión popular. Señala que deben ser prudentes y no dejarse llevar por la adulación ni por el solo fuero interno o el miedo a la impopularidad, o incluso por un falso acatamiento de la voluntad general que no esconde más que el interés personal. Si bien admite que “el pueblo tiene cierto tacto que pocas veces se equivoca, y conviene empezar siempre por creer, ó á lo menos sospechar que tiene razón”, no deja de subrayar que “a veces una chusma indecente logra con sus ridículos aplausos convertir en asesinos de la pátria, los que podrían ser sus más fuertes apoyos”,85 como si hablara a la multitud de panfletistas que polarizaban la opinión con un populismo a veces discutible, y a los funcionarios de todo corte que perdían fácilmente la objetividad.

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La obra que transcribimos se resguarda en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México. Es un volumen de 120 páginas en octavo (15 por 10 cm), impreso por doña Herculana del Villar y Socios en la calle de Capuchinas, número 1, ciudad de México, hacia junio de 1823, y encuadernado con posterioridad en un tomo misceláneo de corte jocoserio, que incluye catecismos paródicos y otros opúsculos similares de la primera mitad del siglo XIX.

Nuestra edición no tiene por objeto central la recuperación de la voluntad del autor, sino, junto con ella, conservar los errores y variantes —producto del azar, la falta de recursos económicos y, eventualmente, la escasa formación de los tipógrafos— como elementos adicionales a la voluntad autoral. Por ello, hemos decidido mantener sus defectos tipográficos a fin de ilustrar tres puntos: a) el carácter temático en la obra de la mala calidad de la producción tipográfica local (tanto en presentación como en gramática); b) el carácter temático-estilístico de las tensiones entre letrados e iletrados en torno a la norma del lenguaje oral y escrito (el personaje que se queja de la mala calidad de los impresos y de las imprentas no sabe hablar de acuerdo con la norma; otro personaje no sabe leer las pausas marcadas por la puntuación), y c) la circunstancia de que se luchaba por la opinión pública incluso mediante una producción tipográfica precaria. Para nosotros es importante cómo queremos leer la obra hoy, pero también cómo fue leída por sus contemporáneos a pesar de la voluntad del autor. Por otro lado, una edición facsimilar hubiera impedido algunas observaciones in situ respecto a la tipografía, así como la corrección de la fe de erratas, además de generar otros inconvenientes.

La edición se ha dispuesto sólo con anotaciones mínimas. Hemos evitado retocar la puntuación, salvo en un par de casos, entre corchetes, y siempre de acuerdo con la tendencia del original (la falta de intervención habría dejado esos pasajes en un estado de ambigüedad o difícil comprensión); tampoco hemos intervenido el uso accidentado o caprichoso de acentos y capitulares, de puntos en lugar de comas y las variantes gráficas de algunas palabras; en cambio, hemos tenido que restituir la posición de los caracteres que fueron colocados de forma anómala, ya que las formas actuales de elaborar tipografía impiden reproducir la mayoría de las incidencias de esta clase, propias de una imprenta de tipos móviles. Las omisiones y errores del cajista bien pudieron deberse a descuido, falta de tipos y, quizá, deficiencias visuales. Cabe añadir que los problemas de escritura, lectura e imprenta son objeto también, como todo en la obra, de comicidad. Ello convierte a las Seis noches… en un documento valioso por su carácter político, artístico y pedagógico, pero también por el dibujo indirecto del estado de la imprenta y la edición en aquel momento.

No hemos, pues, más que intervenido el original al mínimo, aunque ello significara un esfuerzo de transcripción a veces penoso o en apariencia innecesario. Tal decisión nos ha permitido evitar un defecto común a muchas de las ediciones que, de cualquier siglo, han proliferado en años recientes en el medio académico mexicano: la confusión entre paleografía y edición, que da pie a un cúmulo de errores e inconsistencias de lectura, transcripción y dispositio ante el cual resulta imposible darse una idea de cómo era el original (aun cuando los transcriptores-editores aclaren las normas autoimpuestas, que a menudo no respetan). Al abrigo de esa confusión se imprimen, como si fueran del original, latines no entendidos y mal transcritos, modernización en el uso de mayúsculas aquí pero no allá, interpunción nueva aquí, vieja allá, palabras no entendidas interpretadas como ilegibles o como errores, y correcciones a un estilo regional y de época que se hubiera debido preservar.

Hemos anotado y mantenido las erratas, y la fe que de ellas se da en el propio impreso, pero le hemos añadido, en negrillas, el descubrimiento de algunas más. Destacamos también en negrillas, con una doble línea —//— y entre corchetes, el cambio y número de página del original. Inevitablemente, volverá a intervenir el duende de la errata, habrá errores de copia o algún criterio discutible, pero en compensación el lector tendrá en sus manos una transcripción que no sólo proveyó de una plataforma de ejercicio y análisis a los miembros del seminario del que esta edición emana, sino que presenta un aspecto mucho más nítido que la mayoría de las ediciones facsimilares, a menudo ilegibles en diversos pasajes, o que en el mejor de los casos terminan sólo por servir, con deficiencia, a la curiosidad del especialista, lejos de una lectura cabal.

Así pues, la presente edición forma parte de los trabajos correpondientes al proyecto PAPIIT IN404509-3, El Contacto entre Cultura Letrada e Iletrada como Vía No Formal de Trasmisión de Saberes en el Siglo XIX Mexicano, auspiciado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM entre 2009 y 2011. Gran parte de la discusión de los presupuestos metodológicos que la hicieron posible, así como la revisión de la transcripción y el texto introductorio se llevaron a cabo en el seminario organizado dentro del proyecto. A todos los participantes en dicho seminario, así como a los dictaminadores —cuyos agudos comentarios nos permitieron realizar importantes mejoras—, les expresamos nuestro infinito agradecimiento.

Juan Leyva

Rosalina Ríos

NOTAS

1 La zona donde se ubicaba el callejón del Vinagre, barrido quizá por la avenida que hoy se conoce como Eje 1 Oriente (Anillo de Circunvalación), no ha perdido su estirpe marginal, y era un lugar no sólo fuera de la traza —bordeado de canales y zonas pantanosas—, sino refugio de migrantes, población flotante, artesanos y vendedores de frutas y verduras, así como de ladrones y otros grupos en los límites de la ley, como tres décadas más tarde atestiguará un mesón considerado verdadero “abrigadero de mal hechores”, ubicado en el Puente de Solano, inmediato a la iglesia de La Soledad. Véase “Averiguación sumaria sobre el robo perpetrado en la cerería de la calle del Empedradillo, contra Jozé Ma[ría] Alquiciras (a. El Yndio) y socios, instruida conforme a la ley, del 11 de abril del presente año [1853]”. Archivo General de la Nación, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, caja 296, exp. 96, 189 ff., f. 45v. El hallazgo del documento lo debemos a Francisco Javier Beltrán; en su calidad de becario del proyecto que dio lugar a esta edición, convirtió a ese expediente en el centro de su propia investigación.

2 El propio término parián, proveniente del tagalo y que significa “mercado”, indica el sello del lugar, probablemente inaugurado o fortalecido a raíz del comercio con Filipinas y otros puertos del itinerario de la Nao de China.

3 Sobre los evangelistas o escribanos públicos de México: Judith Kalman, Escribir en la plaza, México, Fondo de Cultura Económica, 2003. El libro es sobre todo un análisis de las prácticas de lecto-escritura pública en colaboración (cliente-escribano), en la plaza de Santo Domingo de la ciudad de México hacia fines del siglo XX. Como oficio tradicional que sin embargo se actualiza cada día, la escribanía pública vincula, en su carácter intermedio, de umbral, el pasado y el presente de ciertas prácticas culturales, de la misma manera que vincula la calle y lo iletrado con el mundo interior de oficinas, burocracia, mercado y gobierno, tal como ocurría con los escribanos que en el siglo XVI se asentaron en el portal de Mercaderes.

4 Silvia M. Arrom, “Protesta popular en la ciudad de México: el motín del Parián en 1828”, en Silvia Arrom y Fernando Ortoll (coords.), Revuelta en las ciudades. Políticas populares en América Latina, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa, 2004, pp. 83-116.

5 El folleto se publica sin firma, pero algunos indicios (menciones y alusiones en el texto) hacen pensar que su autor es Juan Camilo Mendívil, protagonista de una queja como empleado inserta en la sexta noche. Un folleto de 1828, titulado Función extraordinaria de títeres májicos en el callejón del Vinagre, México, Oficina de la Testamentaría de Ontiveros (se conserva en el Centro de Estudios de Historia de México CARSO), confirmaría el dato, pues se presenta como continuación de las Seis noches… y obra del mismo autor, con la firma “J. C. M.” (p. 125). A pesar de ello, cabe señalar que en las Seis noches… se afirma que su autor es El Tocayo de Clarita, pseudónimo, al parecer, de José Ignacio Paz, muy conocido en la época. La Función extraordinaria… es un pequeño volumen de 126 páginas en octavo (igual que las Seis noches…), donde el autor, aunque mantiene una actitud de sobrio respeto a Iturbide, a diferencia de la primera obra, asume una posición política mucho más definida: se declara partidario del federalismo y el liberalismo, ataca directamente a los escoceses o conservadores, y a Nicolás Bravo por su intento de golpe de Estado, y aun se alínea con Guerrero, sin dejar de criticar los excesos de la opinión pública y las veleidades tanto de gobernantes como de gobernados, a medida que la desinformación y falta de claridad política los orilla a decisiones contraproducentes e incluso frívolas. Muestra también su preocupación por una posible reconquista y retoma preocupaciones sobre la ciudad de México expresadas desde la primera obra, como la inadecuada ubicación de vendedores callejeros, la imprudencia de cocheros y cargadores o la ineptitud de la gendarmería ante la delincuencia. Finalmente, una sección de fábulas en verso puntualiza las preocupaciones cívicas de justicia, honradez, patriotismo, buen juicio, tolerancia y justo reconocimiento al trabajo, en contraposición a las influencias y las relaciones interpersonales como elementos de colocación en los empleos. La obra está mucho mejor impresa que las Seis noches… y se presenta como una continuación que se propone mantener el ambiente crítico e hilarante de su predecesora, aunque en realidad no consiga más que un estilo formal donde la risa queda reducida y finalmente superada por las preocupaciones de orden polémico y analítico, entre las que casi todo lo teatral desaparece junto con el titerero Prunela, y ambos factores se convierten sólo en meros motivadores del discurso político.

6 F.-X. Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, MAPFRE / FCE, 2.ª ed., 1993.

7 L. Suárez de la Torre, Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora / UNAM, 2001.

8 L. Suárez de la Torre, Constructores de un cambio cultural. Impresores-editores y libreros en la ciudad de México.1830-1855, México, Instituto Mora / Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2003.

9 B. Clark y E. Speckman, La república de las letras: asomos a la cultura escrita del México decimonónico, México, UNAM, 2005.

10 C. Gómez Álvarez, “Libros, circulación y lectores de lo religioso a lo civil (1750-1819)”, en Cristina Gómez Álvarez y Miguel Soto (coords.), Transición y cultura política. De la colonia al México independiente, México, UNAM, 2004, y C. Gómez Álvarez, Navegar con libros. El comercio de libros entre España y Nueva España (1750-1820), Madrid, Trama / UNAM, 2011.

11 Los trabajos en torno a la prensa son muy abundantes y muestran la enorme importancia adquirida por este medio en la centuria decimonónica; incluso se han desarrollado hasta el momento un buen número de encuentros nacionales e internacionales sobre historia de la prensa, de los cuales se han originado algunos libros y se ha formado un consistente grupo dedicado a esta empresa. Véase <http://www.historiadoresdelaprensa.com.mx/novedades.shtml>. Algunos de estos libros son: Sonia Lombardo, El siglo de Cumplido. La emergencia del periodismo mexicano de opinión (1832-1857), México, UNAM, 2002; Celia del Palacio Montiel (coord.), Rompecabezas de papel. La prensa y el periodismo desde las regiones de México. Siglos XIX y XX, México, Universidad de Guadalajara / CONACYT / Miguel Ángel Porrúa, 2006; Miguel Ángel Castro (coord.), Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855), México, UNAM, 2001; C. del Palacio Montiel (coord.), Siete regiones de la prensa en México. 1792-1950, Guadalajara, Universidad de Guadalajara / CONACYT / Miguel Ángel Porrúa, 2006.

12 L. Coudart, “Difusión y lectura de la prensa”, en L. Suárez de la Torre (coord.), Empresa y cultura…, pp. 343-355; “En torno al correo de lectores de El Sol (1823-1832)”, en C. Gómez Álvarez y M. Soto (coords.), op. cit., pp. 67-107.

13 N. Girón y otros, Folletería mexicana del siglo XIX (etapa 1), México, CONACYT / Instituto Mora, 2004 (disco compacto). También de la misma autora, “El proyecto de Folletería Mexicana del Siglo XIX: alcances y límites”, en Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, núm. 39 (1997). En ese mismo número aparecieron otros textos también dedicados a la folletería, pues se trató de un número especial.

14 R. Rojas, La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión pública en México, México, CIDE / Taurus, 2003.

15 M. E. Vázquez Semadeni, La formación de una cultura política republicana. El debate público sobre la masonería en México, 1821-1830, México, UNAM / Colegio de Michoacán, 2010.

16 E. Chávez Lomelí, Lo público y lo privado en los impresos decimonónicos. Libertad de imprenta (1810-1882), México, Porrúa, 2009.

17 A. Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México, México, CIDE / UNAM, 2002; idem, “El radicalismo republicano en Hispanoamérica: un balance historiográfico y una propuesta de estudio”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 41, 2011, pp. 29-52; idem, “El partido popular en México”, Historia y Política, núm. 11, 2004, pp. 35-64.

18 P. Guardino, “Democracy in the Other America: Citizenship in Mexico and the United States in the Early Nineteenth Century”, conferencia presentada en la Universidad de Yale. <http://www.yale.edu/macmillan/lais/democratic-tradition/papers/GuardinoYale2011.pdf>; Richard A. Warren, Vagrants and citizens. Politics and the masses in Mexico City from Colony to Republic, Lanham, Rowman and Littlefield, 2007.

19 No obstante, a perspectivas tan optimistas se opone la de Fernando Escalante en Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana –Tratado de moral pública–, México, El Colegio de México, 1992.

20 Timothy Anna, El imperio de Iturbide, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Alianza, 1991, pp. 13-19.

21 Josefina Zoraida Vázquez, “Los primeros tropiezos”, en Historia general de México, México, El Colegio de México, 2000, pp. 560-561.

22 Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853, México, UAM-Iztapalapa / El Colegio de México, 1996.

23 S. Arrom, op. cit.; R. Warren, op. cit.

24 T. Anna, op. cit., p. 21.

25 Rafael Rojas señala que ese primer Congreso Constituyente tenía “una raíz corporativa”. Op. cit., p. 95. Véase también A. Ávila, En nombre de la nación…, pp. 214-218, quien señala que no era así.

26 Otra característica del congreso fue su doble signo: participaban quienes tenían la experiencia de Cádiz y también quienes no tenían experiencia parlamentaria alguna. Alfredo Ávila, “Agustín de Iturbide”, en Will Fowler, Presidentes de México, vol. I, México, Fondo de Cultura Económica, p. 34.

27 Ivana Frasquet, Las caras del águila. Del liberalismo gaditano a la república federal mexicana (1820-1824), Castellón, Universitat Jaume I, 2008, pp. 131-132.

28 A. Ávila, op. cit. pp. 36-37 e Ivana Frasquet, op. cit., pp. 131-132.

29 A. Ávila, op. cit., pp. 38-39.

30 Basta decir que, por ejemplo, José María Bocanegra, diputado por Zacatecas, relata que los ayuntamientos de la capital de esa provincia y el de Aguascalientes les entregaron a los diputados que marchaban a la ciudad de México dos pliegos con instrucciones sobre qué debían promover en el congreso “para el bien particular y común”, e incluían, entre otros asuntos, la inclinación por la monarquía moderada para construir la nación. José María Bocanegra, Memorias para la historia del México independiente, 1822-1846, México, Instituto Cultural Helénico/ Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana / Fondo de Cultura Económica, 2 vols., vol. 1, p. 19.

31 T. Anna, op. cit., p. 39, da las cifras de 67 y 15. La revisión del papel de Iturbide en el proceso de construcción del Estado-nación está en marcha. Puede verse el sugerente artículo de I. Frasquet, “La ‘otra’ independencia de México: el primer imperio mexicano. Claves para la reflexión histórica”, Revista Complutense de Historia de América, vol. 33 (2007), pp. 35-54.

32 A. Ávila, op. cit., p. 39.

33 Michael Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835). Un estudio de los partidos políticos en el México independiente, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 21.

34 A. Ávila, op. cit., p. 49.

35 Loc. cit.

36 T. Anna, op. cit., p. 139.

37 I. Frasquet, op. cit., p. 161.

38 T. Anna, op. cit., p. 141.

39 Ibid., p. 142.

40 Ibid., p. 144.

41 Ibid., p. 146.

42 T. Anna, op. cit., p. 150.

43 A. Ávila, op. cit., pp. 46-47.

44 No obstante, “El baile del billete”, en la noche quinta (pp. 82-86) podría ser una alegoría satírica de lo ocurrido a Iturbide y su gabinete, a quienes, como al personaje que se saca la lotería con un billete falso y a sus invitados, poco les dura el gusto del baile y el lujo, y se ven obligados a devolver el premio, aun cuando ya habían gastado buena parte.

45 Anne Staples, “Alfabeto y catecismo, salvación del nuevo país”, Historia Mexicana, núm. 31, vol. 29 (1979), pp. 35-58. Al menos para Puebla, la enseñanza lancasteriana parece haber comenzado antes, en 1814 (Mónica Alejandra Rosales Salazar, “La junta de caridad y sociedad patriótica para la buena educación de la juventud. Puebla, 1813-1829”, tesis de licenciatura en Historia, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2008).

46 Francois-Xavier Guerra, “La difusión de la modernidad: alfabetización, imprenta y revolución en Nueva España”, en F-X. Guerra, op. cit., pp. 275-318.

47 Como señala Rojas, luego de la caída de Guerrero la cuantiosísima producción de panfletos que caracteriza al periodo disminuye notablemente debido a las medidas restrictivas posteriores a su gobierno. Op. cit., pp. 174 y 194.

48 Sobre los gabinetes se ha investigado poco, pero puede verse Lilia Guiot, “El competido mundo de la lectura: librerías y gabinetes de lectura en la ciudad de México, 1821-1855”, en Laura Suárez de la Torre (dir.), Constructores de un cambio cultural…, pp. 437-510, quien recupera un dato del periódico el Indicador, según el cual para 1833 todos los estados de la federación contaban con gabinetes (p. 499). El propio Fernández de Lizardi llegó a fundar uno (la Sociedad Pública de Lectura), donde se proponía difundir la prensa entre la población menesterosa; más tarde lo hicieron también Lucas Alamán y José María Lafragua. Véase René Nájera Corvera, La isla de Saucheofú: Fernández de Lizardi, educador, México, El Caballito, 1986; A. Staples, “La lectura y los lectores en los primeros años de la vida independiente”, en Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México, 1988, pp. 94-126. Gabinetes como el de Lizardi cobraban una cuota mínima por dar acceso a los periódicos, y es probable que los otros sitios de lectura también lo hicieran. Personal responsable y voluntarios que supieran leer podrían haber coordinado sesiones de lectura en voz alta, como ocurría espontáneamente en librerías y cafés, talleres artesanales, tienditas y otros sitios donde se juntaba gente con el tiempo y la disposición necesaria para oír lecturas y dar cauce a la curiosidad a que muchas veces movían los propios voceadores de periódicos y folletos, desde muy al inicio del siglo XIX. En las propias Seis noches… y en su obra de cinco años más tarde, Función extraordinaria…, Mendívil da cuenta de estas lecturas colectivas. Por su parte, José Ortiz Monasterio, “La revolución de la lectura durante el siglo XIX en México”, Historias, núm. 60, 2005, pp. 57-75, ha hecho una importante investigación de los distintos modos de lectura en aquel siglo.

49 Daniel O. Mosquera, “Consacrated transactions: of marketplaces, passion plays and other nahua-christian devotions”, Journal of Latin American Cultural Studies, vol. 14 (2005), núm. 2, pp. 171-193.

50 Al parecer, una suerte de supervisor o encargado de pesos y medidas (Diccionario de autoridades, Madrid, Gredos, 1990, s. v.: “fiel”).

51 Diario de México, 14 de septiembre de 1810.

52 Tanto de su carrera burocrática, como de la de Mendívil, hay pruebas fehacientes en archivos como el General de la Nación, Histórico de la Ciudad de México, Centro de Estudios de Historia de México CARSO, y en Linda Arnold, Directorio de burócratas, México, Archivo General de la Nación, 1980, idem, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Grijalbo, 1991, y Juan Antonio de Unzueta, Adición a la memoria que sobre la renta del tabaco, presentó el día de ayer al soberano Congreso Constituyente, el ciudadano…, México, 1822 (s.p.i.).

53 Cuatro de cuyos más importantes repositorios son la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional de México, la SUTRO Collection de la Universidad de California, la Nettie Lee Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas en Austin y la Latin American Pamphlets de la Universidad de Yale, de la cual tenemos una copia de la sección mexicana (la más grande) en la Biblioteca Nacional de México.

54 Véase Warren, op. cit; Guardino, art. cit., y Vázquez Semadeni, op. cit.

55 T. Anna, “Guadalupe Victoria”, en Fowler, op. cit., pp. 60-62.

56 Concedía a los estados 46 por ciento de los impuestos recaudados en la época colonial por el gobierno virreinal, mientras que los estados acordaron pagar un subsidio mensual que llamaron contingente. También se aplicó el contingente en el caso de los hombres que cada estado debía enviar para sumar al ejército. T. Anna, “Guadalupe Victoria”, p. 62.

57 Bárbara Tennenbaum, México en la época de los agiotistas, 1821-1857, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.

58 Josefina Zoraida Vázquez, “La economía”, en Historia de México, México, Salvat, vol. 11, pp. 1865-1873.

59 A. Ávila, “El partido popular en México”... También Torcuato di Tella, Política popular y nacional en México, 1820-1847, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.

60 M. Costeloe, op. cit., pp. 171-180.

61 Ibid., p. 182.

62 El llamado Partido Popular fue formado prácticamente después de caer el imperio con miembros que inicialmente habían apoyado a Iturbide y quienes, desde esta nueva posición, siguieron fomentando, como una de sus políticas, el odio a los “gachupines” y la movilización popular.

63 M. Costeloe, op. cit., pp. 193-195.

64 Ibid. p. 201.

65 A. Ávila, op. cit., p. 60.

66 Loc. cit.

67 M. Costeloe, op. cit., p. 205.

68 S. Arrom, art. cit.

69 Otras ciudades donde hubo motines relacionados con las elecciones fueron Puebla, en diciembre de 1828 y Sombrerete, Zacatecas, en enero de 1829. Véase Guy P. C. Thomson, Puebla de los Ángeles: industry and society in a Mexican city, 1700-1850, Boulder, CO, Westview, 1989, pp. 206-208. Rosalina Ríos, “Popular uprising and polical culture in Zacatecas. The Sombrerete uprisings, 1829”, The Hispanic American Historical Review, vol. 87 (2007), núm. 4, pp. 528-535.

70 “Cartas a Vicente Guerrero”, Boletín del Archivo General de la Nación, 1950, núm. 3, pp. 466-467.

71 Desde la clausura, hacia 1576, del Colegio de Santiago Tlatelolco (escuela para formar clero indígena), las élites novohispanas tomaron medidas para modular el acceso de la población local a la letra, la educación superior y las carreras que de ella se desprendían, tanto por razones de competencia como de desconfianza ante la perspectiva que así podrían tomar los colonizados, y también debido a la transformación paulatina en las estructuras de gobierno. Un trabajo clásico al respecto es el de Margarita Menegus, “Dos proyectos de educación superior en la Nueva España en el siglo XVI. La exclusión de los indígenas de la Universidad”, en Lorenzo Luna et al., Historia de la universidad colonial, México, CESU-UNAM, 1987. Además del tlatelolca, un colegio que impartía primeras letras para indígenas desde el siglo XVI fue el de San Gregorio.

72 M. Costeloe, op. cit., p. 205.

73 A. Ávila, op. cit., pp. 60-61.

74 Ibid., p. 62.

75 Ibid., pp. 61-62.

76 A. Ávila, “Vicente Guerrero”, en Fowler, op. cit., p. 94-95.

77 A. Ávila, op. cit., p. 96.

78 W. Fowler, Mexico in the age of proposals, 1821-1853, West Point, Greenwood Press, 1998.

79 Yolanda Jurado, “El teatro de títeres durante el porfiriato: un estudio histórico y literario”, tesis de maestría en Lengua y Literatura, Universidad de las Américas-Puebla, 1999, 2 vols., vol. 1, p. 307.

80 R. Rojas, op. cit., cap. 4.

81 José Antonio Maravall, La cultura del Barroco: análisis de una estructura histórica, Barcelona, Ariel, 1990, p. 408.

82 Más tarde, en la Función extraordinaria… (p. 6), se dice que sí escribe: ¿aprendió en el ínterin, o el dato inicial es equívoco? Quizá Prunela leía y escribía desde 1823, pero iría al escribano sólo para obtener manuscritos realizados con habilidad y pulcritud.

83 Actualmente, calle Santa Escuela, en la zona de Circunvalación y Manzanares. Véase Jorge González Angulo y Yolanda Terán, Planos de la ciudad de México, 1785, 1853 y 1896, con un directorio de calles con nombres antiguos y modernos, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/ Secretaría de Educación Pública, 1976, p. 21.

84 Así lo hace notar Mendívil cuando indica esa prohibición del gobierno de Victoria como una de tantas a las que el libertinaje de la prensa no hacía caso. Función extraordinaria…, p. 48. Se insiste en la prohibición en 1828, durante la presidencia de Guerrero, y luego en 1834, 1838 y 1846 (y aun en años posteriores). Véase Archivo Histórico de la Ciudad de México, fondo Gobierno del Distrito Federal, sección Bandos, cajas 2, exp. 54; 6, exp. 65; 10, exp. 13, y 15, exp. 94.

85 Función extraordinaria…, p. 120.

SEIS NOCHES DE TITERES MAJICOS

EN EL CALLEJON DEL VINAGRE.

La crítica y la sátira tienen preceptos; aquella debe ser juiciosa, y esta discreta. Cuanto se escribe fuera de estas reglas es reprensible, porque no se dirije á su preciso objeto: entonces pierden su caracter, y lejos de enseñar y correjir deleitando, la crítica es charlataneria, y la sátira detraccion. Los sensatos huyen de estos vicios y los que no lo son los buscan.

Con presencia de estos antecedentes se ha compuesto esta obrita, y espera su autor que serà recibida con aprecio, porque los diver- [// p. (II)] sos puntos que se tocan en ella están sostenidos de la evidencia, y exprsados1 de un modo que no cansarán á los lectores. Ellos conocerán luego luego, que la invencion no es sublime, pero confesarán que no es despreciable. Vamos entrando en materia.

Mientras que los sabios políticos se emplean tan dignamente en propagar la ilustracion dando al público importantes escritos, semilla de que han de nacer las virtudes cívicas que hasta ahora conocen pocos de nuestros compatriotas, mientras que los amantes de la verdadera libertad cívil están haciendo cruda guerra al pelmazo y socarron Don Antonio hasta conseguir aniquilarlo, si se puede, porque muda mas formas que Protéo: mientras que los robustos genios del furor y del odio apuran sus fuerzas descargando mortales gol- [// p. (III)] pes sobre la opinion del caido é in-indefenso; y mientras que los libelistas infamadores aguzan sus plumas para escribir con venenosa tinta las flaquezas de nuestros proximos, dandolas á luz circunstanciadamente con los nombres de las personas y sus clases; yo que soi calvo de sabiduria, y lampiño de política, sin tino para pensar, y sin gracia para decir, referiré á mis lectores las cosas que ví representar en una diversion pública de títeres màjicos à que asistí seis noches. Va pues de relacion.

NOCHE PRIMERA.

En compañia de un amigo con quien doi largos paseos todos los dias festivos, pasaba una tarde, en regreso para casa poco despues de las seis, por la encraucijada de un barrio, y nos llamó la atencion un convite ó cartel que estaba fijado sobre la puerta de una tabernita, y copié con lapiz porque me gustó mucho: decia asi.

Muy ilustres ciudadanos y ciudadanas de este arrabal.

Se os suplica amorosamente concurrais en gran número todas las noches de los domingos y jueves, comenzando desde esta noche, á divertiros por el corto estrupendio de medio real con los asombradisimos títeres májicos del muy afamado maistro Ambrosio Prunela, natural de su tierra que está adelante de la alta California; cuya diversion honesta se ha plantificado con todas las ceremo- [// p. 2] nias de vida y costumbres, en el suntuoso callejon del vinagre, casa de las lechugas, junto al molino de aceite: comienzan á la oracion.

¡Ensalada de títeres tenemos! dijo mi amigo, y estubimos un rato riendonos á dúo sin quitar la vista del cartel, que es muy parecido á muchos de los que diariamente se ponen en el portal, y otros puntos de esta gran ciudad; y cuando la risa nos permitió hablar, me preguntó ¿si quería acompañarlo á ver maniobrar al nuevo maese Pedro?

Yo tenia buenas ganas, pero le hice presente que nos esponiamos á un lance con los ilustrisimos ciudadanos de aquellos andurriales, pues todos andaban armados de excelentisimos tranchetes robando y matando impunemente porque no hay quien los castigue. A esto me contestó diciendo: prescinda vd. de ese temor; pues vd. con su espada, y yo con la mia dejarémos escarmen- [// p. 3] tados à cuantos ciudadanos de estos tengan la osadía de acometernos; pues sea como vd. guste, le dije, y vamos á los títeres.

Guiados del ruido de un tambor llegámos á la asombradisima titeretería, y encontramos en ella porcion de gente arrabaluna, y algunos sugetos decentes.

En el patio de la casa, que era de buen tamaño, habia un jacal competente, y debajo de él estaba el teatro, bien construido y con fondo proporcionado: entre dos bastidores una repiza pequeña, algo elevada para que no estorbase el paso, y sobre ella una linterna triangular con vidrios claro, encarnado y verde; vela negra, chica, gruesa y dura como piedra. Los títeres eran muchos, vestidos con gusto y lujo, y su estatura, media vara: el patio estaba bien iluminado con lamparas de ocote, y los asientos comodos, y colocados con órden.

Nos gustó el tren de la títeresca frasca,2 pero no la presencia del [// p. 4] afamado Ambrosio Prunela, que era monstruosa en razon de gordura, pues si lo pusieran destarado3 en una romana se creeria que era bruto su peso neto, porque no bajaria de diez arrobas; y desde luego hicimos juicio de que no saldria cosa buena de tales manos. Pronto nos desengañamos viendo la indecible ligereza y naturalidad con que daba movimiento á sus muñecos: pongase cuidado, que va à comenzar la funcion,

Sonó la orquesta, que se componia de violin, guitarra, chirimia, clarin y dos timbales muy usados: cuantos estabamos alli nos tapamos las orejas porque creimos que nos las taladraban con gruesos barrenos: en altas voces, que apenas, dejaba percibir la rechinante musica, pedimos que no se tocase mas y se nos dió gusto: en seguida salió Prunela al tablado, y arengó en estos términos.

Para inteligencia de este respeutable público, tan benino.4 ha- [// p. 5] go saber que estos títeres manijados por mi mesmo, y por tres de mis compañeros, toman la fegura, ó como se llama, de hombres, por medio de una línterna á que he dado el epitiesto de májica, por cierta treta que tiene; y en este conceuto no se asusten los señores y señoras que estubieren en cinta, ni tampoco se ascandalicen, pues todas estas cosas son de mero altrificio litado por mi corto ingeño, y en cuyas dichas cosas no tienen arte ni parte, ni ariente ni pariente, los dos prencipales enemigos malos, Belcebruno, y Asmodiego: dijo; y se sumió por un escotillon, haciendonos creer á todos que tambien se sumia el tablado, segun fue grande el ruido que hizo.

¡Que asombro!...Encendida la vela de la linterna, y alzado el telon, vimos todos en sus propios tamaños el teatro de esta Córte que presentaba5 una de sus mejores decoraciones: el circulo que formaba el patio de este coliseo májico, te- [// p. 6] nia un claro frente al foro que facilitaba la vista de bancas, lunetas y palcos: estos puntos estaban llenos de muñecos y muñecas que por virtud de la linterna parecian hombres y mugeres deltamaño natural: lo mismo sucedia con los títeres de que se componían las compañias de representado, canto y baile; todo manejado por Prunela y sus ayudantes á las mil maravillas, pues los hacian accionar con indecible perfeccion; y como la voz se daba por dentro á cada títere, tenia este expetaculo todos los requisitos persuasivos de la realidad. Se representó con caracter, decóro y buena pronunciacion (distantísima del dialecto de Prunela) una traji-comedia nueva títulada el mundo siempre así así. cuyo argumento fué el siguiente.

Un noble. astuto y valeroso cautivo que se habia grangeado la estimacion y buen concepto de su déspota señor, compadecido de la suerte miserable de todos sus pai- [// p. 7] sanos que tambien estaban en cautiverío bajo el yugo del mismo tirano, (y á quienes aflijió mucho en otros tiempos el cautivo de que vamos hablando, porque trataron de romper sus cadenas) les propuso que los sacaria de la esclavitud si lo auxiliaban en la empresa. Ofrecieronselo todos con juramento: acordose el dia; formose un plan; convinaronse los medios; diose el grito, y quedó logrado el fin.

Los redimidos colmaron de bendiciones á su redentor; lo nombraron capitan general; lo condujeron en triunfo á la capital del reino; lo victorearon por sus calles, paseos y teatro; lo coronaron Rey, y le juraron obediencia; pero como esta proclamacion no fuese fruto de la votacion general, sino obra de unos cuantos, y se dijese que desde el momento en que se vió colocado en tanta altura se le trastornó la cabeza con el humo aromatico de la adulacion, y que faltando á sus juramentos se habia de- [// p. 8] clarado déspota, empezó el descontento en primer caso, á minar los corazones de aquellos)6 que debieron al nuevo monarca mas beneficios.

Oyóse en seguida una ronca voz que dijo ¡abajo el tirano! voz que hizo tanto ruido como el trueno, y se llevó tras si á toda la fuerza armada que abandonó al nuevo Rey enteramente; movió este entónces todos los resortes de la política mas persuasiva ofreciendo ejecutar cuanto se le pidíese, despues que habia hecho todo lo que quisieron sus contrarios; pero se despreciaron sus proposiciones; lo destronaron y pusieron preso fuéra de la corte quedando encargada la custodia de su persona y familia á un General con dos mil hombres.

A la caida del Monarca siguió una terrible descarga de injurias, hasta el extremo de pregonarse por las calles y plazas sus defectos ocultos: por último se le condenó á [// 9] destierro perpetuo en pais extrangero.

Acabada la comedia, se cantó una marcha ó marchuela, de ruin composicion, pero en extremo injuriosa al desgraciado Rey, y maese Pedro, ó maese Prunela, usando de su destreza, y de las esquisitas tramoyas de su teatro, hizo saltar de la luneta al tablado, varios muñecos que alternaron con los de la compañia de canto. Despues de esta moserga7 se ejecutó por primera vez un bailecito con el nombre de la cabriola, que desempeñaron á satisfaccion, dos títeres hombres, y dos títeres mugeres: su letra, cantada á violin y guitarra (previo al repartimiento de algunos ejemplares manuscrítos) fue la siguiente.

En el barullo del mundo

se ven, sin intermision,

piruétas de la fortuna,

y cabriolas del amor.

La suerte que me alagaba

para jugarme traicion, [// p. 10]

me colocó en alto puesto

y de alli me derrivó.

Pensé conseguir amigos

con enganches de favor,

y solo me atraje ingratos,

causa de mi perdicion:

Vosotros que sois testigos

de cuanto me sucedió,

sacad el debido fruto

de esta importante leccion,

Repasad atentamente

el triste ejemplo que os doi

de que en mi adquirida gloria

en humo se convirtió.

Pues en el mundo inconstante

se ven, sin intermision,

piruetas de la fortuna,

y cabriolas del amor.

Concluido, con mucho aplauso, este bailecito, se bajó el telon, y los concurrentes se pusieron á platicar mientras se hacia otra cosa.

Mi compañero estaba algo taci- [// p. 11] turno, y para sacarlo de su distraccion le dije... ¡Amigo mio! ¿qué le ha parecido á vd. esto? Antes de responder suspiró, y luego me babló asi.

Ni remotamente esperaba lo que he visto en estos títeres, pues la comedia con que nos ha obsequiado el gordo Prunela, es propia para entrar en reflexiones serias. No negaré que me ha hecho mucha impresion la suerte desgraciada del destronado Rey: si su conducta lo hizo digna de ella quedaba sobradamente castigado con la pérdida de la corona.

¿A que fin tantos denuestos é improperios? El proceder de sus compatriotas fue degradado por el modo con que lo trataron ulteriormente: quitaranle en hora buena la corona; dijeranle; no eres digno de ella, y por eso hacemos esto; pero entrar â tanto descomedimiento haciendo alarde y mérito de tal conducta, es cosa que habran visto con escándalo las naciones civilizadas. [// p. 12]

Un hombre de esta gerarquía reducido á tan triste estado, es digno de compasion, y los que se la tienen se acreditan y recomiendan hasta con los extraños[;] es verdad que casi todos los Reyes abusan del poder que se les confia, porque es muy díficil que guarden equilibrio con tanta elevacion, pero no siempre son autores de las injusticias que hacen. Obrar el mal, porque tantos aduladores corrompidos y ambiciosos que los rodean; se lo presentan bajo la apariencia del bien: y por mucha que sea la viveza de los Reyes, no saben mas que lo que sus ministros y allegados le quieren decir. Por esto, y porque al fin los Monarcas son hombres, y porque en razon de su estado están mucho mas expuestos que nosotros, soi de sentir que fue tratado muy duramente el personaje de la comedia que acabamos de ver. Negáronle la compasion que la naturaleza inspira al hombre hasta en favor de los brutos, los mismos que le fueron [// p. 13] deudores de honras y mercedes: olvidaron de todo esto: olvidaron tambien, estos y los demás cautivos, del grande bien de la libertad que les alcanzó; y tanto los patricios como los agregados que hicieron causa común, se le declararon enemigos.

Dichoso mil veces el hombre que no aspirando á otra cosa que á fijarse en un pasar mediano y decoroso, no ambiciona esos brillantes destinos en que siempre mescla el mundo disgustos, afanes, amarguras y llantos. La vida de los grandes está sembrada de punzantes abrojos, así como de flores la de los medianos que saben conducirse. Cierto es que la caida que se da de una silla al suelo, poco ruido hace, y poco lastíma; pero la caida desde una torre, la cuentan todos, y quita la vida al caido.

Así sucede respectivamente en las visicitudes que se experimentan en los medianos y altos destinos: conserve vd. en la memoria estas [// p. 14] lecciones, amigo mio, y tambien la siguiente décima que aprendí de mi maestro desde que andube à la escuela: escuchela vd.

La rica diadema ó tiara

que tanto el hombre apreció,

¿qué se hizo? ¿en qué paró

sino en lo que todo para?

¡O mano del mundo avára!

si tanto el ser nos limitas,

di, para que nos incitas

á aspirar á mas y mas,

si el mentido bien que das

hasta con la honra lo quitas?

Parece que mi juicioso compañero tenia disposicion para seguir moralizando; pero le cortó la ebra el titerillo que hacia de gracioso, pues asomandose por un lado del telon, avisó que ivan á ejecutarse unas primorosas

MAROMAS.

Luego que alzaron el telon vi- [// p. 15] mos formada en el teatro una lucida compañia compuesta de los mejores maromeros españoles, habaneros y mexicanos; todos diestrisimos saltarines y equilibristas que tenian acreditada su habilidad desde los tiempos del maestro Fernando, y de su padre y abuelo; y por ser tan buenos oficiales los recibió en traspaso el nuevo dueño de la maroma: hicieron al público la acostumbrada reverencia, y comenzaron á trabajar.

Habia tres cuerdas ó reatas, y en la mitad de la principal estaba puesta en equilibrio una estatua de barro, dorado, que representaba á la fortuna; y por unas gradas truncas ó abreviadas, fueron subiendo los saltantes de dos en dos: cuando todos estubieron arriva, se formaron y dieron tres paseos, sin hacer uso de timones; y siempre que pasaban por delante de la estatua le hacian acatamiento. Concluido el paseo, comenzaron lo brincos, que ejecutaban con mucha destreza, no [// p. 16] obstante lo dificiles que eran pues desde la tijera daban saltos hasta la estatua, y aunque estaban sin timones (como se ha dicho) se mantenian junto à ella en fuerza de estar incesantemente subiendo y bajando los brazos para guardar equilibrio.

Mi compañero, que estubo mirando atentamente hacer tantas cabriolas à los títeres, me dijo asi. De las cosas que, á primera vista, nos parecen mas despreciables, se pueden formar comparaciones muy adecuadas á ciertos y ciertos casos. ¿Vé ud. este pueril juguetillo de maroma? pues sepa que tiene misterio. Los títeres subiendo á las reatas por escalas ó gradas truncas; paseando por ellas sin timones; dando saltos desde la tijera hasta la estatua de la fortuna, y manteniéndose junto á ella mediante el equilibrio que se forman con los brazos; es una continuada alegoría de lo que pasa en el mundo con muchos hom- [// p. 17] bres: suben á empleos por escalas torcidas ó quebradas; se conservan en ellas sin el timon de la justicia, dan un brinco y llegan á la fortuna; se mantienen junto à ella con los equilibrios de la adulacion, de la vileza y del coecho; y por estos medios infames consiguen postergar al verdadero mêrito que ellos no conocen; pero como tienen sobrada habilidad para intrigar, y muchas conexiones, sacan partidos ventajosos de cualquiera clase de juego; es decir: que aunque gobierne Juan, ó Pedro, jamas se encuentran fuera del candelero: continuemos mirando.

Los títeres estaban á competencia en sus saltos, cuando el payaso los puso en confusion, pues con voz pavorosa les dijo. ¡Señores amitos, tengan mucho cuidado, que la maroma ha perdido su punto céntrico, y no tarda en venirse abajo!

Acababa de decir esto, cuando la estatua de la fortuna cayó al [// p. 18] suelo de cabeza, y se hizo pedazos; pero los títeres formando un alterado grupo sobre las dislocadas cuerdas, y agarrándose reciprocamente de los cabellos, y hasta de las orejas; dando brincos de aqui para allí, y de acá para allà aunque no pudieron mántenerse mas tiempo sobre las reatas, lograron caer parados y sin lastimarse.

Luego luego se repuso la maroma, y en el lugar de la estatua de la fortuna, se colocó un sol asomando por el oriente; y he aquí á los títeres otra vez sobre las cuerdas haciendo primores, y saludando al nuevo sol con entusiasmo: cayó el telon.

A poco lo alzaron, y ya estaba el teatro desembarazado de palos y mecates. Presentáronse con muy rica ropa seis títeres de ambos sexos que bailaron un sonecito titulado al sol que nace, y en el se cantó esta letra.

Muchos logran en el mundo

de todas comodidades, [// p. 19]

porque están continuamente

pendientes del sol que nace.

A este adoran mientras dura

en su carrera brillante,

y cuando á su ocaso llega

ni aun se dignan de mirarle.

Estos génios adulones,

(siempre siempre interesables)

con viles acatamientos

consiguen hacerse grandes.

No perdonan medio alguno,

aunque sea degradante,

para conseguir empleos

de buen sueldo y alta clase,

Su objeto es hacer negocio,

aunque el gran turco los mande;

venga (dicen) racion doble,

y aunque los perros me ladren.

Cortejan à todas horas

desde el ministro hasta el paje,

porque están continuamente

pendientes del sol que nace. [// p. 20]

Se bajó el telon; salió Prunela al tablado; pidió perdon de las faltas, y convidó para el jueves siguiente.

Mi amigo y yo, viviamos en una misma calle en el centro de la ciudad; llegamos; nos despedimos, y entramos á nuestras casas poco antes de las once de la noche, sin habernos sucedido otra cosa á la venida, que la muy tribial y frecuente de ser acometidos de centenares de perros, que á mas del empeño que tenian en mordernos, nos aturdieron con sus ladridos; pero esta ligera mortificacion, y otras que sufrimos los vecinos de la Córte, quizá tendrán fin cuando tenga principio su policía.

NOCHE SEGUNDA.

Desde la del domingo que me separé de mi amigo, no lo volví á ver (sin embargo de que viviamos en una misma calle) hasta el jue- [// p. 21] ves siguiente á las ocho de la mañana que pasó á mi casa con el objeto de comprometerme á concurrir con el á los títeres. Dijome que tenía destinados seis reales para otras tantas funciones, pagando la entrada por mi como lo hizo en la anterior. No fui remolon al envite, pues me hallaba dispuesto á verlas porque le habia tomado aficion á Prunela, que aunque tosquisimo en dialecto, era finisimo en el manejo de sus títeres, y no de mal gusto en la eleccion de juguetillos.

Despidiose mi camarada advertido de que lo esperaba á las cinco y media de la tarde. No faltó á la cita, y nos pusimos en camino para el agrio callejon; llegando tan á tiempo, que acabavamos de ocupar nuestros asientos, cuando se dió principio à la diversion, con mas fruto en favor de Prunela, pues fue mayor, y no mal surtida, la concurrencia de esta noche, y en la que, correjida [// p. 22] la musica, no tubimos el disgusto de oir los chirimitazos y clarinazos de la anterior. Maese Ambrosio que conoció la bondad de la entrada en el peso de su alcancia, trató de dar las gracias al público, y con este objeto salió al tablado á solo hacer reir á los concurrentes con este precioso parangocito.

Señores mios de mi alma: yo estoi ensumamente agradecido á vds. y opuesto á cuanto me manden, pues sin embargante de que no dejo de inorar que es muy poca mi lestreza por el favor que todos vds. me han hecho en venir á incomodarse hasta aca, he arrejuntado veinte pesos dos reales y medio, que esquivalen á trescientas personas cabalitas, y un retazo de veinte y cinco mas. esta noche los voi á festejar mas mejor que la otra.

¡Viva el ciudadano Ambrosio Prunela! gritaron los concurrentes, y aunque el buen hombre que- [// p. 23] ria doblar una rodilla en demostracion de reconocimiento, no se lo permitió su barriga, y por este motivo no hizo otra cosa que rascarsela seguido, y meterse reculando. Tocose luego una piecesita alegre, y alzaron el telon.

¡Que hermosa perspectiva! era la de esta gran ciudad copiada con todo el primor del arte: sus calles anchas, rectas y largas (aunque sucias y desempedradas) ocupadas de gente, daban idea de su inmenso vecindario, no menos que del sobervio lujo de algunos, y de la humilde é imponderable miseria de muchisimos. Vinaterias pa a8 las personas decentes; tabernas para la gentuza; pulperias; bodegones; pulquerias y carnicerias, que son incontables, estaban siempre en continuo tráfico. Los tisnados tenderos cercenando al pobre público en todos los comistrajos, y recibiendo prendas á empeño por tomates y verenjenas con algo en cobre, y cargando solamente el equitativo [// p. 24] logro de un real, ó real y medio en cada peso. Los taberneros emborrachando hombres, mugeres y muchachos con tanta generosidad, que si se les acababa el dinero seguian acudiendoles con mas tragos, sobre mangas, frazadas, naguas, cotones, paños de rebozo, mecapales, sombreros, rosarios, nabajas, cuchillos, tranchetes, martillos, escoplos, ormas de zapatos, barrenas, taladros, tijeras &c. &c. hasta dejarlos tendidos y amodorrados, ó convertidos en troncos en el campo de baco. Los comerciantes gordos, y los corredores flacos, comprando papel moneda á los empleados éticos, á real y medio, á dos reales à dos y medio, á tres, à tres y medio, y cuando mas á cuatro reales los billetes de á peso para colocarlos por su lejítimo valór en la Aduana, y demas oficinas donde se amortizan. Los ladrones ejecutando robos, y los asesinos perpetrando homicidios alevosisimos á la luz del dia, y con escándalosa repeticion. [// p. 25]

¡Santo Dios! dijo mi compañero; ¡estos no son títeres con que Prunela nos divierte, son pasajes reales y verdaderos! no crea vd. tal cosa, amigo mio: son puros títeres, pero como está todo tan bien representado, le parece á vd. que es cierto; no hay que alucinarse. Bajó el telón y tapó à México.

Levantaronlo á poco rato, y vimos otra perspectiva de un bien construido edificio, sobre cuya principal puerta estaba un renglon de grandes letras que decia.= Casa de recreacion social, dividida en departamentos, á la que entraban muchas personas de medio pelo y de pelo entero.

Mi amigo y yo estabamos impacientes por ver el interior de esta casa y parece que nos adivinaron el deseo, pues desapareció su perspectiva, y quedó la de una sala con chicas mesas por los lados, y una grande en el centro, á cuyo derredor estaban sentados varios sujetos de los que vimos entrar; y [// p. 26] si desde la primera noche nos admiró la destreza de Prunela, en esta subió de punto la sorpresa, porque aun sabiendo nosotros que eran títeres los que estaban alli, los teniamos por hombres; tal era la naturalidad de los movimientos, y el concierto de ellos con el raciocinio.

En esta concurrencia se hablaba del Soberano Congreso, del Supremo Poder ejecutivo, y de todo funcionario público; unas veces alabando sus acuerdos y disposiciones, y otras dandoles unas cruelisimas talladas de crítica, como las llevó el bando del nuevo gefe superior político en razon de los artículos referentes á bebidas, portacion de armas, y uso de caballos. Los concurrentes que era vinateros y pulqueros, rechinaban; los que acostumbran pasear montados, chifaban9 de colera; y los ciudadanos pácificos que se recojen demasiado temprano, pues van à sus casas á las tres ó cuatro de la mañana, [// p. 27] lamentandose de una providencia que los ha dejado inermes, y expuestos á ser asesinados por los malevolos que se rien de los bandos lo mismo que de un chiste.

Despues que los concurrentes hablaron, sacó uno de ellos porcion de papeles impresos que leyó en alta voz un títere que precia de ilustrado, segun se dijo allí. Comenzó la lectura por el impreso títulado: si no ahorcan á D. Antonio perecen los liberales: de todas sus materias ninguna está mas sostenida que la referente al sr. Director general del tabaco, de quien se escribieron primores abriendolo en canal; y aunque la especie disgustó á pocos, agradó á muchos.

Un títerazo de la rueda pidió la palabra, y dijo magistralmente ¿ya empezaron á hablar de la conducta de los gefes de oficinas? pues cuenten con sus respectivas descargas los Señorones Bernal, Cuellar, Unzueta, Beltran, [// p. 28] Martinez de Arellano, Batres, Lardizabal, Osta, Bermudo y todos los demas Antoñitos que ocupan las primeras sillas de las oficinas de rentas nacionales, pues : : :

¡Deje vd. de quebrarnos las cabezas con eso! dijo el títere lector: allá se las avengan cuando les llegue su hora, y atienda vd. à lo que dice este otro papel= ¿qué título tiene? = Este: el Soberano Congreso vá á caer en las uñas del gato, como el raton en el queso= ¡maldito sea el gato, el raton, y tambien el queso! ¿que tiene de bueno ese papelucho? = Tiene observacion de mucha importancia política= ¿y vd. entiende de esas cosas para dar voto?= Puede ser que entienda mas que vd.= ¡valla vd. muy enhoramala, so títere ignoranton pedante!= ¡vaya vd. al : : :!

Basta, señores, basta dijo un títere viejo: guardémonos decoro, y sepamos ¿qué hay de noticias?= Está vd. fresco, dijo entonces un [// p. 29] titere desmolado: dejenos vd. ver en lo que para la disputa de las observaciones de mucha importancia política= ¡en que han de parar, respondió el viejo, sino en : : : ! mas vale callar.

Ya voi mirando que no se puede estar en sociedad con vds., dijo con reposo y gravedad un títere narizudo: todas las conversaciones las interrumpen por nada y nada: vamos hablando en regla ¿qué hay de noticias?= Vd. no quita el dedo del renglon, dijo el títere dueño de los impresos: las noticias son tantas y tan contrariadas que no se podrán referir ni concertar en un mes; pero diré algunas sin constituirme garante de su certeza, porque no me consta: sacó la caja dió polvo á todos; tomó el suyo, y habló así,

Uno de los muchos que no faltan de las tribunas del salon del Soberano Congreso; me contó que cierto sr. Diputado despues que habló de tales y tales cosas, dijo: muchos [// p. 30] dias ha que estoi mirando un humito : : : de que se ha de formar un gran nublado : : : que descargará sobre nuestro suelo una furiosa tempestad : : : y podrá suceder : : : que nos veamos en la necesidad : : : de clamar : : : al que tanto hemos injuriado: iva á desenrrollar el enigma, pero no se le permitió.

¡Caramba! dijo un títere chaparro: un sermon en boca de vd. duraría seis meses= amigo, sepa vd. que las cosas graves se deben contar pausadamente para que no pierdan pizca de substancia= quedo entendido; y ahora diganos vd. lo que esto significa= Esto significa, segun mi leal saber y entender, porque yo meto mis narices en buenos fundillos, que estando la opinion de cada provincia casi decidida por el sistema de republicas federadas, independientes entre si, y no siendo esto asequible porque ocasionará muchos trastornos, se habrá de ocurrir à : : : [// p. 31] ¡Chiton! dijo arrebatando la palabra el títere narizudo: ya comprendí lo que iva vd. à decir que es, ciertamente, un disparate de cien varas de largo, y una tercia de ancho. Lo que significa la adivinanza del humito, y del nublado, y de la tempestad, es, que el Anglo-americano dentro de poco tiempo nos vendrá á visitar con cuarenta mil hombres por tierra, y diez mil por mar,

¡Dios haga à vd. un santo! dijo un títere calvo: ¡cuarenta mil hombres por tierra!... merece vd. que lo tapen con toda la que han de sacar de la plaza mayor cuando le den su patente á la estatua de Carlos IV: ¡vaya que es vd. el títere mas desconcertado que tiene el mundo! ¿pues qué diablos significa esa adivinanza? preguntó con impaciencia un títere vizco.= ¿me dan licencia de hablar? dijo el lector= hable vd. cuanto quiera, respondieron todos.

Sabrán vds. señores que en to- [// p. 32] das mis conjeturas no voi muy distante del acierto, y digo con franqueza que he errado el tíro cuando doi en la ceja habiendo apuntado al ojo: quiero decir en esto, que seguramente he penetrado el concepto que encierra el enigma del humito que pasando á nublado se convertirà en tempestad sobre la América septentrional: oigan vds.

La tempestad no ha de ser otra que la santa alianza de que mi siempre amada patria España ha sido y es agente, con el fin de recobrar estos dominios que por tantos y tan justos títulos le pertenecen. Los americanos que jamás atinarán á gobernarse, y siempre estarán en convulsiones, clamarán por el dulce, amoroso y paternal Fernando, y este como que los ama cordialmente se prestará generoso á gobernar y protejer á tantos hijos suyos extraviados. Volverá el leon español al suelo de Anahuac, y la águila desaparecerá [// p. 33] hasta con el nopal y sus tunas. ¿qué dicen vds.? ... ¿he dado en el meollo del enigma? ¿he discurrido bien, y hablado mejor.?

Ha disparado vd. como doscientos mil demonios, dijo el títere calvo encendido en colera. Vd. y otros títeres como vd. no desean otra cosa que vernos nuevamente atados á las cadenas que tan felizmente rompimos; pero no la mamaràn Dios mediante, y nuestro tezon delante: entiendalo vd. sr. títerillo, y entiendalo tambien todos sus paisanos que piensen del mismo modo.

Disgustó mucho á la mayor parte de los los vocales de esta junta, la maldita solucion del enigma: desocuparon sus asientos dejando solo al títere adivinador, à quien perdimos de vista con la cambiada de bastidores, que formaron diverso departamento.

En este habia varios militares de buen humor, que habian mejorado con las copitas: tambien es- [// p. 34] taban al circulo de otra mesa platicando de sus cosas, y rajando, como es justo, de todo egoista servil. No faltaba entre ellos quien improvisase en calidad de bomba, y este habiendose subido sobre la mesa, y teniendo una copa en la mano, á mas de otras que el y sus compañeros parecia tener ya entre los estomagos y las cabezas, habló así= señores y amigos mios, tengan ó pongan atencion que va de bombeo.

Brindo y bebo á la salud

de oficiales tan valientes

que son el Timebunt gentes

desde el nordeste hasta el sud.

¡Viva Timebus! gritaron todos, y haciendo mucho ruido con las manos sobre la mesa. Calmada la bulla, el improvisador, todavía en la misma posicion que antes, dijo esta otra copla.

De tragos echaré miles, [// p. 35]

porque10 digais, oficiales,

que vivan los liberales,

y que mueran los serviles.

!Vivan aquellos, y mueran estos,! gritaron con mucho mas esfuerzo que en la primera bomba, y por instantes mejorando mas los manazos que daban á la mesa. Vinieron mas copas: rompieron algunas, pero aunque no las pagaron. las quedaron debiendo.

Muy entretenidos estabamos mi compañero y yo mirando esto, cuando maese Prunela nos dió telonazo final: salió al tablado á suplicarnos que no dejasemos de asistir á la funcion del domingo: se lo ofrecimos todos los concurrentes: mi amigo y yo tomamos el portante,11 y llegamos á nuestras casas sin novedad.

NOCHE TERCERA.

Serian las cinco y media de la tarde del domingo, y estaba yo [// p. 36] reclinando en el barandal del corredor de casa en espera de mi amigo, cuando llegó este, y desde el patio me dijo: baje vd. pronto, y vamos acercandonos á los títeres porque maese Prunela nos está esperando. Tomé el sombrero, la esclavina y la tizona, y nos dirijimos al consabido callejon. En el camino tratamos de varias cosas indiferentes, dando tal cual pincelada sobre las del dia, y llegamos á la casa de las lechugas. Nos vió Prunela que estaba en el teatro arreglando las cosas para la funcion, y con su estilo cerril nos saludó é hizo subir.

Dionos la mano, y luego nos dijo.

Esta noche, señores caballeros, voi á ociquiar á vds. con liversas cositas de pasages que están pasando por adelante de nuestros meros ojos. A este tiempo se oyeron voces descompuestas por lo interior del teatro, y fué á saber el motivo que las ocasionaba y á no ser por esta ocurrencia soltamos [// p. 37] la risa delante de el pues ya no podiamos reprimirla.

Volvió presto y nos dijo12 que la boruca habia sido por una fruteza13 entre dos mozos que estaban algo chumiados del tosco. ¿Qué quiere decir eso? (le preguntamos) y el contestó: están un poco borrachines con chiringuito, perdonando vds. el mal término.

Venga vd. acá Don Ambrosio, le dijo mi compañero: deseo saber, por salir de cierta duda, ¿si es vd. autor de lo que hemos visto representar las dos noches anteriores?= No señor, no soi autor de eso: yo nomás menio los monitos; pero cuanto platican y cantan en el tiatro lo tengo escrebido por dos astudiantes de San Alifonso que van todos los dias á la Aniversalidá.

Ya era hora de comenzar á trabajar, y nos bajamos e ocupar nuestros asientos, con la satisfaccion de que el cándido Prunela tuvo tan buena entrada como la de la segunda noche. [// p. 38]

Templaron los musicos sin tardarse ni enfadar, y por dentro del teatro, acompañando ellos con sus instrumentos, se cantó este verso en tono menor, por dos voces de muy agradable y arreglado sonido.

En la mas alta cumbre

puse la planta,

y de alli me derriva

mi suerte infausta.

Y aun perdí la honra.

porque mi caida fuese

mas lastimosa.

Alzaron el telon, y por un corto rato tuvimos á la vista la perspectiva de la casa de recreacion social: pasó esta, y quedó la del primer departamento en que se trató de la adívinanza del humito, Fueron llegando á la mesa redonda los mismos títeres de marras, y el proveedor de polvo y papeles, dió un impreso al títere lector diciendole con gravedad de padre maestro: lea [// p. 39] vd. eso en alta voz para que lo oigan todos; y luego luego los títeres asistentes poniendo los codos sobre la mesa, y apuntalandose las quijadas con las manos se prepararon para escuchar. El diestro lector se limpió el pecho arrojando un gargajo de marca mayor, y en punto de caramelo: tomó el impreso, y comenzó á leer.

Aunque se embarque Iturbide ha de volver lo mas pronto, si Victoria y el gobierno no toman sus precauciones= gracias á Dios que hemos tenído una noticia circunstanciada del embarque de D. Agustin de Iturbide, la que nos indica su proximidad, que tanto anhelan los verdaderos patriotas, y sobre la que se habia guardado un perpetuo silencio, ó por mejor decir, se contaban diferentes y muy gordas mentiras; pero ya tambien se nos dice en la gaceta del dia 8 del presente mayo que el 6 debió salir de Jalapa para su destino. ¡que lentitud! yo no la culpo, sus [//p. 40] motivos habrá para ella; pero. :::

Pare vd. un poco, (dijo el dueño del impreso:) ahi donde dice mayo le falta una coma. Es vd. buen incordio, (le dijo un títere cacarizo y rechoncho) ¿Ahora fija vd. la atencion en puntos y comas?= El señor ha reparado muy bien (dijo un títere nuevo entre los concurrentes, pero con sus setenta inviernos sobre su albisima cabeza) pues no se puede sufrir la falta de otrogarfia que se nota en los impresos que nos embocan todos los dias. Cuando yo comienté la obra del evangelio en trunfo, le acabalé toda la apuntacion; yasevé; fue reimprimida aqui, y por eso estaba tan defectuosa14= ¡muchacho! traeme una copa de vino clarete, dijo un títere muy enmarañado de cabeza; y fueron tantas las interrupciones, hablando todos en masa ó masacote, que no se concluyó la lectura del papel.

¿Parece que Prunela tiene en esta rueda algunos díscipulos ó cur- [// p. 41] santes de su cátedra de bella pronunciacion? Me dijo mi amigo; yo le contesté: no les haga vd. tan poco favor, pues son sus maestros.15

Un jóven títere que habia estado sin hablar palabra, la tomó ahora y dijo: he leido ese papel, y en verdad que el follon malandrin que lo escribió, tiene mas miedo que verguenza. Si precia de ser tan liberal ¿por qué no dió su nombre? ¡Yasevé! será como muchos, liberal en tirar tajos y reveses.16 ¡Que títere este! ... ¡Hasta el silencio del expatriado, es en su concepto un nuevo crimen! mudaron bastidores y se nos presentó otro departamento.

Junto à una de sus mesitas rinconeras estaban en conversacion dos títeres decentes, y al uno de ellos le oimos este discurso dirijido á su compañero.

„En 27 de septiembre de 1821 se consumó la obra de nuestra independencia, pero „todavía no somos felices, porque si dejamos de ser esclavos de la potencia opre- [// p. 42] sora, aun no estamos en el goce de la justa y bien convinada libertad á que „aspiramos: cierto es que sin cesar se trabaja en formar los cimientos sobre que ha „de levantarse este grande edificio, pero se habla mucho en razon de que no todos los „albañiles y peones son aproposito, pues algunos no hacen lo que manda el lejítimo „Superintendente de la obra, sino lo que aconseja un bastardo intendendito que au- „xiliado de ciertos capataces intrusos y mal intencionados, hace lo que quiere y no lo „que debe, porque está empeñado en que el edificio quede poco firme y por lo mismo „expuesto á venirse abajo: me explicaré.

„El lejítimo superintendente de esta obra se llama amor verdadero á la patria: ahora „pregunto: todos los que se hallan encargados de nuestra regeneracion política: todos „los que gobiernan, y todos los gobernados ¿es- [// p. 43] tán de acuerdo en cumplir „exactamente las órdenes de éste respetable personaje? No señor, no están conformes „todos, pues entre la primera y segunda clase hay algunos que no siguen otro rumbo „que el que les señala su amor propio agitado de pasiones y este es el bastardo inten- „dentito que está dando tanta guerra. Los capataces intrusos son los fines particulares „y las convinaciones clandestinas sino en razon de frustrar nuestra independencia, „porque eso es imposible, al menos con la idea de reponer el trono mexicano y sentar „en el un Principe de la real casa de Borbon, que es el medio mas seguro para mantener „sobre nosotros la odiosa y tírana dominacion española.

„Estas observaciones no son mias; son de muchisimos, y se ventilan publicamente: „entre los fundamentos en que se apoyan, tienen lugar la facilidad con que, dicen, se „estan dando licencias a- [// p. 44] bsolutas á cuantos militares del pais las piden, y los „empleos de gefes y oficiales en nuestro ejército, á europeos expedicionarios, indepen- „dientes de segunda y tercera lazada, con notorio agravio de tantos americanos bene- „méritos que se han sacrificado por la libertad de su patria desde septiembre de 1810. „Me ocurre un refrancito que aunque no es de los aseados, debe aplicarse á este caso.

„Perrito que comió caca.

„la huele, si no la masca.

„Dese luego una lijera ojeada á las oficinas de gobierno y rentas, y se veeran en el „rango de altos lugares, y con mucho predicamento à varios fulanos y menganos que „son tan afectos á la independencia, como lo es el gato del perro, cuando no se han „criado juntos. No nos cansemos: es necesario carecer de los cinco sentidos para no „ver, ni oir, ni oler, ni gustar, ni palpar el dis- [// p. 45] gusto que ha causado á casi „todo los peninsulares nuestra independencia, porque es inegable que el que ha sido „mandarin, con repugnancia obedece. Vaya en comprobacion estos tres ejemplitos „frescos.

„Un regidor de Ampuero que cuenta aqui cuarenta años de empleado, se halla en los „últimos periódos de su vida con una fuerte diarrea; y siempre que pide el servicio dice á „su criada: traeme la independencia; y asi que ha exonerado: llevate la independencia.

„Un soldado expedicionario que casó aqui, y tiene, á mas de sus 8.2.8. mensales de „dispersos, un destinito de 6 reales diarios; porque en este mes se demoró unos cuantos „dias el pago de aquella pension, maldijo á todo el suelo américano y á su traidor go- „bierno, lisonjeandose de que pronto volveria España á ponernos el tramojo. [// p. 46]

„Un usurero timorato, antiquisimo vecino nuestro que vino como muchos, sirvien- „do de lastre al buque que lo trajo, y ahora es dueño de veinte mil pesos; platicando en „su tienda con un hijo del pais (era en semana santa) tuvo la siguiente y no desprecia- „ble ocurrencia.

„Habrás visto chico (le dijo) que de las trece velas que se ponen al tenebrario en la „noche del miercoles santo, despues que paulatinamente han apagado las doce de dos „lados del triangulo, queda encendida la de arriba, y esta se quita en el mismo estado „y se lleva á la sacristia. Aqui está representada la huida de los Apostoles al tiempo de „la pasion de Cristo, y la firmeza de la Santisima Virgen que jamás lo abandonó, ni „perdió la luz de la fe: escucha la aplicacion, muchachito.

„Todas las provincias de América huyeron de la obediencia [// p. 47] de España: „estas son las velas apagadas: solo el castillo de San Juan de Ulua se conserva por ella: „esta es la vela encendida que con el tiempo pegará fuego á toda esta ingrata tierra; la „purificará, y tornará à su lejítimo dueño que lo es el sr. D. Fernando VII. mi amo, „mi señor, y mi Rey, ¡y el de todos vosotros traidores criollos! ¿qué tal? Pero volviendo „á seguir el hilo, diré.

„En cuanto á los gobernados, que es la tercera clase compuesta de los que no te- „nemos voz ni voto en el Congreso, ni en el gobierno, digo con franqueza, porque es „evidente, que hay muchos paisanos nuestros empleados en la milicia, y en las oficinas, „que han puesto tanto fuego á la ornilla de su entusiasmo, que el amor á la patria se „les ha vuelto furor patriótico, y de aqui es que en las orejas, en las narices, y hasta en „el modo de andar, dicen que conocen [// p. 48] á los serviles, y sin mas antecedentes „insúltan de palabra y de obra al honrado y pácifico ciudadano en cualquiera parte „que lo encuentran ¿y estas son las circunstancías que deben caracterizar à los que „hacen alarde de ser liberales por principios, constituyendose enemigos declarados, y „perseguidores eternos del despotismo? ¡Que error.!

„El hombre verdaderamente liberal tiene otra conducta: es político sin afectacion, „y comedido sin bajeza; camina por la recta senda de la justicia; y con la antorcha del „honor en la mano, procura alumbrarse para no caer en la prostitucion; asi es como „logra ser visto y recibido con aprecio en todas las sociedades, porque lo recomiendan su „moderacion, su dignidad, y su trato amable con toda clase de personas: lo observan „sus compatriotas, y tambien los extrangeros, y todos se empeñan [// p. 49] en alcan- „zar su estimacion y confianza; todos los honran con buenas ausencias, y todos lo bus- „can para ofrecerle sus respetos. ¿Se hallará en este caso el que desmiente con sus obras „los principios verdaderamente liberales que quiere persuadir, y no conoce? “

Así habló este juicioso títere, y se salió de aquella estancia con su compañero, dejando al mio y á mi muy aficionados á su cordura, porque no se puede negar que hay títeres á todas luces apreciables.

Entraron luego varios oficiales militares y políticos en union de tres ó cuatro comerciantes; los primeros, como fieles discípulos de Belona, haciendo un ruido insufrible: todos tomaron cafe con largos pluses de colores diversos: hablaron bonisimamente del Soberano Congreso, y del supremo triunviráto; pero no asi de clerigos, de frailes, de monjas, de casadas, de solteras, de teatro, de juegos, de fondas &c; y uno de los empleados, que estaba en [// p. 50] ademan de pensativo mirando engullir molletes, se paró con precipitacion, y dijo impaciente: !señores, quien de vds. me presta cuatro reales para llevar pan huebos y manteca á mi infeliz familia, pues son cerca de las cinco de la tarde, y todavía la tengo en ayuno!= ¿pues qué destino le dá vd. á su sueldo; le preguntó un comerciante de la rueda?= ¡Que sueldo, ni que diablos, dijo desesperado, si ha tres meses que no se nos paga!= ¿de cuantas personas se compone la familia de vd.?= ¡De ocho! y ya no me la puedo acabar: mas conforme estubiera yo ¡pobre de mi! con que me salieran ocho llagas en el ombligo y sus inmediaciones, que no con mis ocho molinos de destruir pan: vease si es amarga y congojosa la situacion á que me ha reducido la carencia absoluta de mi sueldo, único miserable recurso con que cuento para subsistir. Mis duros gefes en lugar de compadecerse de mi, me maltratan porque voi uno ú [// p. 51] otro dia á la oficina un poco despues de la hora de ordenanza, sin considerar que andaré buscando el desayuno de mi muger y mis hijos; pero ¿qué hay que esperar que tengan esta consideracion, cuando anotan en el diario de entrada, todas las pequeñas faltas para rebajarlas del sueldo en llegando el caso de pagarlo? Vaya, amigo, ese par de pesos (le dijo cariñosamente el comerciante) para ocurrir á la necesidad de hoy, pues mañana Dios proveerá; y el pobre hombre ni aun supo agradecerle el beneficio, pues luego que afianzó el socorro se marchó aceleradamente. El sensible comerciante hablando con los de su comitiva, dijo,

La suma escaséz del erario público tiene á los pobres empleados en situacion mucho mas infeliz que la de los mendigos, porque estos se proporcionan el sustento clamoreando por los zaguanes y accesorias; pero aquellos en la imposibilidad de ha er17 otro tanto, no tienen ni [// p. 52] aun el recuso de emprender viajes en busca de uno ú otro amigo, ó conocido piadoso, porque la asitencia á la oficina les quita todo recurso. ¿Saben esto los gefes? Si ¿Y se hacen disimulados cuando tardan un poco en presentarse al trabajo? No. ¿Por qué será? Porque no lo permite su notorio constante zelo en favor del servicio: esta si que es rectitud loable: esta si que es inflecxibilidad digna de consideracion que allana el cámino para los honores de comisarios ordenadores, y de intendentes,

Otro empleado de los que estaban allí, dijo. Dura cosa es trabajar y no percibir sueldo, pero es mas duro que una matatena cojer malos tratamientos en lugar de socorros. Yo se muy bien que un oficial mayor que coló capellanía ahora poco, y diz que con perjuicio de tercero, y aun de cuarto y de quinto, porque oyó una especie relativa á este particular, tuvo la franqueza de decir en presencia [// p. 53] de los indivíduos empleados en la oficina, que el que quisiera trabajar sin sueldo, que trabajára, y el que no, que tomara el portante. ¡que estilo tan liberal, tan dulce, tan seductor, tan...tan! pero paciencia piojos, que la noche es larga. Dicho esto, cambiaron bastidores.

¡Que triste perspectiva nos puso Prunela à la vista! ... Fué la de una casita de vecindad, cuya ruinosa fachada era la credencial mas segura de la pobreza de sus vecinos. Salia de ello un entierro con el aparato que debe suponerse, y estaban á la puerta de la calle, dos religiosos con varios de los que vivian en la misma casa, hablando del difunto y de su familia.

Dijo uno de estos, que el muerto habia sido maestro mayor de la fabrica de puros y cigarros, con sueldo fijo; que sirvió muchos años, y espiró sin el auxilio de las medicinas en los dos últimos meses de su enfermedad, porque en todo este tiempo no se le dió cosa algu- [// p. 54] na de sueldo, aunque su infeliz muger hizo repetidas diligencias. Asi es que el cadaver estubo dos dias insepulto y sin mortaja, hasta que la Direccion general dió órden de que se entregasen a la viuda las dos mesadas pendientes

¿Con qué asi anda la cosa? preguntó uno de los religiosos. Si señor, asi anda, respondió el vecino: es necesario que los empleados se mueran para que les paguen sus sueldos ¡Que consuelo será para las viudas cojerlos en junto.!

Cayó el telon, y se dió fin á la fiesta de esta noche, quedando citados los concurrentes para las del próximo jueves.

NOCHE CUARTA.

He llegado (no se si feliz ó desgraciadamente) á contar á mis lectores la cuarta funcion de títeres majicos, y supongo que continuarán favoreciendome con su indulgente atencion. [// p. 55]

Un poco antes de la hora acordada, esto es, á las cinco y pico de la tarde del jueves, pasé á la casa de mi amigo, y lo hallé tomando el de Caracas.18 No siempre ha de tocar á vd. le dije, la molestia de pasar por mi, pues una prudente alternativa hace llevaderas las pensiones. Dice vd. bien, contestó, y por tanto éxijo que ahora alterne conmigo tomando esa taza de chocolate (ya estaba allí una criada con ella:) la recibí con buenas apetencias, y luego nos pusimos en cámino para el consabído callejon en pos de Prunela que ya nos habia declarado su cariño, y en verdad que se lo correspondíamos de bueda fe.

Cuando llegamos á la casa de las lechugas, estaba en el zaguan regañando á unos muchachos que se habian apoderado del tambor, y no le daban cuero, sino palo. Decíales encolerizado: afuera de aqui, zapos malditos, que ni mas ni menos, zapos me se afigura que sois, [// p. 56] por prietos y encuerados: los amenazó con un bolillo, y ellos huyeron mofandose de él, pues le decian á gritos cara de comal; barriga de tinajon de chia, y otros apodos que es lo único que estas criaturitas aprenden de sus padres.19 ¡O! si el hubiera podido alcanzarlos y echarseles encima, los aplasta.

¡Don Ambrosio que enfadado está vd.! le dijimos y contestó: ¿pos no he de estarlo, señores, con estos demoñitos?... ¡Jesus de mi alma!... ¡que gente tan mal esducada es esta de las albarriedas de México!... ¡caramba!... dende que mi muchacho se puso en la puerta á llamar gente con el tambor, se arrejuntaron á querer alturniar con el, con los palos que cada uno traiba en las manos.

Amigo, le dijo mi compañero, esto se remediarà con que entregue vd. el tambor á un hombre: pues á ese le tendrán algun miedo. Ansína lo haré, respondió, porque mi geño es tan claridoso y reuto, [// p. 57] como resoluto, y si me antecoje un alborotamiento de la biblia,20 soi capáz de rebentar de coraje. Esa es cosa que no le costará á vd. mucho trabajo, le dijo mi amigo sonriendose; y asi ¡cuidado, sr. Prunela!... el se tentó la barriga, y dijo, ¡hasta me gruñe! pero en inter tendré pacencia, que yo lo remediaré todo.

Nos quitamos de alli: nosotros á ocupar nuestros asientos, y Punela á meterse al teatro para dar principio al manejo de las pitas de sus títeres. Dispuestos los musicos, la compañia de canto entonó por dentro, la marchita que comienza= Somos independientes; pero el concurso no permitió que continuàra por el zuzurro de chi... ¡chi...! que habia en todo el patio. Mudaron la entonacion, y dieron este verso, correspondiente à otra marcha que dicen compuso un padre Dominico, el dia 30 de noviembre del año próximo pasado de 822= sacerdotes tomad las casullas... [// p. 58] !Peor está eso ¡peor está eso! (gritaron todos) y por fin se alzó el telon sin que se hubiese cantado cosa alguna,

Lo primero que se ofreció á nuestra vista fue la Garita de San Antonio Abad con la calzada que guia á San Agustin de las Cuevas ocupada de coches y caballos en direccion á aquel pueblo, y tambien de regreso. En el corto rato que se mantubo esta perspectiva vimos ejecutar varios salteos por los ladrones de que esta surtido ese cámino. Dos caballeros que llegaron de vuelta de S. Agustín á la misma garita, fueron robados hasta el extremo de quedar materialmente en paños menores; y cuando el guarda los vió de esta suerte, les dijo por cosa muy cierta, que el gobierno trataba de perseguir á esa maldita canalla. ¿Cuando será eso? preguntaron los robados: se asegura que en esta luna, contestó el guarda. Mudaron bastidores, y apareció la alameda. [// p. 59]

!Hermosa copia, y muy ajustada á su original! dije á mi amigo. El movimiento de los lienzos hace creer que es natural la pintada arboleda, pues parece sacudida del furioso aquilon y hasta se veen en los nublados de polvo, que hacen tan desagradable y molesto este bello sitio. Si diariamente lo regaran por su interior y por su cirncunferencia ¡que bueno fuera!... !y que bueno tambien que derribáran las siete capillas del calvario que solo sirven un dia de cada año, para las estaciones del viernes santo, y trescientos sesenta y cuatro para maldades: ellas quitan casi toda la vista á este paseo; pero lo mas sensible es que ellas encubren al ladron que acecha y roba á los que pasan de noche por alli, y á los deshonestos que cometen innumerables actos torpes por los costados que dan frente al foso de la misma alameda;21 y aun hay algunos tan sacrílegamente osados, que violentando las puertas de una ú otra [// p. 60] hermita, han consumado dentro de ella! ::: infierase.

En efecto, contestó mi amigo; hay motivos poderosos para quitar estos pequeños santos edificios, tan repetida y desvergonzadamente profanados. Dijose que un sujeto pudiente y bien intencionado propuso á la Novilisima Ciudad quitarlos de su cuenta y hacer uso de los escombros dando á beneficio de sus fondos una gratifiacion de quinientos pesos, pero que se le despreció la oferta.22

Allanando todo este terreno, y continuada la línea de arboles desde el último que está frente á la Acordada, hasta la primera hérmita del puente de S. Francisco poniendose unas cruces de piedra en los puntos en que estan ahora para que los fieles ejecuten los actos piadosos de las estaciones en el tiempo que es de costumbre, cesarian las iniquidades que se cometen de toda especie, y el paseo de la alameda quedaria sobre manera hermoso; pe- [// p. 61] ro atendamos, que alli en los asientos de la entrada hay títeres en conversacion: oigámos lo que dicen. El presidente de ellos (eran siete) habló asi.

Acábo de comprar un impreso con este cabezon encabezamiento= Contra el Sr. Quintanar, y la atrevida Junta de Guadalajara: lo firma el liberal moderado á 22 de mayo de 1823: leeré á vds. los principales trozos, ó truscos de su admirable contenido, manifestando mi juicio al calce de cada uno de ellos: atencion.

Ciudadano Quintanar. Una faccion de siete indivíduos coludida con el que manda las armas, no es, ni puede ser, el voto general de una provincía, ni esta sola el de toda una nacion; y el intentar que esta se constituya bajo las bases que aquella le prescribe es una temeridad, un atrevimiento á la suprema autoridad, y un despotismo á todas luces.

El liberal autor es tan mode- [// p. 62] rado como yo brujo ¿cuàntos centenares de miles de americanos dieron el grito de libertad en Veracruz?... Cuando se formó la acta de Casa Mata, ¿contaban los que la subscribieron, con el voto general de la nacion?... ¿No es verdad que le impusieron leyes sin su consentimiento?... ¿No es cierto tambien que hasta que el nuevo partido no contó con la proteccion de la fuerza armada, no salieron los sres. Santana y Echávarri del estrecho circulo de aquella ciudad de fuego?... Si siete indivíduos coludidos con el que manda las armas en Guadalajara, han hecho mal porque son menos que cero respecto de la nacion ¿qué dirémos de los dos de Veracruz que están en razon de dos séptimos de aquel pequeño todo, compuesto de siete partes?... Sigo leyendo.

...¿Qué facultades tiene la Junta provincial de Guadalajara para declarar por si las bases sobre que deben constituirse siete [// p. 63] millones de habitantes, ni para dísponer de su suerte.?

¡Que impostura!... ¿cuándo ha dicho tal cosa la Junta provincial de Guadalajara?... Esta corporacion llevando la voz de toda la provincia declaró que su última voluntad era erijirse en republica independiente. ¿Y al sr. moderado (me faltó el in) quien lo facultó para insultar á setecientos mil habitantes, que son setecientas mil veces mas dignos de atencion que su merced?... Si el mismo Soberano Congreso suscribe á este pronunciamiento ¿quién le ha dicho al domine liberalote que puede impunemente meter su hoz en mies agena?... sigo leyendo.

... ¿Como probará esa Junta que su resolucion es la libre manifestacion de los habitantes que comprende su distrito. sin mostrarnos ni las consultas de los Ayuntamientos de cada uno de los pueblos para darle siquiera algun aire de lejítimídad.? [// p. 64]

Cuando llegó á estar formada la Junta que firmó la acta de Casa Mata ¿mostrò acaso iguales consultas de los Ayuntamientos de toda la provincia de Veracruz? No. ¿Pues por qué se desentiende de esto el reverendo liberalisímo y éxige de la Junta de Guadalajara unas formalidades que la de Veracruz no pudo, ó no quiso presentar? Deducese de aqui una consecuencia estremosa: Si la Junta de Guadalajara obró mal en su caso, porque no tuvo los sufragios de los Ayuntamientos de su distrito; tambien obró mal la de Veracruz porque incurrió en igual falta: si se dice que obró bien, sin embargo de haberle faltado el voto de sus Ayuntamientos, tambien la Junta de Guadalajara obró bien, porque una causa jamàs ha producido contrarios efectos, á menos que el liberal moderado no tenga algun secreto para probar que un pecado mortal cometido deliberadamente por Juan y Pedro, no deja reato al [// p. 65] primero solo porque se llama Juan, y si lo deja al segundo por que se llama Pedro. Acabaré la lectura.

...!La resolucion es digna ciertamente! si fuese conducida por principios legales y consecuentes; pero acá en México sabemos que vd. era un gran monarquista intimo amigo de nuestro tirano Iturbide, y estamos maravillados de tan repentina mutacion; ni se nos esconde que vd. y los vocales de la Junta han sabido hallar el modo de hacerse memorables y benemeritos; pero no el medio de conseguirlo sin atropellar la ley y las autoridades constituidas por la nacion; á quienes han faltado al respeto y dado mal ejemplo á las demás provincias para que las desobedezcan.

¡Que bien esprime el cornudo sus pasiones,! decia el manolo, con referencia á su compañero medio diente. No hay sermon sin S. Agustin: de las mechas ó greñas trajo el moderadito la especie de que [// p. 66] el sr. Quintanar era un gran monarquista ¿qué tiene qué ver el culo con las temporas? El liberal si que quiere hacerse memorable y benemerito, y creo que sus servicios á la patria habrán obtenido la honrosisima calificacion de heróicos en grado eminente, porque = Con mis nabajas y sin dinero &c... ¿Sabrá la fábula del chivo y la obeja? ¿No? Pues se la contaré en prosa.

Una obeja y un chivo pacian hermanablemente en un pradito: cayó un fuerte aguacero, y despues de aplacado se pusieron en cámino para su nativa estancia: llegaron á la orilla de un arroyito que á la venida estaba casi seco, pero con la agua llovida se habia reforzado tanto que no franqueaba el paso con seguridad: el chivo dijo á la obeja ¡Amiga, esto está malo, y yo no conozco el fondo ni el vado! ¿qué harémos?... Yo sí lo conozco, dijo la obeja; ponte por detras de mi, y sigueme: entró e- [// p. 67] lla primero al agua, y el chivo se colocó segun se le previno.

La primera diligencia que hizo la obeja fue alzar el rabo y ponerlo sobre el lomo para que no se le mojara. El chivo que iva siguiendola, empezó á refunfuñar, y dijo á la obeja: ¡indecente!... ¡puerca!... ¡deshonesta!... ¿Por qué me dices eso? Le preguntó ella, y el respondió, porque me estás descubriendo todo el culo. ¡O maldiciente chivo,! exclamò la obeja. ¿Con qué ahora que alcé el rabo para que no se moje, me chanpas como indecencia el descubrimiento, del culo! y tu que siempre traes el tuyo descubierto, pues desde que nacistes andas con el rabo parado, ¿no te dices nada? ¡Que cierto es que los hombres vemos y murmuramos los defectos agenos, pero jamás nos reprendemos los nuestros.!

Dicho esto, se levantaron los siete títeres dirijiendose al centro de la alameda, cuya vista nos di- [// p. 68] lató Prunela un poco para hacer alarde de su destreza en el manejo de muñecos que la paseaban en coche, á caballo y á pie. mudó los bastidores y apareció una neveria.

Mi amigo y yo estubimos muy divertidos, no por que fue interesante aquel punto, sino por la multitud de muñecos en movimiento, y su consiguiente bullicio: los mozos proveyendo de refrescos à los concurrentes y estos entrando y saliendo sin cesar. En este barullo andaban varios mendígos pidiendo limosna, y tambien haciendo diligencia de sacar pañitos de las bolsas.

En una de las mesas grandes del salon estaban refrescando varios títeres que parecían de alta gerarquía en lo militar y político: se acercó á ellos un títerillo despejado que llevaba pendiente del brazo una canasta con botes pequeños, frasquitos de cristal, y glovitos poco mayores que tejocotes envueltos en papel. Señores (les dijo) [// p. 69] ¿quieren comprar algunas droguitas á precios comodos?... Veamos que drogas son esas, le dijeron; y luego sacó un botecito de pomada magna, y dijo: untandose el rostro con esta pomada, se suaviza y blanquea el cutis, pero no son estas sus principales virtudes, pues tiene una admirable, y es esta. Los magistrados y gefes despotas por principios, luego que se la untan aparecen con todos los signos de verdaderos liberales y engañan al mundo entero, porque obrando á su antojo se les agradece. Este otro bote (mostrandolo) es de linimento aromático magnético: sirve à los aduladores untandoselo en la garganta; su olor es agradable, y como al propio tiempo limpia y afina la voz, el adulador consigue cuanto quiere del adulado; y si este es hombre constituido en alta dignidad y poder, hace felices á los pretendientes aunque no tengan mérito para serlo: en México hay muchisimos que todo el dia [// p. 70] se están untando este linimento, y les va muy bien con el. Este frasquito (tambien lo muestra) es de colirio argentino que tiene la particular virtud de que aplicado á los ojos hace ver como servicios importantes las intrigas de todas clases, y de aqui es que en lugar de castigos hallan premios los intrigantes. Estos glovitos son de ceróte político: quita las manchas de la cara calentado á la vela, y aplicado suavemente sobre el cutis; pero en apretando tantito lo quema y arranca á pedazos la carne.

Atentamente oian los títeres que estaban á la mesa (eran seis) al de la canasta: el primero tomó la bolita de cerote; se la acercó á la narices y dijo: es mucho mejor el cerote que yo tengo, y me fue remitido de las provincias internas: el segundo títere dijo: bueno será el cerote de vd., pero como el mio lo dudo; me lo han enviado de Guadalajara: el tercero de estos títeres dijo tambien por si, y á [// p. 71] nombre de los restantes que estaban callados: nosotros esperamos de un dia à otro varias remesas de cerote que deben venirnos de Chihuahua, Durango, Zacatecas S. Luis Potosí, Puebla, Veracruz, Oajaca y Merida; y segun nos escriben los remitentes es el cerote que se ha conocido de mejor calidad. Entre todos compraron al vendedor de estas drogas seis botecitos de pomada, seis de linimento, y seis frasquitos de colirio. ¿Que no me compran cerote? Les dijo el vendedor, y le contestaron que nó, porque todos tenian mucho y muy bueno. Aquí acabó la cuarta noche de títeres: verémos, Dios mediante, la quinta que se ejecutará el próximo domingo, y á que fuimos citados por nuestro nuevo amigo Ambrosio Prunela.

NOCHE QUINTA23

A las diez del dia (ya se deja entender que hablo del domingo) [// p. 72] me diriji á la Catedral á oir Misa, y cuando yo entraba, salia mi buen amigo y compañero. Dijome al pasar: tenga vd. presente que esta noche hai titeres. No se me olvida, le contesté: cuente vd. con migo24 á las cinco y media de la tarde, que pasaré á su casa para que marchemos al callejon.25 ya no del vinagre, sino de la miel. por los buenos ratos que Prunela me ha dado alli= Pues espero á vd.= No faltaré= A Dios= A Dios.

Poco despues de las once se acabó la Misa, y pensando que rumbo tomaria, me dirijí maquinalmente al parian por el lado de la plaza de toros: yo estaba de mal humor, pero se me puso bueno, por que me encontre con Prunela sentado en el umbral de la puerta de un cajoncito de fierro, hablando con uno de los escritores â quienes el vulgo, y el no vulgo, llama evangelistas; y luego que me vió, con el mayor comedimiento me presentó su mano; le di la mia creyendo que su [// p. 73] demostracion era solo señal de cariño: no me equivoqué en esto, pero como tambien trató de ponerse en pié, y yo no estaba prevenido, cuando hizo esfuerzo para pararse no pude resistir el tirón que me dió y caí sobre el escritor: metió este las manos para contenerme, teniendo la pluma entre los dedos, y poco faltó pará que me dejàra tuerto, pues me picó el parpado bajo el ojo derecho.

Prunela se pudo incorporar agarrandose del candado de la puerta en cuyo umbral estaba sentado, y me quitó de encima de aquel hombre que â mayor abundamiento me pinto involuntariamente unos vigotes con sus dedos entintados. Prunela como causa, aunque inculpable de este fracaso, exclamo afligido ¡valgame Señor San Antoño el milagriento que está en la parroquia de mi tierra! y yo me eché à reir sin hacer caso del ardor que me ocasionaba el piquetito. [// p. 74]

¡Amigo D. Ambrosio!, le dige: ¡que lejos ha ido vd. â pedir socorro!... El buen hombre sacó un pañuelo y me limpió la cara pidiendome mil perdones. No hay que apurarse, le dije, pues todo el mal que me ha resultado, no pasa de un leve araño: hablemos26 de otra cosa, y digame vd. ¿y que es lo que hace aqui?= Vine á que este Señor escribano me hiciera un sonete, ó velso para que se bayle un sonecito titulado: los aguacates, y se cante esta noche en mi tiatro= ¿Y ya lo hizo?= Si ya lo hizo= Lo veré= Perdoneme vd. que no se los enseñe agora porque quiero que â todos les coja de solpresa= Pues me conformo= Ya vera vd. como le cuadra, porque es una cosa que yo linventé para que vean todos mis marchantes que soy agradecido= Me parece muy bien= Aqui en este cajoncito (me lo mostró) llevo dos titeres negritos que mandé hacer á un escultéro y son los que han [// p. 75] de baylar el dicho sonecito por fin de la fiesta que esta noche les he de hacer á todos los Señores que me favorecen.

Yo estaba apretandome la lengua con los dientes por no rebentar en risa: el estritor ó escribano, me dirigió una miradita, y me puso de peor condicion:27 se la correspondi, dandome por entendido, pero no quise, ni pude hablar; por que la candidez de Prunela no era digna de reclamo.

En estas boberias se pasó un largo rato pues vi que el relox de Catedral marcaba mas de las doce y media. Despedíme de Prunela, y de su poeta, y me encaminé á casa donde solo à mi se esperaba para comer; despaché esta diligencia; dormi una siesta de buen tamaño; vió mi muger el piquetito del ojo; la impuse de su origen, y poco antes de las cinco y media pase por mi amigo, que ya estaba esperandome en el zaguan de su casa. [// p. 76]

En camino para la de las lechugas le conté mi encuentro con Prunela, en los mismos terminos que está escrito. Llegamos, y en cuanto nos vió se acerco á saludarnos, y con particularidad â mi, por preguntarme como me sentia: ya era hora de que principiara la funcion; fuese al teatro, y nosotros pasamos á ocupar nuestros asientos.

Alzado el telon, se nos mostró de frente la perspectiva de un portal con gentes que lo paseaban de estremo á estremo: varios titeres con las cabezas como plumeros de quitar telarañas, vestidos de negro, calzados de zapatones verdes. encarnados, azules, amarillos, y de color de yesca, llebaban (encadenados los brazos) á unas señoritas de graciosa estampa: les hablaban al oido, y se reian mucho. Otros titeres del mismo jàez, trabados igualmente de los brazos. se paseaban a galope, de norte á sur y de sur á norte del mismo portal, pi- [// p. 77] sando récio, y diciendo en alta voz aquellas desverguenzas de moda, que dan tanto gracejo á las conversaciones: entre aquellos, y aquellas, y entre estas y estos, se mesclaban enjambres de hombres, mugeres, muchachos y muchachas, todos y todas haraganes y mal entretenidos con porciones de papeles impresos que llebaban en las manos, y publicando sus títulos con desaforados gritos.

No es posible contar esto: es necesario verlo: ¡que algaravia!... por aqui; por alli; por este, y por aquel lado, chillando todos á un tiempo, no se oía otra cosa que: ¡la Gaceta extraordinaria!..28 ¡aun sigue Don Carlos Lopez siendo Don Antonio el mismo!... ¡la prision de Quintanar!...; ¡proclama del Marquéz de Vivanco!... ¡el ilustrador que raja á Cerquera y Villaseñor!... ¡el noticioso, gaceta, diario y aguila,!..., ¡los numeros 1 y 2 de preguntas al Supremo poder ejecutivo!... ¡el miliciano [// p. 78] nacional!....29 ¡1.ª y 2.ª parte del Zurriago Méxicano!... ¡la entrada del General Guerrero. &c. &c.30

Por entre esta turbamulta llegó un cargador al centro del portal con un cajon que trahia acuestas, y lo acomodó sobre un catrecillo zancon: ya se deja entender que era el toti, ó totili mundi, prenda de un extrangero que dando bueltas á una manija, recreabà las orejas de todos con aquélla musica de rodaja que hace ladrar á los perros, y poner en fuga á los ratones.

Este cajon tenia un copete aconchado, en cuyo centro habia un rotulon iluminado que decia: toti parola, é nient di sostance. Por una clarabolla pequeña con vidrio graduado, se veian, por medio real que se daba al dueño, las cosas contenidas en este almatoste: llegó á asomarse un títere de grandes patillas, y no chicos vigotes. El rato que estubo observando lo de adentro, daba brincos, al pare- [// p. 79] cer de gusto, pues decia: ¡que gloria!... ¡que dicha!.... ¡ya te veo como queria verte!... ¡en tu defensa me sacrificrate gustoso! Se fué este titere, y vino otro: acercose al foco, y no bien se asomó, cuando empezó á patear y prorrumpir en amenazadoras brabatas diciendo: ¡quien te arrancara las entrañas picaro!.,....31 ¡aguarda demonio!.... ¡aqui te espero cuerpo á cuerpo!.... ¡vil!.... ¡infame!.... ¡maldito!..,... y se electrizó tanto que el carcaman dueño del cajon le dijo: ¡he mio siñore!.... ¡yo suplicar uste no minea los brazo tan forte, por que me lo hará pedazo il cajon!.... ¡vaya vd. al diablo!.... ¡y dicho esto se marchó32 !Corno di tú! (dijo el extrangero) !qui culéra teneba esto siñore!

Llegó otro, y despues de un buen rato que estubo mirando, empezó á hablar como si conversára con alguno: créame vd! amigo, decia, yo abracé el partido de la independencia en concepto de que el [// p. 80] trone33 del imperio Méxicano lo habia de ocupar un principe español. ¿Que me dice vd.?... ¿que porque sigo en el partido haviendo visto la inesperada voltereta?... !C!... ¡Yo me entiendo!... ¡ya veremos. ya veremos!... ¿no?... ¡no diga vd. tal cosa!... ¡deje vd. que ruede la bola!.... ¡Yo cuento con muchos ó casi todos mis paisanos y quizá quiza, cuando menos se piense tronará el coete!... ¡aun no es tiempo!.... ¡ya llegará!.,.. ¡ya llegará!... Desocupó el puesto y se marcho muy ufano.

Se colocó otro y por el mismo orden que el anterior, platicaba y decia: ¡no hay que tener cuidado, paisanito!... ¡viva vd-34 tranquilo!.... ¡el buen empleo en que vd. se halla, aunque le fue, dado por el Gobierno imperial, no se le quitará!... ¡pida vd. la confirmacion!.... ¡le será dadá, si, le será dada!.... ¡es vd. europeo y con eso basta!.... ¡persiga vd. á sus subalternos criollos; aun [// p. 81] que sean utiles y honrados; proteja á los paisanos aunque sean ineptos y pícaros y nada tema, pues yo le aseguro que siempre saldrá bien!.. ¡ya entiendo ya entiendo!... pero ¿que Gefe de oficina me da vd. que no sea déspota?.... todos lo son, ¿y por eso los han separado de sus empleos.... ¡siga vd. como hasta aqui! que yo se bien lo que le aconsejo!... ¡cuide vd. que no se le caiga del sombrero la escarapela de las tres garantias; visite a menudo al Señor y al Señor; aparenteles que se desvela en procurar que floresca la renta que está á su cargo, y ya veerá lo bien que le sale la cuenta! Dijo y tomó el portante.

De esta manera estubo el toti mundi cercado de mirones en alternativa, por mas de media hora; y mi amigo y yo deseando que Prunela nos cambiase la escena, por que las cosas que vimos en esta nos causaron mucho dis- [// p. 82] gusto: cesó este con la mudanza de bastidores. y35 he aqui un espectáculo digno de contarse.

Apareciò un magnifico salon adornado con todos los primores del buen gusto y de la opulencia: una silleria finisima y vistosa: hermosisimos candiles de cristal abrillantado con bugias de blanquisima esperma:36 grandes cornucopias azogadas y espejos de cuerpo entero que reproducian en progresion infinita al mismo salon y á todas luces; y una rica alfombra de terciopelo de colores, daban un realce indecible á esta linda estancia.

Abrióse37 una mampara que estába cerca del fóndo del salon, y fué saliendo en forma de prosecion una lucidisima comitiva de señoras y señores; aquellas con los mejores adornos de su sexo, y estos con suntuosos vestidos bordados[;] al fin de todos venia presidiendo, con su consorte de la mano, en gallardo personage que se llevó las [// p. 83] atenciones de todos los concurrentes ó marchantes de Prunela: dióse un magestuoso paseo, y colocados en los principales asientos aquellos dos personajes, las señoras ocuparon las sillas de la derecha, y los señores las de la izquierda: desde que empezó á salir esta comitiva tocó la orquesta, que era muy buena, las mejores piezas: el Presidente puesto en pié, pidió silencio, y habló asi.

„Antes de ahora os tengo dicho, señores, que á mas de los medianos bienes que „poséo en patrimonio, tube la fortuna de sacar el maximo de los premios de una lo „teria nueva en nuestro suelo; y con tan plausible motivo dispuse dar un magnifico „bayle en reconocimiento á la suerte por este generoso don con que me ha favorecido. „Todos sois mis parientes y amigos y os he convidado á esta diversion supliendoos y „aun dandoos cuanto dinero me habeis pedido pa- [// p. 84] ra presentaros en union „de vuestras familias con la magnificencia que tan gustosamente veo.

Concluido este pequeño discurso, el señor titere arengante danzó con su esposa un grave minuet; y por su orden siguieron todos desempeñando el suyo: descansaron un poco, y luego se pararon todos á balsar: estaban de lo mas entretenidos con las mudanzas y tejido de las figuras, cuando se oyeron fuertes golpes por la parte de adentro de la pieza que daba al salon: preguntó el Sor. del bayle ¿quien es? y le fue respondido: la justicia. Paró la diversion, y se presentó un Juez con mucho séquito.

El objeto de mi venida (dijo al principal personaje de la diversion) es á imponer á vd. de que el billete con que ha cobrado el gran premio, es falso; y que no siendo vd. dueño del din ero38 debe proceder á entregarmelo inmediatamente. [// p. 85]

Pues ese billete (dijo el caballero) lo comprè á uno de los muchos que estaban autorizados para la venta de todos los del gran sortéo. No se trata (dijo el juez) de hacer á vd. cargo de la falsificacion de este documento, sino, de la pronta exibicion de la suma que en virtud de él cobró vd. Aqui está el verdadero billete ¿queda vd. convencido de la nulidad del suyo? Contestó que si; pero hizo presente, que en confianza de que disponia de cosa propia. habia gastado mucha parte del dinero.

El juez con su comítiva, y el caballero, entraron á la pieza inmediata; se extrajo de ella la cantidad existente; volvieron al salon y se mandó descolgarlo de todos sus adornos, y estos se acomodaron lo mejor que se pudo para llevarselos: el caballero se desnudó del rico uniforme que tenía puesto, y lo entregó: en seguida se presentaron al Juez to- [// p. 86] dos los señores de la danza, y cada uno fué despojandose tambien de sus ricos vestidos, y los entregaron, diciendo en el acto cada uno: yo recibí esto contra toda mi voluntad: no lo queria ciertamente, pero fueron tantas las instancias que se me hicieron, que me vi obligado á aceptar un don que recibí con repugnancia, y ahora devuelvo sin hacerme violencia ¿Será creible esto.?

El Juez se fué con el dinero y muebles, custodiado todo por sus ministros, y quedó el salon convertido en estancia de la tristeza. Los danzantes ocurrieron á sus ropas corrientes: unos pocos se despidieron del caballero; pero los mas no se metieron en tal cumplido. A este desgraciado baile se dió el título de el chasco del billete. Cayó el telon.

Presentóse Prunela por fuera de el, y dijo: señor concurso: ahora se sigue para acabar la fiesta, una cosita que bailarán [// p. 87] y cantarán dos negros: uno es el que todos conocen por buéta y rebuéta, que tan presto pide limosna como vende du ces; y otro es Roberto el sin piés que saldrá vestido de muger.

Se alzó el telon, y salieron á las tablas estos dos vichos asidos de las manos. Los concurrentes en masa soltaron los diques á la risa luego que vieron este par sin par, pues ciertamente no se podia ver al negrito sin patas andar de rodillas vestido de muger, ni á su cortejo rebuéta, que lo traía de la mano, dando mas fuerza al ridiculo paso con sus contorciones. Hicieron acatamiento al püblico.39 y el bribon de buéta y rebuéta habló ó rebuznó en estos terminos.

Mi señore coronélo: mi señore apotado: mi señore canónigo: mi señore comesianto: mi señore flamasone: aqui etá yo con eta iña que vamo á bailá y á cantá. Luego dirgiendose á los musicos les dijo: señore musique- [// p. 88] ro tócanos utede los aguacate. Dieron el tono, y comenzaron à corcobear: el negro rebuéta rompió el canto, ó por mejor decir lo hizo pedazos, bramando en alternativa con su compañera; entiendase que lo que se marca al margen con el número 1, es cantado por rebueta, y lo que lleba el número 2, por el despatado: 1 y 2 quieren decir que cantan á duo.

1=Yo tengo señore.

un aguacatá,

que ciento guacále

cada año me dá;

2=Yo buca marchante

que lo mercará:

yo buca marchante

que lo mercará.

1 y 2=Ajá..,. ajá.

1=Son grande, maduro

de buen calidá,

y á medio uno sola

me lo venderá

2=Y un riá cada peso

tu lo pagará: [// p. 89]

y un riá cada peso

tu lo pagará

1 y 2=Ajá..... aja.

1=No é cosa pogrido

que yo venderá,

y quien la quijiere

lo regitrará.

2=Yo buca marchante

que lo mercará.

y un riá cada peso

tu lo pagará.

1 y 2=Ajá.... ajá.

Toda la concurrencia se opuso á que continuáran, y no faltó quien tiràra pedradas á estos dos despreciables títeres. Prunela temiendo un tumulto, bajo el telon; y sacando la cabeza por un lado, con bastante miedo citó para la funcion del jueves.

NOCHE SEXTA.

Llegó este dia, y al salir de casa para la oficina, se me presentó un criado con una esquelita en que mi amigo me participaba que [// p. 90] era el dia del cumple años de su esposa, y que sin escusa ni pretesto me esperaba à comer, Le contesté de palabra por conducto de su enviado, que agradecia el favor que me dispensaba, y que pasaria á tener el honor de disfrutarlo en su amable compañia. Hubo en la oficina algunas cosas ejecutivas que despachar, y habíendolas concluido á las dos de la tarde, me puse en camino para la casa de mi buen amigo, avisando de paso en la mia que comiesen sin esperarme porque estaba comprometido á tomar la sopa en otra parte.

Fui recivido por esta apreciable familia con el cariño que por muchos años me ha manifestado constantemente. Pasamos luego á la mesa, y antes de ocupar mi silla, tomé una copa de rico vino Xerezano, y brindé á la salud de madama y de su digno esposo, en estos términos.

Cinco lustros númeras, [// p. 91]

preciosa Juana,

en que cuentas felice

dos de casada.

El cielo quiso

unirte al mas amable

de los maridos.

Seis caras prendas tienes,

fruto precioso

que te harán siempre dulce

tu matrimonio.

Y aunque dan guerra,

espero verte madre

de una docena.

Pondré fin á este brindis

que me es tan grato,

pidiendo al cielo os guarde

por muchos años.

Y que contentos,

os veais reproducidos

en quintos nietos.

Durante la comida hablamos mi amigo y yo de los títeres, y Doña Juanita oyó con gusto la re- [// p. 92] lacion de cuanto habiamos visto en ellos; y aunque le instamos porque nos acompañase á la funcion de esta noche, no pudimos conseguir que aceptara el envite, pues nos dijo terminantemente que por cosa alguna de esta vida se separaria de su familia. ¡Esta conducta habian de ímitar muchas madres que no paran en sus casas por andar de aqui para alli, sin hacer caso del reato que llevan encima!

Tomámos cafe con su correspondiente sabroso plus, y se retiró madama á entender en asuntos domésticos: quedamos solos hablando de otras clases de títeres que hay en México, y de otros Prunelas que jalan sus pitas.

Las reflexiones de mi amigo me dejaron bastante confundido, porque me presentaron cuadros sobre manera desagradables. No hay la menor duda, decia, en quela40 opinion està sin punto fijo, y de aqui es que la desconfianza y el disgusto se robustecen: hay diferentes [// p. 93] partidos que no pierden momento en progresar, y si la imprudencia los agita, el choque será indefectible, y nuestra ruina irreparable: lo que unos recomiendan como remedio, otros califican por veneno. ¿De qué proviene todo esto?... De que el circulo político tiene borrado o confundido (entre otros) el punto céntrico... ¿Se trata de descubrir y fijar este?... Pues ocurrase al compáz de la imparcialidad; entréguese á manos suaves, é inteligentes, y dese por conseguido este tan deseado como importante hallazgo. El convencimiento, no la violencia, será el imán de las voluntades: unidas estas, es consiguiente que la opinion se perfeccione y obre eficazmente en razon de cimentar con firmeza la felicidad nacional.

Me parece muy bien, le dije; pero doblémos esta oja, y estendamos los pasos hácia el callejon del vinagre, porque está lejos, y ya son mas de las cinco y me-[// p. 94] dia: despedime de la señora Doña Juana; y su esposo y yo nos pusimos en càmino para la casa de los títeres: ya estamos en ella mirando á Prunela arreglar las cosas: pongase cuidado, que en este momento empieza la funcion. y hay muchos mirones.

Alzado el telon tubimos à la vista por un instante, la perspectiva de la Casa de recreacion social, que con esta van tres veces que se nos pone: mudóse, y quedó la del tercero de sus departamentos.

Entre los pocos títéres que habia en él tomándo cafe, estaban dos junto á una mesita rinconera. Llegaron cuatro á la puerta de aquella estancia; se asomaron á echar vijiata, y uno de ellos preguntó al que tenia mas cerca ¿quién es aquel títere que está en el rincon de la testera conversando con otro? y se le respondió: ese títere es D. Juan Camilo Mendivil, conocido en algunos papeles públicos por el tocayo de Clarita. [// p. 95]

Yo y mi compañero conocemos mucho á ese pobre hombre, ycon este motivo nos dedicamos à escuchar lo que platicaba, y á la letra refiero aqui para inteligencia de muchos que están mal informados de la historia de este desgraciado hombre de bien: esto dijo; antiendase.

„Cerca de treinta y dos años cuento de servicios en la carrera política de oficinas; y „siendo oficial de la secretaria de camara del Virreinato, donde me grangee estimacion „y concepto, pasé á tercer oficial de la contaduria de esta Aduana en agosto de 1813. „Los Sres. D. Mateo del Castillo, Administrador, y D. Benito de Cuellar, que entonces „era contador interino, luego que estubieron informados de mis medianos conoci- „mentos en la cuenta y razon, no menos que de mi aptitud para la correspondencia, se „constituyeron mis agentes para que fuese pronto mi [// p. 96] pase á aquella oficina: „comencé á trabajar con general aceptacion, liquidando por mi solo las cuentas de „los diversos complicados derechos que en aquella epoca adeudaban los grandes car-„gamentos que entraban en convoyes de los puertos de Veraracruz, Altamira, Tampico, „Acapulco y S. Blas.

„En octubre del mismo año, se mandó por el gobierno que todos los empleados „se alistasen á hacer servicio militar en los batallones urbanos de patriotas. so pena „de ser separados de sus empleos. Unos cuantos meses desempeñé esta fatiga perso- „nalmente, y no pudiendo soportarla me libré de ella pagando las guardias al respec- „to de dos pesos y de doce reales cada una, sufriendo el menudeo de ocho y diez de „ellas un mes con otro, sabiendolo mis gefes, y mirando mi constante asistencia á la „oficina, en lugar de irme á pasear [// p. 97] como lo hacian todos mis compañeros, „con arreglo á lo mandado en razon de los dos días empleados en cada guardia por „entrada y salida.

„El año de 1815 le vino de España al Sr. Cuellar la confirmacion del empleo de „Contador, y con este motivo pasó á oficial mayor D. Mariano Perez de Acàl, y yo á „segundo. La tarde en que el Sr. D. Benito de Cuellar tomó posesion formal de la con- „taduria, me dijo en la escribanía, á presencia del escribano D. José de Bustamante, y „de sus dependientes, que su satisfaccion de ser contador no llegaba al colmo, porque yo no „era su oficial mayor, pues Acál no servia para el caso; y en tal concepto, que me presentara pretendiendo esta plaza, y que contára con su influjo porque me sostendria á todo trance. „Le di las gracias, pero no acepté la oferta. [// p. 98]

„En diciembre del mismo año de 815, estandose formando las ojas de servicio para „mandar á España, se acercó á mi mesa el Sr. Cuellar honrandome con estas palabras: „estoi mui satisfecho del buen desempeño de vd., y lo hallo digno de que la calificacion de sus servicios sea la que he puesto en ese papelito; me lo entregó, y vi escrito de su puño= „Aptitud. General para todo= Talento. Superior= Aplicacion. Constante= Conducta. „Irreprensible. No negaré que me sorprendió esta voluntaria franqueza del Sr. D. Be- „nito de Cuellar, tan honrosa para mi. Le di las mas expresivas gracias, pero no quise „hacer uso de tamaño favor, manifestandole que la calificacion tocaba privativamente „al Sr. Administrador D. Mateo del Castillo, y que convenia dejarlo en plena libertad „de darla como le pareciese; y aunque no llegó al punto que que- [// p. 99] ria el Sr. „Cuellar, confieso de buena fe que me hizo honor.

„En 1816 se dió òrden de que las guardias de Palacio no se hicieran por los alqui- „lones, sino por los propietarios: mi compañia daba las suyas á mitad, y á fin de cada „mes; y por no faltar á las operacioees del corte de caja, ofrecí poner un suplente „aprontando varias veces el duplo del valor de la guardia, que se me devolvió: mirando „este capricho de los capitanes, sostenido por los déspotas comandantes, yo tambien „cerré los cascos, porque es preciso que obre en mi aquello que tengo de Vizcaino: llevé „á empeño no ir á las guardias, y el dia que me tocaba me presentaba en la oficina mas, „temprano, resuelto à esperar resultas.

„Cuatro ocasiones se me sacó de ella entre bayonetas, puntualmente cuando estaba „sobre los libros entendiendo en el cor- [// p. 100] te de caja, hasta que disgustado de la „indiferencia de mis gefes en esta parte, dije al Sr. Administrador que asi como habia in- „terpuesto su respeto para libertar á D. Mariano Perez de Acál que sin estar licenciado, „no hacía servicio, ni lo pagaba, que procurase ponerme en el mismo estado, respecto á „que si Acál le era útil para la correspondencia, yo tambien lo era para las importantes „operaciones diarias de la cuenta de cargos y datas de la oficina, en veinte y siete ramos „que entonces giraban en ella, y hacian demasiado laboriosos los cortes mensales de „caja.

„A esta justa solicitud contestó que el Virey Calleja estaba conjurado contra los „patriotas, y no trataba de exponerse á un desaire:41 yo le hice presente entonces que „no extrañase mi diversa conducta en lo sucesivo, pues el dia que me tocase guardia, „ya fuera porque la [// p. 101] pagara, ó porque la hiciera en persona, no me habia „de presentar en la oficina para nada, pues que no habia ley que me obligara á hacer „dos servicios á un propio tiempo. Le cumplí la palabra, pero se me cambió el tren „enteramente, porque toda la estimacion que se hacia de mi, se convirtió en ojeriza, y „fui dos ocasiones amonestado pro tribunali por razon de las faltas, que eran cuatro ó „seis al mes, procedentes de otras tantas guardias.

„En 15 de enero de I81842 se fué á España el Sr, D. Mateo del Castillo, y quedaron „de Administrador interino el Sr. D. Benito de Cuellar, y de contador en la misma „clase, el oficial mayor D. Mariano Perez de Acál: yo como oficial segundo, pasé á „primero: abancé un grado; se me aumentó el trabajo, pero no el sueldo, pues siempre „quedé con el de un mil [// p.102] cincuenta pesos como segundo, y la gratificacion „sobre el ramo de municipales que ascendia como á ciento cincuenta pesos: los nuevos „gefes sí engrosaron la olla, pues el Sr. Cuellar disfrutaba en la interinidad mas de cinco „mil pesos, sin hacerle cuenta del importe de la parte que con arreglo á ordenanza tenia „en todos los comisos y contrabandos, y Acál se puso bajo el pié de mas de cuatro mil „pesos, cuando por oficial mayor solo disfrutaba un mil seiscientos inclusa la respec-„tiva gratificacion sobre el ya dicho ramo de municipales. Desde aqui empieza á ser mi „historia interesante.

„El Sr. D. Benito de Cuellar es de buen corazon, pero su genio es luciferino; agre-„gase que su carácter es el de un niño de cinco años sin robustéz: dicese en esto que no „tiene firmeza, y que obra en alternativa contrariada de amor y de odio, se- [// p. 103] „gun son las impresiones que recibe de los pajaritos que le chiflan al oido.

„D. Mariano Perez de Acál (descance en paz) era vano, presumido, soberbio, in-„grato, y muy pagado de su talento. Luego que se sentó en la poltrona de contador „descubrió á toda luz estas excelentisimas circunstancias: vamos al caso.

„Este desgraciado gefe llevó apunte de todas mis faltas de asistencia á la oficina „(que fueron las de las guardias, cuyos billetes le mostraba en su caso) desde 16 de „enero, hasta 31 de agosto del propio año de 818, y puso un parte al Sr. Administrador „Cuellar con toda la acrimonia que debe suponerse, cuando tenia empeño en que D. „Lorenzo Campos oficial tercero de contaduria, suegro del escribano de la Auduana „D. José Bustamante, quedáse de oficial mayor, y yo, á buen componer, postergado en „[// p. 104] mi plaza de segundo. Dijo el buen Acál en dicho parte, que sin embargo de las muchas y amistosas reconvenciones que me habia echo, no logró que me corrijiera: que con mis repetidas faltas daba mal ejemplo á los demas oficiales; y que síendo consiguiente que yo tubiese un grande atraso en las operaciones de mi cargo, debia aplicarseme la pena prevenida en el artículo 245 de la ordenanza de intendentes.

„El Sr. Administrador D. Benito de Cuellar con su genial lijereza y acendrado „despotismo, proveyó al marjen de dicho parte, que le constaban las faltas de que se me acusaba; tambien el escandaloso atraso en el giro de los objetos de mi cargo, y á de- más de esto, mi prostitucion, pues todos los dias me veía metido en la taberna profanando el uniforme de Secretaría; y he aquí que ospite insalutato falló [// p. 105] contra mi, „y de propia autoridad me suspendió de empleo y del goce del sueldo, pues no dió „cuenta al gobierno á quien exclusivamente tocaba esta providencia.

„Se me notificó este auto en la tarde del 18 de setiembre, y entónces me impuse de „toda las maraña acalense; y á las ocho de la mañana del dia siguiente entregué al be-nemérito escríbano Bustamante (que con su suegro Campos se halla en el otro mundo) „un escrito para que diese cuenta. Dije en el al Sr, Administrador: que reservando para despues la satisfaccion á los cargos de faltas de asistencia á la oficina, y profanacion del uniforme de secretaría, se sirviese mandar que el escribano á presencia del contador Acál, y de los oficiales de su mayor confianza, certificáse (previo el correspondiente excrutinio) el estado de los negociados de mi mesa, pues de este modo se ve- [// p. 106] rìa sí era cierto ô supuesto el cargo que se me hacia de atrasos.

„Parecéme que á no haber gato encerrado en el recóbeco de Acál. debió hacer „se como yo pedia; pero no fue asi, porque se me devolvió el escrito sin proveido, „diciendome el escribano mensajero, que el Sr. Administrador le habia mandado „decirme: que no admitia mi escrito porque sabia muy bien que yo aspiraba a entorpecer sus providencias.

„Arrepentido Acál de la injusticia con que habia procedido en este asunto, y con „dolido á los graves perjuicios que me ocasionaba, me dijo que continuara yendo á la „oficina, pues el lo compondria todo: hice lo que me aconsejó, asistiendo al trabajo hasta „el 25 del propio mes, en que el Sr. Administrador me envió á decir: que por un efecto de su bondad me habia tolerado la asis-[// p. 107] tencia á la oficina por ocho dias (entiendase „que el sueldo se me quitó desde el 18;) y en tal concepto, si no queria verme espuesto á ser arrojado de la Aduana con públíco vilipendio, que saliese de ella inmediatamente.

„Esto me decia el escribano Bustamante, á tiempo que el contador Acál entraba al „despacho (serián las ocho y media de la mañana del propio dia 25:) me hizo repe-„tirselo, y entró en un fuerte arrebàto de colera contra el Sr. Cuellar: prorrumpió en „expresiones muy injuriosas á su Señoria; y echandome los brazos al cuello me dijo: que el Sr. Administrador era un tal: que habia faltado a lo que tenian acordado, pues solo se trató de intimidarme, no de perderme: que yo era el único oficial que tenía la Aduana: que como me viese en ella diariamente, se le daba un pito que faltaran todos: [// p. 108] que me amaba: que conocia mi aptitud general: que solo se trató de hacer conmigo lo que con los niños; espantarlos con el cancon43 para que no hicieran travesuras: que si habia ocurrido al gobierno, que retirára el escrito luego luego: yo le contesté que ya no era tiempo: le entre-„gué los libros y papeles, y marché á la calle.

„Presenté al Sr. Virey Apodaca un memorial quejandome de los despóticos procedi-„mientos del Sr. D. Benito de Cuellar; pidióle el proceso, y en seguida elevé á sus manos „otro escrito que contenia la amarga historia de estos hechos, acompañando veinte y „tantos documentos firmados por los oficiales de la Aduana, y de la Direccion general, relativos „á mi buena conducta, aptitud, aplicacion al trabajo &c.; y pidiendo que se recibiese á „estos testigos la ratificacion jurada de cuanto tenian expuesto, que D. [// p. 109] Angel „Lopez Baron, y D. Venancio Estanillo, dueños de las que llama tabernas el Sr. D. Benito „de Cuellar, declarasen, cual era mi conducta en sus respectivas casas de comercio: todo „se decretó de conformidad, y se entregó el proceso al escribano de diligencias del oficio „menos antiguo de gobierno, para que praticara las que yo pedía, y como quedé sin suel-„do, le dije que al fin del negocio le pagaria todos sus derechos; mas no tuve la satisfaccion „de ver evacuados estos trámites: durmió el proceso quince meses en su poder: mi situa-„cion en medio de una familia que se compone de ocho personas, subió al mas alto punto „de infelicidad: cuarenta dias estube metido dentro de casa, pues no podía presentarme en „la calle porque me hallaba materialmente sin camisa: escribí á los Srès. Licenciado D. „Pedro Galindo y D. José Ignacio Negrey- [// p 110] ros, suplicandoles hiciesen lo posible „en favor mio: clamé al Sr. Virey Apodaca cuatro ocasiones en otros tantos memoriales, „y nada conseguí: ya sevé; andaba un duende en mi contra, y este trastornaba todas mis „gestiones.

„En este triste estado se me presentó D. Juan Maria de Vergara fiel del almacen de „la Fabrica de puros y cigarros de esta capital, que al propio tiempo era mayordomo „del Virey, á proponerme permuta, que admití dandole mi empleo dotado con un mil „doscientos pesos, con brillante escala, por el suyo de ochocientos, aislado, y la futura „de oficial mayor que en breve le vino de España, y pasó á disfrutar el duplo del sueldo „que permutó conmigo.

„A esto me obligó la necesidad, pues en veinte meses que estube expulso de la „Aduana, pasé aflixiones que no se pueden referir en muchas horas. A [// p. 111] dos „mil pecos, poco menos, suben los sueldos que injustamente me quitó el Sr. Adminis-„trador D. Benito de Cuellar. ¿Será creible que este gefe viva sin remordimientos?... „Si trae á la memoria el pronto fin que tuvieron mis contrarios D. José de Bustamante, „su suegro D. Lorenzo Campos, y el sobre manera infeliz D. Mariano Perez de Acàl, „es preciso que entre á cuentas consigo mismo.

„Omíto otras ocurrencias de mi trajedia, por no alargar mas esta relacion. En mi „actual destino de fiel del almacen de la fábrica pudiera estar tranquilo, aun con las „escaseces á que me sujeta, pero seguramente no soi digno de esta satisfaccion, pues „no merezco buen concepto á uno de los gefes mayores de la renta del tabaco, solo „porque ha creido que fui lanzado de la Aduana por culpable: quiza ahora formará „otro juicio de mi conducta. [// p. 112]

Luego que se concluyó esta cansadora relacion, Prunela nos hizo voltereta de bastidores presentandonos la perspectiva del primer departamento de la consabida casa de recreacion social.

Estaban en la mesa grande los títeres antiguos, y otros nuevos que tambien daban voto en todas materias. Hablabase de Tres Palacios, de Ochoa, de Quintanar, de Santana, y de Echávarri; cuando llegó un títere diciendo: acabo de comprar este impreso: atiendan vds. porque es importante= Noticia de los sujetos presos por la conspiracion de anoche.= No cesan los malvados de maqui: : :

Pare vd. de leer, dijo un títere de la rueda imterrumpiendole: el título de ese papelucho no se desempeña en su contenido: á los diez y ocho renglones dice.= La noche de ayer han sido presos muchos de estos conspiradores: se dice que hay algunos oficiales, y serán de aquellos que ancían la guerra por-[// p. 113] que de ella mantienen sus vicios.&

¿Esta es la noticia de los sugetos presos por la conspiracion de anoche?... ¿vaya que es desverguenza, y muy grande, engañar al público de esta manera ! ... ¿nó han observado vds. una particularidad qué tiene este mamarracho? Pues es la de que sirve para todos los dias, porque está sin fecha, y de esta manera sucederá que si alguno lo llega á leer al cabo de seis meses de impreso, creerá que la conspiracion fué tramada la noche anterior al dia en que lo lea. Todo el titeretismo de la mesa convino en que el autor de semejante panarra es un macuteno declarado, y acaso el mismo que publicó otro papelajo con el ingenioso títulillo de la prision de Quintanar, y salimos con que nada habla de este general, pues su contenido es referente á Pío Marcha, y otras berengenadas insubstanciales.44

Terminó esta crítica, y de una [// p. 114] en otra especie pasó la conversacion á objetos de nautica, puertos &c. &c.; y era cosa muy divertida oir hablar de la navegacion á unos títeres que seguramente no sabrán llevar una chalupa del puente del pipis á la garita de la viga:45 hablose mucho en cuestion facultativa, de díques, de cucharones para desensolvarlos, de la machina para enárbolar, de arsenales, de velamen y sus diversos nombres, de maniobras &c.; y un pobre títere que se hizo presidente de la conferencia, dijo, que el puerto de la Coruña, ó del Ferról, pues no me acuerdo bien, es uno de los mejores de todo el mundo: que la naturaleza le dió la figura de unos calzones: oigase su aplicacion.

Dicho puerto, como dijimos, tiene digámos, la figura de unos calzones; y en el lugar, digámos. en que viene á quedar la bragueta, digámos, está un fuerte ó valuarte. Todos los títeres de la mesa, y otros que estaban distan- [// p. 115] tes, se rieron mucho del Sr. de los calzones, de la bragueta, del fuerte, y de los digámos, porque les gustó la comparacion. El autor de ella se electrizó, suponiendo que no le creían lo que decia, cuando no se necesita de viveza para conocer que esto era burla, y dijo en tono grave: no se cancen vds. señores, que el puerto que he mensionado, tiene figura, digamos, de calzones. y que en donde queda la bragueta, como ya tengo dicho, está un fuerte con muchas baterias.

Alce vd. su gallo, amigo. le dijo un títerito algo tunante y malicioso, porque cuando ud. se mantiene tan firme en sostener lo que ha dicho, estos señores y yo creemos que vd. ha visto por su ojo, ese puerto, esos calzones, esa bragueta, y ese fuerte. ¡Ya se vé que lo he visto! ... ¡y muchas veces como que soi nativo de alli!

Mi amigo, yó, y aun toda la concurrencia. estabamos divertidi- [// p. 116] símos con este gracioso paso, cuando nos privó de tan buen rato la caida del telon; y al momento se presentó Prunela por fuera de él dicíendo: queridos y venerados señores y señoras: ya no hay mas títeres porque tengo que dirme á toda deligencia para Citacuaro,46 á ver á mi esposa, porque está muy malisima: aquí tengo la carta que me invió por la astafeta ¿queren vds. que se las lea? ... ¡Si queremos, si queremos! dijeron todos. pues escuchen vds. lo que dice.

Señor S. Juan Citacuaro, al primer miercoles del mes de juño de este año en que estamos= Hijo Ambrosio: te participo de mis evacuaciones que cada dia son mas grandes y malinas: el dotor las vido, y en cuanto te lo cuento se tapó las narices y estubo haciendo munchos gestos, cosa que me dá mala espina: ya te acordarás que dende que me di aquella atarcada la nochi buena. estoi perdida; y el mesmo dotor dice que tengo el [// p. 117] estogamo reslajado, y con una juerte indiogeton que me ha de dar munchisisisima guerra para que se me quite, y quen sabe si se me quitará digo yo= Tambien te participo de mis almorranas que croque son almozapos sigun los ardores que tengo. Mi tia Felomena me las cura á mañana, tarde y nochi; y como ella es intiligente en estas cosas, dice que cuando menos me percate se me ha de alacranar el olificio: considera como estaré de la pesadumbre; y ansina te digo que te vengas pronto pronto, con todo lo que haigas arrejuntado de tus títeles, porque estamos todos endemasiado de probes. Vente pronto te digo porque no vaya yo á espichar sin tener el consuelo de verte, y abrasarte como Dios me de á entender, cosa que desea tantisimo tu querida esposa= Diega Orozca.= Posdaca= Todos los muchachos están buenos y rebustos; yo nomas estoi padeciendo: vente pronto hijo. [// p. 118]

Ya ven vds. señores caballeros (dijo Prunela luego que acabó de leer la carta) las cosas que me participa mi esposa, y que en vertú de ellas mi cuidado no es moco de guajolote: ya tengo mercado un andante juerte que me aguante: y mañana, si Dios no lo remedia, me pondré en cámino aunque me oponga á todas las esclemencias del cielo en este tiempo de aguas. Me voi muy agradecido de todos vds. por el favor que me han hecho en venir á ver mis títeres, y les ruego mucho que me pordonen todos los defeutos que haiga cometido en ellos: mi animo fué livertirlos, no agraviarlos; conque señores todos ¡á Dios! ¡hasta otra vista.!

Dijo; y se enjugó los ojos que los tenia arrasados de lagrimas. Todos le deseamos feliz viaje, esperando que hallaría á su querida Diega fuera de todo peligro.

Se metió al teatro, y nosotros salímos á la calle para nuestras ca- [// p. 119] sas: mi amigo quedó en la suya, y cuando llegué á la mia tocaba el relox de Catedral las doce de la noche: cené mi asadito: dije el bendito, y me metí en la cama.

ADVERTENCIA.

Se vende esta obrita en la Imprenta de Doña Hérculana del Villar y Socios, calle de Capuchinas, número 1. donde se imprimió: en la tlapaleria de D. Miguel Huerta letras E. F. del número 19 frente al portal de Agustinos; en el de mercaderes en la libreria de Recio y alacena de Lubian: su valór cinco rs.

En dicha imprenta se hallaràn los directorios de alcaldes, proyecto de ordenanzas de ayuntamientos, tablas de contar, lecciones de derecho publico para instaucoion47 del pueblo mexicano, y otros papeles y obras curiosas.48 [// p. 120].

NOTAS

1 Expresados. Se consigna en la fe de erratas del original. En adelante no anotaremos las erratas que el original advierte, pero añadiremos a esa misma sección las no advertidas por los revisores originales.

2 ¿Farsa?; ante la duda, no consignamos en fe de erratas.

3 ¿Destasado por destajado o destazado?

4 Primer caso, muy común, de punto en vez de coma: no anotamos en lo sucesivo.

5 La “n” de esta palabra aparece, como en muchos casos, invertida, es decir, como “u”, error muy común en todo el libro incluso con otras letras; no reproducimos ni anotamos en adelante.

6 El paréntesis no abre nunca: obvio error del cajista.

7 Monserga. Consignamos en fe de erratas.

8 Para. Consignamos en fe de erratas.

9 ¿Chiflaban? Ante la duda, no consignamos en fe de erratas.

10 Naturalmente, ese “porque” debe ser por que; hay más casos, pero optamos por respetar el uso de este relativo final en grafía de causal, error de lo más común incluso entre escritores celebérrimos (manuscritos cotejados).

11 Se fueron. Según Moliner: “marcharse de un sitio con cierta precipitación o brusquedad”. María Moliner, Diccionario de Uso del Español, 2 vols., Madrid, Gredos, 1984, s.v. “portante”.

12 “Volvió… dijo”: error del cajista, deberían ser redondas, no cursivas.

13 Fruteza. Probable deturpación de fruslería.

14 Como hemos señalado, todo ello muestra que los defectos de impresión que exhibe nuestro folleto no eran atípicos.

15 Clara alusión a las deturpaciones lingüísticas propias de iletrados, que, en este caso, no obstante, presumen de lo contrario.

16 Probable alusión al tipo de panfletista que Mendívil desaprobaba.

17 Hacer. Consignamos en fe de erratas.

18 Al parecer, una variedad específica de confección del chocolate que incluía cacao de esa región.

19 El apodo y las comparaciones grotescas con animales son típicos de la comicidad popular.

20 La bilis: obvia marca del modo deturpado de hablar que caracteriza a Prunela.

21 Estaba circundada por una suerte de acequia.

22 Para entonces esa zona de la ciudad sufría las presiones de la especulación inmobiliaria; de ahí el interés en demoler aquellas capillas, pues la zona sur de la Alameda empezaba a convertirse un un área preferida para la expansión de la ciudad.

23 A diferencia de otras noches, ésta se imprime sin punto en el original.

24 Con migo. Respetamos la separación, ya que, a diferencia de otros casos, como aquel en que una vez se forma “ra zón” y otras “razón”, éste, más que error tipográfico, parece titubeo ortográfico.

25 Éste y el punto siguiente parecen deberse al mero descuido, azar o falta de tipos, ya que con toda claridad se trata de comas.

26 En el original, la “b” de esta palabra es claramente una “h” cerrada en su parte inferior para hacer el papel de “b”.

27 La d cursiva es del original. Error muy común: en otros casos una palabra en cursivas incluye alguna redonda.

28 Así en original: el compositor o cajista descuida un punto de los tres suspensivos.

29 Aquí el error es un punto de más en los suspensivos (los casos son numerosos).

30 La mayoría de estos impresos existieron: La Gaceta del Gobierno Supremo de México; Diario liberal de México; La Águila mexicana. Periódico cotidiano, político y literario; “De las preguntas interesantes al Supremo Poder Ejecutivo.”; “Preguntas interesantes al Supremo Poder Ejecutivo”; “Respuesta a las cinco preguntas que se hacen al Congreso y a los sabios” (este folleto es indicio de que se publicaron varios números de preguntas al Supremo...).

31 Obvio error en esa coma y un punto suspensivo de más.

32 El cargado uso de signos de admiración falla en este caso en el original.

33 Posible errata por trono, pero también podría ser un juego de palabras, a juzgar por el “tronará” con que termina el párrafo; no obstante, consignamos en fe de erratas.

34 Obvio error de guión por punto.

35 Éste, como otros casos, podría ser de ausencia momentánea del tipo “y” mayúscula ó confusión entre minúscula y capitular por parte del cajista.

36 Esperma de ballena: grasa extraída de distintas partes del cetáceo.

37 Sin sangría en el original.

38 Dinero. El espacio es una errata muy común, aunque en otros casos de huecos la letra pudo haberse caído al manipular la plancha antes de entintar e imprimir.

39 Público. Consignamos en fe de erratas, pero hacemos notar que la norma acentual que muestra el libro sólo deja ver con claridad el uso de tildes para verbos en pasado y futuro, mientras que en cuanto a la forma y valor del enfásis parece indiferente, pues para el acento agudo (ó) usa indiscriminadamente las formas ò, ô y ö, es decir, grave, cincunflejo y diéresis.

40 Otro ejemplo del desaliño tipográfico.

41 Alusión al favoritismo hacia los peninsulares.

42 De nuevo, esa “I” por “1” es muestra de desaliño tipográfico.

43 O sea, el “coco”.

44 La atracción al consumo de papeles y folletos mediante títulos fraudulentos continuará incluso mucho más tarde, por ejemplo, en un periodismo de títulos cómicos o tipos populares que nada tenían que ver con su contenido, y sí, en cambio, con subvención gubernamental.

45 Ese puente se hallaba en las inmediaciones del callejón de Roldán, para entonces una acequia que conducía desde el canal de la Viga hasta la actual calle de Corregidora.

46 El poblado de Zitácuaro (Michoacán) fue destruido por las tropas realistas en 1812, por órdenes del virrey Venegas, en represalia porque allí se había permitido a Ignacio López Rayón la instalación del primer gobierno insurgente. Prunela podría haber sido un típico representante de los migrantes que, a raíz de la guerra de independencia, habían llegado a zonas de la ciudad de México como aquella donde se sitúa el teatro de títeres.

47 Sic, probablemente por instrucción. Consignamos en fe de erratas.

48 En tipo más pequeño en original, con la finalidad de reservar la última página sólo para la fe de erratas.

FE DE ERRATAS.

pàg.

lín.

dice.

lèase.

INTRODVCCION

II.

3.

exprsados

expresados

III.

1

in-indefenso

indefenso

id.

id.

cansaràn

cansará

NOCHE PRIMERA

I:

5.

encraucijada

encrucijada

6.

6.

deltamaño

del tamaño

11.

5.

babló

habló

id.

14.

digna

digno

9.

13.

moserga

monserga

10.

13.

de que en mi adquirida gloria

de que mi adquirida gloria

12.

9.

con tanta elevacion

en tanta elevacion

id.

II.

obrar

obran

olvidaron

olvidáronse

id.

26.

esperimentau

esperimentan

15.

17.

dorado

dorada

NOCHE SEGVNDA

20.

2

vovi

volví

22.

9.

paragoncito

parangoncito

23.

17.

observacion

observaciones

id.

id.

pa a

para

30.

16.

pizca de substancia

pizca de su substancia

[NOCHE TERCERA]

33.

18.

los los

los

36.

1.

reclinando

reclinado

37.

23.

é ocupar

á ocupar

45.

1.

todo

todos

id.

5.

vaya eu

vayan en

49.

2

todos los honran

todos lo honran

51.

27

ha er

hacer

52.

3.

asitencia

asistencia

54.

17.

las del

la del

NOCHE CVARTA

55.

19.

bueda

buena

59.

7.

veen en los nublados.

veen los nublados

[NOCHE QVINTA]

75.

7.

estritor

escritor

79.

4.

sacrificrate

sacrificaré

80.

1.

trone

trono

82.

26.

en gallardo

un gallardo

84.

25.

din ero

dinero

id.

18.

püblico

público

[NOCHE SEXTA]

95.

3.

ycon

y con

99.

9.

operacioees

operaciones

103.

25.

Auduana

Aduana

111.

1.

pecos

pesos

112.

20.

imterrumpiendole

interrumpiendole

ADVERTENCIA

119.

20

instaucoion

instrucción?